17 de septiembre de 2008

LAS MULTINACIONALES DE LOS PAÍSES EMERGENTES


Andrea Goldstein y Zenaida Hernández

Hace unos años nadie hubiera podido imaginar que Cemex, una empresa de Monterrey (México), se convertiría en el mayor productor de cemento de Estados Unidos mediante la adquisición de varios competidores, ni que el grupo tailandés CP llegaría a ser el mayor inversionista extranjero en China. También hubiera resultado difícil creer que la empresa de telecomunicaciones egipcia Orascom, además de contar con una importante presencia en el norte de África, Irak y Bangladesh, llegaría a organizar la mayor leveraged buy-out (adquisición con apalancamiento) de Europa para comprar el operador Wind en Italia. Hoy día, es difícil encontrar una edición de cualquier diario financiero internacional que no informe de una nueva operación concluida por una multinacional emergente. La más reciente, la disputa entre una empresa india y una brasileña para adquirir nada menos que Corus, la siderúrgica nacida de la fusión de la antigua British Steel con una rival holandesa.

Hace 25 años se comenzó a hablar de las multinacionales de países emergentes. Entonces, un pequeño grupo de economías en desarrollo empezaba a convertirse en fuente de inversión extranjera directa (ied): Argentina, Brasil, Corea, Hong Kong (China), India, Singapur y Taiwán (China). Desde finales de los años ochenta, otros países emergentes, entre ellos Chile, China, Egipto, Malasia, México, Rusia, Sudáfrica, Tailandia y Turquía se han unido como focos importantes de ied. El número de empresas multinacionales en la lista de Fortune 500, cuyas sedes están fuera de América del Norte, Europa, Japón y Oceanía, subió de 26 en 1988 a 61 en 2005.

¿De qué fenómeno estamos hablando?

Encontrar datos sobre las inversiones de las multinacionales emergentes no es tarea fácil. Las estadísticas de IED padecen de grandes limitaciones, todavía mayores en el caso de la inversión cuyo origen es países en desarrollo. Las causas son múltiples, incluidos problemas en los sistemas estadísticos de muchos países, la evasión de capitales para evitar impuestos o controles y la situación de centros financieros off-shore que no reportan flujos de IED en otros países. Por ejemplo, Chipre se ha convertido en una plataforma off-shore para gran parte del capital ruso en el exterior, pasando a ser la principal fuente de IED en Rusia. Una parte importante de las inversiones de Chipre y Europa del Este son en realidad de origen ruso.

Algunos países en desarrollo, como Irán, no reportan la inversión de sus empresas en el exterior. Las cifras oficiales subestiman con frecuencia la cuantía de los flujos reales, como han demostrado estudios en Chile, China, Rusia y Turquía. En China, en especial, el tratamiento favorable de los flujos de inversión extranjera genera incentivos para clasificar como extranjera la inversión cuyo origen es en realidad interno, fenómeno conocido en inglés como round-tripping.

A pesar de estas dificultades, es posible mostrar que la IED con origen en países en desarrollo se está acelerando, pasando de algo más de 53000 millones de dólares en 1992-1998 a más de 85000 en 1999-2004. Desde 2003, la tasa de crecimiento de la IED de países en desarrollo ha sido mayor que la de los flujos con origen en países desarrollados. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), los países en desarrollo representaron 17% de la IED mundial en 2005.

La mayor parte de los flujos de IED procedentes de países emergentes se concentra en Asia. De hecho, la mayor multinacional emergente es Hutchinson Whampoa, un conglomerado de Hong Kong muy activo en servicios de telecomunicaciones y logística que ocupa la decimoséptima posición en el ranking de las mayores multinacionales del mundo publicado por UNCTAD. Dentro de las 100 mayores también se encuentra una compañía coreana (Samsung Electronics), una de Singapur (SingTel), una malaya (Petronas) y una china (CITIC).

La IED de países en desarrollo es sobre todo intrarregional. Las multinacionales emergentes suelen invertir primero en países vecinos, donde han adquirido cierta familiaridad a través del comercio o vínculos culturales, para expandirse después al resto del mundo. Así ocurre con las empresas de China o India que concentran su actividad inversionista en otros países asiáticos, aunque hay importantes excepciones, por ejemplo: las inversiones chinas en la extracción de recursos naturales en América Latina o África.

Gran parte de la inversión de multinacionales latinoamericanas se queda en la región. Existen algunas excepciones de inversionistas globales como Cemex o el gigante minero brasileño CVRD, que en octubre 2006 concluyó la adquisición de la canadiense Inco. Las llamadas "multilatinas" se han expandido regionalmente desde el año 2000 por varias razones, entre ellas la oportunidad de ocupar el lugar dejado por la retirada de otras multinacionales, por ejemplo en telefonía móvil, y de acceder a reservas de petróleo y gas, como las inversiones de Petrobras en Argentina y Bolivia. A diferencia de sus competidoras asiáticas, las multinacionales latinoamericanas apenas tienen presencia en sectores de alta tecnología: automóviles, aparatos electrónicos, equipamiento de telecomunicaciones y productos químicos. Las excepciones más notables son la argentina Tenaris, líder mundial en la producción de tubería de acero sin costura para la industria petrolera, y la brasileña Embraer, con plantas en China y Portugal, y cuyos aviones regionales disputan el liderazgo global con la canadiense Bombardier.

Otros actores regionales importantes son las empresas sudafricanas. Impulsadas por el gobierno desde el fin del apartheid, han invertido 3250 millones de dólares en el vecino Mozambique y otros países africanos. Otros focos crecientes de IED de países emergentes son Turquía, con presencia sobre todo en Asia Central, así como los países de Europa Central y del Este, inducidos por la expansión de la Unión Europea. Las empresas de países del Golfo Pérsico están canalizando las ganancias del petróleo a través de IED tanto en la región como en África, el subcontinente indio y algunos países desarrollados.

Los servicios y la extracción de recursos naturales concentran los flujos de IED entre países emergentes, también llamada IED Sur-Sur. La liberalización de los servicios y la privatización de proveedores estatales de infraestructura han contribuido a la expansión de estas inversiones. Empresas de países emergentes ocupan un lugar importante en el sector de las telecomunicaciones, por ejemplo MTN en África, Orascom en Medio Oriente y América Móvil en América Latina. El sector del petróleo y gas también cuenta con una importante actividad de multinacionales emergentes, en especial empresas estatales que aprovechan su acceso exclusivo a reservas para diversificar su presencia geográfica y sus actividades. Algunos ejemplos son la venezolana PDVSA y la brasileña Petrobras, así como la reciente expansión de empresas estatales petroleras de China o India.

¿Las motivaciones y las consecuencias?

La expansión de la IED de países emergentes refleja tanto el aumento de flujos de capital a estos países como la mayor sofisticación y tamaño de sus empresas. La globalización incrementa los niveles de competencia que enfrentan las empresas de países emergentes, tanto en ventas como en acceso a recursos y activos estratégicos. Las multinacionales emergentes no tienen más remedio que internacionalizarse para fortalecer sus ventajas competitivas. En contraste con las multinacionales tradicionales, las multinacionales emergentes no suelen contar con recursos como tecnología propia, marcas establecidas, acceso a financiación y equipos de gestión con experiencia internacional. Sus trayectorias de expansión son en general lentas y con frecuencia incluyen cambios de curso motivados por las lecciones aprendidas a través de la experimentación.

La cuestión es: ¿se comportan las multinacionales emergentes de manera diferente a sus competidoras de países desarrollados? El debate es tan amplio como inconcluso. Mientras algunos consideran que la estructura institucional es el principal determinante del comportamiento de estas empresas, otros se centran en los potenciales beneficios que las multinacionales emergentes pueden aportar a otros países en desarrollo en términos de empleo y tecnología.

Las respuestas varían, en parte, porque las multinacionales emergentes son variopintas. Incluso es difícil establecer su nacionalidad en el caso de algunas de las más grandes, por ejemplo, Mittal Steel, uno de los mayores productores mundiales de acero que recientemente adquirió la europea Arcelor. Mittal Steel, con su sede en los Países Bajos, está controlada por un ciudadano de India residente en Londres, y sus directivos son en su mayoría indios. Otro caso complejo es el de las multinacionales sudafricanas, como SABMiller, que cotiza en los mercados de valores de Johannesburgo y Londres, y cuyos dos principales accionistas son un grupo estadounidense y una familia colombiana. Otro ejemplo es la adquisición de activos de empresas de la OCDE por parte de multinacionales emergentes, a cambio de una importante participación en su capital, como ocurrió con la compra de la división de computadoras personales de IBM por parte de la compañía china Lenovo.

De hecho, el revuelo que causó el caso de Lenovo es sintomático de un debate crucial sobre las multinacionales emergentes. Éste tiene que ver con las características institucionales y la nacionalidad de estas nuevas multinacionales, sobre todo aquellas controladas directa o indirectamente por el Estado, y su relación con intereses nacionales. El hecho de que las multinacionales emergentes mantengan lazos fuertes con sus gobiernos puede convertirlas en los "brazos armados" de los intereses estratégicos de éstos. La sospecha lleva a los gobiernos de muchos países europeos y al de Estados Unidos a preocuparse por la presencia creciente de las petroleras chinas en África, en particular en Angola.

Otra cuestión importante, relacionada con la anterior, se refiere al impacto de las multinacionales emergentes en países en desarrollo. Si las empresas de los países emergentes no sienten la necesidad de adherirse a principios de buen gobierno corporativo o responsabilidad social, existe el riesgo de que adopten estrategias dudosas cuando invierten en el exterior, sobre todo en temas relacionados con la corrupción y el respeto por los derechos humanos.

Nuestro conocimiento sobre este fenómeno todavía no nos permite llegar a conclusiones definitivas. Además, la literatura económica nos permite presentar otras hipótesis más optimistas sobre las posibles consecuencias de las inversiones Sur-Sur. Por ejemplo, en la medida en que los beneficios de la presencia de multinacionales dependen de la diferencia entre las capacidades tecnológicas de los países de origen y destino, esta brecha es menor para las inversiones entre países en desarrollo. Otra posibilidad es que las multinacionales emergentes tengan una menor aversión al riesgo y abran las puertas de la globalización a países donde las multinacionales tradicionales no están dispuestas a invertir. Después de la firma de los acuerdos de paz en Sierra Leona, los primeros en llegar fueron inversionistas chinos. Su experiencia positiva sirvió de señal para compañías europeas que se han instalado recientemente. Los flujos de inversión Sur-Sur representan también una oportunidad para los países de menores ingresos en la medida en que compensan las fluctuaciones en inversiones procedentes de países desarrollados.

Algunas conclusiones

La globalización afecta a un número creciente de países y empresas y produce efectos complejos. Si hay perdedores y ganadores, se vuelve cada vez más difícil prever dónde están unos y otros. En los años noventa era común asociar la globalización con la desaparición del sistema industrial y empresarial de los países en desarrollo. En cambio, la experiencia nos muestra que son muchas las empresas, no sólo asiáticas sino también latinoamericanas y hasta africanas, que han sobrevivido y crecido aprovechando los avances tecnológicos y la creciente apertura al comercio y la inversión extranjera.

Como hemos visto, la inversión extranjera procedente de países en desarrollo no está exenta de controversias. Éstas son consecuencia de la enorme interdependencia económica entre países causada por la globalización. La opinión pública es sensible a la nacionalidad de los inversionistas extranjeros, como se puso de manifiesto con el intento fallido de la emiratí DP World de comprar la sociedad P&O, que controla terminales en los mayores puertos de Estados Unidos. Tanto en este caso, como en la reacción pública contraria a la tentativa de comprar la petrolera estadounidense Unocal por parte de una empresa estatal china (CNOOC), el mencionado argumento de seguridad nacional enmascaraba un latente proteccionismo. Esto no es nuevo; razonamientos similares se escucharon durante la expansión de las empresas japonesas en los años ochenta. El riesgo de que los episodios de proteccionismo se multipliquen es real y requiere gran cautela en las decisiones políticas, así como un renovado esfuerzo para comprender los motivos y las consecuencias del avance de las multinacionales emergentes.