17 de junio de 2008

LA ESTRATEGIA DE EEUU HACIA LA INDIA: LUCES Y SOMBRAS


Antía Mato Bouzas

A la luz del continuo periplo diplomático de alto nivel a Nueva Delhi durante el primer semestre del presente año –con las visitas de entre otros la secretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice, el primer ministro chino Wen Jiabao y el primer ministro japonés Junichiro Koizumi–, se observa que la India emerge como un cruce de caminos indispensable para la proyección de alianzas que puedan desarrollarse en los próximos años y cuyo escenario principal se encuentra en el continente asiático. La India se ha erigido en un poder codiciado tanto por EEUU como por China, los cuales ven en él un contrapeso necesario para imponer una determinada visión del orden internacional más favorable a sus respectivos intereses. Sin embargo, esa visión no excluye el hecho de que la India aspira a mantenerse como un poder global por méritos propios.

En una entrevista publicada el pasado mes de mayo en el diario The Hindu, el ministro de Asuntos Exteriores Natwar Singh reiteraba su deseo de explorar las distintas posibilidades que se abren al país en política exterior, sin comprometer en cualquier caso los intereses nacionales. Las relaciones con China han mejorado sustancialmente y los avances sobre los principios para el tratamiento de la cuestión fronteriza se han fraguado a gran velocidad, especialmente si se comparan con la falta de avances tras largos períodos de negociaciones anteriores. En cuanto a Japón, parece haber una buena sintonía, tras el distanciamiento provocado a raíz de los ensayos nucleares indios de 1998. Se han establecido marcos de cooperación con Rusia dentro de lo que ya se contempla como una alternativa asiática al predominio estadounidense. Quizá lo más relevante en esa diplomacia de búsqueda de amigos ha sido el giro que han tomado las relaciones con EEUU durante el último año y muy particularmente el empeño que está poniendo Washington en mejorar tales relaciones. No hay que olvidar que doce meses atrás Natwar Singh se mostraba muy crítico con la política de Washington a causa, entre otros asuntos, del apoyo militar prestado por EEUU a Pakistán. ¿Qué es lo que ha cambiado?

El desarrollo de la relación con EEUU

La evolución de las relaciones con Washington en el último año ha suscitado todo un debate en la India acerca de la manera en que el gobierno de Nueva Delhi debe manejar ese asunto, debido al complejo mapa de intereses que está en juego. En los editoriales de algunos periódicos como el The Hindustan Times se ha insistido en la singularidad del momento actual, dado que por vez primera parece que EEUU busca más a la India que viceversa, como ha ocurrido habitualmente en el pasado. Según esa postura, la alianza estratégica con Washington sería muy beneficiosa para la India y de ningún modo se trataría de una relación desigual, puesto que Washington ya contempla a Nueva Delhi como un poder de primer orden. Una perspectiva diferente es la que ofrecen expertos como el reputado periodista A.G. Noorani, que abogan por reforzar las relaciones con China, país con el que hay una mayor consonancia de intereses dentro de lo que sería el desarrollo de un “polo asiático”. Para la corriente de opinión pro-China, que cuenta con ciertas simpatías en el ámbito decisorio del actual gobierno, las relaciones indo-estadounidenses poseen un carácter limitado y estarán siempre sujetas a los intereses de la proyección de los intereses de Washington en el continente asiático.

El hecho de que EEUU desee una relación privilegiada con la India se puede constatar si se observan los cambios en la política estadounidense hacia este país en los últimos años y muy particularmente en los últimos meses. La administración Bush ha respondido con una US-India Partnership a la India-China Partnership, contemplando una oferta de colaboración en áreas hasta hace poco vetadas en el trato con Nueva Delhi debido a su condición de potencia nuclear. Así, por ejemplo, EEUU e India han iniciado un diálogo de colaboración en materia de energía (una de las principales preocupaciones de Nueva Delhi, ya que debe hacer frente a la demanda que necesita su pujante economía), que incluye aspectos de cierta sensibilidad como es el caso de la energía nuclear para uso civil. Los dos países también han establecido áreas de intercambio en el ámbito de la tecnología espacial y misiles de defensa. Además, se ha sabido a finales de junio que ambos están ultimando un acuerdo militar que abarca ámbitos de cooperación en actuaciones multinacionales y de mantenimiento de la paz. A ello se añade la garantía por parte de EEUU de la venta de armamento sofisticado por un período de diez años.

Lo que más sorprende de esa aparente nueva etapa de la relación bilateral, además del número de concesiones realizadas por EEUU y de la naturaleza de éstas, es lo poco que la India está ofreciendo (entiéndase por ello la posibilidad de revisar ciertas posturas en asuntos clave) para ajustarse a los intereses del gobierno estadounidense. El caso más llamativo es el tema nuclear, que ha constituido el mayor elemento de presión de Washington durante los últimos siete años, donde la India no ha cedido un ápice en sus planteamientos. El parlamento indio aprobó una ley el pasado 10 de mayo para prevenir la transferencia de información relacionada con las armas nucleares y misiles balísticos a terceros países sin tales capacidades, pero continúa sin manifestar deseos de adherirse al consenso internacional en la materia. Quizá EEUU se muestre ahora más comprensivo con la condición nuclear de India y Pakistán y centre sus esfuerzos en ejercer cierta presión para el desarrollo del actual diálogo de paz en Asia meridional y la posible resolución del conflicto de Cachemira, que disminuiría el riesgo nuclear en la zona.

El segundo elemento en el que Nueva Delhi parece distanciarse de los intereses de Washington es de naturaleza geopolítica y geoestratégica y se refiere a las buenas relaciones que el país de Asia meridional tiene con dos rivales (por motivos diferentes) de Washington: Irán y China. En las circunstancias actuales, en las que EEUU está ejerciendo una gran presión sobre el programa nuclear iraní, el gobierno indio pretende reforzar sus lazos con el país de Asia central en caso de que prospere la construcción del gasoducto Irán-Pakistán-India. El estrechamiento de las relaciones indo-iraníes está motivado por factores energéticos, pero Irán también es un país destacado en la política exterior de India en Asia central. El otro foco que preocupa a EEUU se cierne sobre el desarrollo de las relaciones sino-indias, ya que esa colaboración parece destinada a contrarrestar la influencia estadounidense en Asia.

Los posibles motivos de la estrategia estadounidense

La política estadounidense hacia la India siempre ha estado diseñada en clave regional, es decir, en función del papel preponderante que ese país ha desempeñado en Asia meridional y en su condición de parte en el conflicto indo-pakistaní. Tradicionalmente, EEUU ha tenido un trato preferente con Pakistán, como país bajo su área de influencia frente a las afinidades pro-soviéticas de la India, y esa relación ha cobrado un nuevo impulso tras el regreso de Washington a Afganistán, ahora en su lucha contra el terrorismo de al-Qaeda. En años recientes, la mayor atención otorgada a la India fue durante la segunda administración Clinton (con una política más conocida como la de India First), marcada por una estrategia de persuasión para que Nueva Delhi se adhiriese al consenso internacional en materia de proliferación nuclear y de cierta intervención para favorecer un clima de diálogo en la región, tal como describe el experto regional y por aquel entonces vicesecretario de Estado estadounidense, Strobe Talbott, en su libro Engaging India.

Una de las principales razones, quizá la menos referida habitualmente, de la política estadounidense hacia Nueva Delhi puede ser precisamente el mantenimiento de esa clave regional. El compromiso con la India se ha realizado tras dar a Pakistán innumerables concesiones, como otorgarle la condición de aliado preferente no-miembro de la OTAN, con el consiguiente apoyo militar que tal cosa implica. Calculada la peligrosidad de los posibles efectos desestabilizadores de esa política, es probable que Washington haya querido ofrecer una serie de compensaciones a la India para respaldar ciertos intereses regionales, los cuales podrían tener su principal foco de atención en Pakistán. Estos intereses responderían al hecho de suscribir acuerdos con Islamabad para la creación de bases militares en distintos puntos fronterizos. No hay que olvidar que Pakistán, además de compartir fronteras con Afganistán e India, también lo hace con Irán y China. En tales circunstancias, la India se hallaría en un futuro próximo en una posición estratégica muy delicada.

El argumento más recurrente para explicar el novedoso entendimiento entre EEUU y la India se refiere al deseo de Washington de situarla bajo su área de influencia para contrarrestar el creciente peso que en términos económicos, aunque también estratégicos, está teniendo la República Popular China. Washington observaría con gran preocupación el eje Nueva Delhi-Pekín (y posiblemente Moscú), que desplazaría el poder estadounidense de buena parte de Asia, y constituiría una amenaza a sus propios intereses energéticos en Asia central. El interés en buscar apoyos en la India se basaría en la coincidencia con una de las tradicionales líneas en política exterior de Nueva Delhi, que ha consistido en mejorar las relaciones con su vecino del noreste, pero contrarrestando el extraordinario poder que representa mediante alianzas con terceros países.

Un tercer motivo de los intereses estadounidenses residiría en disuadir a Nueva Delhi en su creciente entendimiento con Irán, país con pésimas relaciones con EEUU, y en ofrecer una alternativa en materia energética a la compra del gas y petróleo de Irán y a la construcción de un gasoducto a través de Pakistán y que llegaría a la India. EEUU se ha opuesto públicamente al gasoducto (como reiteró la secretaria de Estado Condoleezza Rice durante su visita a la India y Pakistán en abril), aunque últimamente ha matizado esta postura ante la defensa cerrada del proyecto realizada por India y Pakistán.

Posible evolución de la relación bilateral

Por ahora, la relación entre la India y EEUU se ha llevado a cabo en un clima de gran flexibilidad y de sinceridad en lo que se refiere a los puntos de divergencia entre ambos países. Washington ha demostrado públicamente su desacuerdo en determinados asuntos, al igual que lo ha hecho el gobierno indio. Los dos países disienten sobre cuestiones como el conflicto de Irak y por ahora no han mostrado claramente su respaldo a ciertas aspiraciones cruciales de cada uno de ellos: en el caso de la India, la obtención del apoyo estadounidense para convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad y en el de EEUU, el apoyo indio a su programa del escudo antimisiles. En la cuestión de las aspiraciones indias ante la reforma del Consejo de Seguridad parece que EEUU podría ceder, pero seguiría divergiendo en la cuestión de otorgar el veto a los nuevos miembros.

La naturaleza del diálogo que está teniendo lugar entre la India y EEUU destaca por su contenido estratégico. Es cierto que ambos países pueden beneficiarse mutuamente de sus conocimientos científicos de manera complementaria, pero lo que más desconcierta es hasta qué punto Nueva Delhi va a desarrollar esa relación sin comprometer otros de sus principales intereses. La modernización en materia de defensa es un tema de constante atención por parte de los distintos gobiernos indios y el país depende mucho de las importaciones de armamento para esa modernización. Sin embargo, un notorio rearme puede desembocar en una respuesta similar por parte de otros países de la región, dando un mayor realce a la carrera de armamentos. Ello incidiría negativamente en la posible evolución de las relaciones de la India con otros países asiáticos y principalmente con China.

El desafío más cercano y concreto de las relaciones indo-americanas lo va a plantear la India si sigue adelante con el apoyo al gasoducto desde de Irán. La ley estadounidense aún vigente, Iran and Libya Sanctions Act (1996), penaliza las inversiones en gas y petróleo iraní superiores a 20 millones de dólares. El proyecto del gasoducto Irán-Pakistán-India se cifra en varios miles de millones de dólares (en los que cabe la participación india de algún modo), con lo cual tanto India como Pakistán se pueden exponer a sanciones de distinto tipo. Frente al rechazo inicial, la secretaria de Estado Rice parece estar reconsiderando su postura en los últimos tiempos, por lo que cabe preguntarse si EEUU contempla ya la realidad del gasoducto o si es que se está ejerciendo algún tipo de discreta presión a India y Pakistán para que abandonen el proyecto. Lo que sí se sabe es que Washington ha realizado contraofertas con recursos procedentes de Turkmenistán y otros países de la zona del Caspio.

EEUU ha desempeñado un papel clave en el último acercamiento entre la India y Pakistán, además de haber intervenido en crisis anteriores como durante el conflicto de Kargil, lo que le otorgado una mayor confianza por parte de un gobierno indio con una perspectiva de cómo debería ser el orden internacional muy diferente de la de Washington. EEUU es una presencia inevitable en Asia meridional y la India pretende responder a ella con un mayor entendimiento, aunque sin olvidar una cierta cautela. La India puede, a través de Washington, defender sus intereses en el contexto regional en el que vive (por ejemplo, ejerciendo cierta presión sobre Pakistán). EEUU, por su parte, puede convertirse en un aliado muy codiciado en la lucha competitiva que se está desarrollando en la búsqueda de una mayor influencia en Asia.

Conclusiones

Al examinar las relaciones indo-estadounidenses, se observa que prima un carácter estratégico con un marcado acento asiático. Ese carácter estratégico está vinculado con cuestiones relativas al ejercicio de influencia y poder en el continente y a la defensa de ciertos intereses vitales. Esas cuestiones son diferentes en grado y forma para la India y para EEUU pero presentan un alto grado de complementariedad. Por ahora no está muy clara la dirección que va a tomar el desarrollo de esa relación, que parece avanzar a gran velocidad, a juzgar por las decisiones que se están produciendo, pero sí se puede afirmar ya que el actual diálogo entre India y EEUU va a tener repercusiones directas en la evolución de la política exterior india en el futuro inmediato.

EL AUGE DE CHINA Y LA CONTINUIDAD DE LA HEGEMONÍA DE EEUU EN ASIA


Robert G. Sutter

El énfasis sobre la capacidad de China como potencia emergente en Asia y la debilidad de EEUU en la región es exagerado. Una valoración más equilibrada y exhaustiva del auge de China y del liderazgo de EEUU en la región asiática, considerando también tanto las debilidades de China como las capacidades de EEUU, muestra que la amenaza que representa el auge de Beijing para el liderazgo de EEUU en Asia no es tan grave.

Avances y logros de China

Durante gran parte del período posterior a la guerra fría, el comercio exterior de la economía china, orientada a la exportación, casi dobló la tasa de su impresionante crecimiento económico total. El resultado para la región fue que China pasase a ser el principal socio comercial (o uno de ellos) de sus vecinos asiáticos.

Los productores energéticos y de materias primas descubrieron en China un mercado dispuesto a recibir sus productos. Por el contrario, los fabricantes asiáticos de productos de consumo encontraron frecuentes dificultades para competir, tanto en los mercados nacionales como en los internacionales, con el bajo coste y la alta calidad ofrecida por los fabricantes chinos. Intentaron por tanto integrar sus empresas en el país siguiendo la ola de inversión extranjera que ha convertido a China en el mayor receptor, o uno de los mayores, de inversión extranjera directa del mundo.

El resultado ha sido la creación de redes de relaciones comerciales caracterizadas por el llamado comercio de transformación o de procesado, que constituye la mitad del comercio anual total de China. Bajo la dirección de empresas de capital extranjero, en China se producen productos industriales y de consumo a partir de componentes importados por empresas extranjeras sitas en otras partes de Asia. Se dan casos en que el producto en fase de procesamiento cruza la frontera china, a veces incluso repetidas veces, antes de ser acabado. Además, a menudo China es el punto final del montaje, y el valor añadido en este país es relativamente pequeño en relación al valor total del producto. Frecuentemente el producto final es exportado a economías asiáticas avanzadas o, incluso con mayor frecuencia, a los mayores mercados de exportación china: la UE y EEUU. En términos generales, el resultado ha sido el dramático aumento de la importancia de China como país receptor de inversión asiática, como principal socio comercial y como motor general del crecimiento económico en la región.

China ha desarrollado una hábil diplomacia basada en la política de “buena vecindad” con respecto a los países asiáticos, con la que ha mejorado mucho sus relaciones con la mayoría de sus vecinos. Los dirigentes chinos de alto nivel se han mostrado muy activos, organizando frecuentes encuentros bilaterales y multilaterales con sus homólogos asiáticos. Su diplomacia de “beneficio mutuo” ha propiciado que China y sus socios asiáticos se concentren en el desarrollo de áreas que tienen en común, dejando de lado sus diferencias. Con la excepción de Taiwan, China no ha exigido mucho a los países asiáticos. El enfoque de Beijing ha sido recibido de buen grado por sus vecinos, muchos de los cuales aún recordaban las políticas autoritarias y perjudiciales desplegadas por este país en el pasado, y han tratado de evitar que éstas se repitan.

La diplomacia china ha puesto de manifiesto su deseo de entablar relaciones comerciales con países “sin condiciones”, así como de proporcionarles ayuda, inversiones y apoyo militar. Esta propuesta ha sido bien recibida por Gobiernos asiáticos en Myanmar, Camboya y algún otro país.

Otro de los rasgos característicos de la diplomacia china ha sido el énfasis mostrado hacia la cultura y el idioma chinos, así como hacia los intercambios personales. Por un lado, ha prestado apoyo a los Institutos Confucio y, por otro, ha promocionado la enseñanza de la cultura y el idioma nacionales y facilitado los viajes turísticos de un número cada vez mayor de ciudadanos chinos a los países cercanos. El esfuerzo por disipar los temores de sus vecinos hacia la “amenaza” representada por el auge de China ha incluido declaraciones públicas por parte tanto de las autoridades como de la mayoría de los Estados asiáticos minimizando la trascendencia del impresionante rearme militar del país.

Limitaciones y debilidades de China

Las relaciones de China con Japón y Taiwán encabezan las limitaciones y deficiencias de su creciente influencia en Asia. Los datos negativos obtenidos en los últimos años han puesto de manifiesto que, a pesar de las muchas relaciones positivas tanto económicas como de otra índole que unen a China con estos dos países, la República Popular no ha conseguido un mayor apoyo por su parte. Estos malos resultados también han tenido un efecto negativo en la influencia general de China en Asia.

El fuerte nacionalismo chino, así como sus reclamaciones territoriales, han complicado los esfuerzos de Beijing por mejorar las relaciones con sus vecinos asiáticos. La opinión de Corea del Sur con respecto a China ha descendido marcadamente desde el punto álgido alcanzado en 2004 a causa de disputas nacionalistas sobre el carácter chino o coreano de un antiguo reino que llegó a controlar gran parte de Corea y del nordeste de China.

El nacionalismo chino y las reclamaciones territoriales también han incidido en la dureza de la posición china con respecto a Japón. Aunque la diplomacia china se ha esforzado en minimizar las disputas territoriales en el sudeste asiático y con la India, aún quedan por resolver claras diferencias. Si hacemos un balance, las continuas disputas han supuesto un lastre a los esfuerzos chinos por mejorar las relaciones con estos países.

La impresionante modernización militar china y su sistema político, a veces tan reservado y autoritario, han levantado las sospechas y la preocupación de algunos de los vecinos de la República Popular, que pretenden que el país mostrara una mayor transparencia con respecto a sus intenciones militares. El hecho de que China declinara participar en la conferencia anual de ministros de Defensa asiáticos, junto con el de EEUU, celebrada en Singapur y conocida como “Foro de Shangri-la”, no ha contribuido a tranquilizarlos.

El historial chino de agresión y de autoritarismo provocador hacia muchos países asiáticos sigue siendo difícil de olvidar. Por este motivo China gozaba de pocas relaciones positivas sobre las que construir lazos de amistad con sus vecinos. En consecuencia –y como reflejo también del dirigismo estatal de gran parte de las relaciones internacionales chinas–, las relaciones con sus vecinos asiáticos han dependido en gran medida de la dirección y liderazgo del Gobierno chino. Los canales de comunicación y la influencia no gubernamentales han sido muy limitados.

Una excepción han sido las comunidades chinas de ultramar asentadas en los países del sudeste asiático, que han prestado una importante ayuda inversora y de asistencia técnica al desarrollo de China y que suponen una fuerza política favorable al mantenimiento de buenas relaciones entre sus países de residencia y el gigante asiático. Sin embargo, al mismo tiempo los grupos étnicos, culturales y religiosos dominantes en el sudeste asiático tienen una larga historia de recelo hacia China, e incluso a veces han fomentado acciones violentas y otro tipo de actos discriminatorias ante la percepción de un aumento del poder y la influencia política y económica de sus comunidades étnicas chinas.

Las áreas de mayor potencial chino en Asia –la diplomacia y las relaciones económicas– también han mostrado limitaciones y signos de debilidad. Las cifras de comercio chino se han inflado debido a la duplicación contable ocasionada por el comercio de transformación, que según las estimaciones ha supuesto un 30% del comercio de China con el sudeste asiático. También parecen haber menoscabado la imagen de potencia comercial de China en Asia el hecho de que la mitad de su actividad comercial es realizada por empresas de inversión extranjera establecidas en China, que a menudo en el comercio de transformación se añade en el país sólo una cantidad mínima al producto y que el producto final con frecuencia depende de las ventas a EEUU y la UE.

El gran volumen de inversión asiática e internacional que ha recibido China no ha tenido como destino otros países asiáticos, dañando su desarrollo económico. La inversión que China ha realizado en Asia, aparte de en Hong Kong, ha sido escasa. Tampoco ha sido mucha la ayuda que ha prestado en la región, exceptuando Corea del Norte y Myanmar, especialmente si la comparamos con otros donantes. Las importantes reservas de divisas que posee China han sido empleadas para sus propios fines por su autoritario Gobierno, que intenta mantener la estabilidad en un momento de enormes necesidades internas y, por tanto, no se han destinado grandes ayudas al exterior. La atracción que sienten hacia China los productores asiáticos de materias primas no es compartida por la industria manufacturera asiática, que tiende a la deslocalización y las inversiones en la República Popular, aparentemente con éxito; sin embargo, sus trabajadores sí que sufren las consecuencias, al no poder trasladarse a China.

Por definición, la diplomacia de “beneficio mutuo” ha supuesto que China no hace ciertas cosas que normalmente no haría. El vertiginoso despliegue de reuniones, acuerdos y declaraciones protagonizado por la activa diplomacia china en Asia no ha ocultado el hecho de que China continua a ser reacia a asumir costes, riesgos y compromisos significativos en relación con complejas cuestiones regionales.

Debilidades y puntos fuertes de EEUU

Las debilidades de EEUU en Asia han sido ampliamente difundidas. El discurso predominante en EEUU sobre Asia se centra en la imagen negativa que tiene entre la opinión pública y las elites de la región y que es compartida por muchos dirigentes asiáticos. La principal causa de esta imagen negativa es la política exterior del Gobierno norteamericano y en primer lugar la guerra de Irak, a la que se opusieron firmemente la opinión pública y las elites de toda la región. Hasta hace poco, ha sido ampliamente criticada la dura posición norteamericana con respecto a Corea del Norte. También es motivo de crítica el apoyo norteamericano a Israel y su actuación frente a la Autoridad Palestina y el proceso de paz en Oriente Medio, así como el unilateralismo de EEUU en otras cuestiones internacionales. Se considera que el Gobierno norteamericano se centra exclusivamente en la guerra contra el terrorismo y que es reacio a unirse a las iniciativas multilaterales asiáticas.

En este ambiente de negativismo, a veces resulta difícil percibir las ventajas que posee EEUU en Asia. Los medios de comunicación y las valoraciones de los analistas y especialistas en la región han puesto de relieve públicamente varias de ellas, que se citan a continuación. De mayor importancia para la valoración expuesta en este trabajo son las entrevistas privadas mantenidas con 175 expertos en asuntos asiáticos pertenecientes a ocho Gobiernos de Asia-Pacífico, realizadas durante tres viajes a la región en el período 2004-2006.

Estas entrevistas, complementadas con los discursos y sesiones informativas públicas del autor en más de 30 ciudades de Asia-Pacífico en el período 2004-2006, han puesto de manifiesto los dos pilares de la influencia de EEUU en la región: la seguridad y la economía. EEUU continúa asumiendo los mayores costes, compromisos y riesgos, hecho considerado por las autoridades asiáticas como esencial para mantener la estabilidad y el bienestar en la región. Ninguna otra potencia, ni siquiera una China emergente, sería remotamente capaz de asumir –ni estaría dispuesta a ello– estas responsabilidades, según la opinión de estas autoridades. Por tanto, EEUU continúa siendo la potencia principal indispensable en Asia.

Las autoridades asiáticas a las que se entrevistó en los viajes de investigación llevados a cabo entre 2004 y 2006, mostraron prácticamente unanimidad al enfatizar la importancia del papel protagonista de EEUU como garante de la seguridad de Asia y como socio económico vital. Entre las pocas excepciones se contaron un dirigente del Partido Comunista de la India (marxista) y, en cierta medida, algunos dirigentes chinos, que criticaron el papel que desempeña EEUU en el mantenimiento de la seguridad en Asia.

En lo que a asuntos de seguridad se refiere, las autoridades asiáticas opinan que, como norma general, los Gobiernos de la región no confían los unos en los otros. Además, estos Gobiernos necesitan estabilidad para satisfacer sus prioridades para la construcción nacional. El desarrollo económico, junto con una construcción nacional efectiva, se considera de importancia crítica para la legitimidad de la mayoría de los Gobiernos asiáticos. En este contexto, EEUU es una presencia dominante en sus cálculos. A Washington le interesa la estabilidad, y al contrario que sus vecinos asiáticos, no tiene ningún interés ni en sus territorios ni en dominarlos. A diferencia de la incapacidad o reticencia de China y otras potencias por asumir gastos y riesgos importantes, se considera que EEUU sí asume un riesgo importante y un gasto enorme a través de su presencia militar en Asia. Se considera que el papel representado por EEUU es esencial para equilibrar las frecuentemente inestables relaciones de seguridad entre los Gobiernos asiáticos.

A su vez, EEUU desempeña un papel económico fundamental para las prioridades de desarrollo de los Gobiernos asiáticos, la mayoría de los cuales se centran en el crecimiento orientado a la exportación. Washington continúa permitiendo unos flujos masivos de importaciones asiáticas que resultan esenciales para el desarrollo económico de esta región, a pesar de que producen un déficit comercial total de más de 700.000 millones de dólares anuales en el país. Ante estos antecedentes, al preguntar a los dirigentes asiáticos si la influencia y el poder total de EEUU en Asia están en declive, su respuesta unánime fue negativa.

Las entrevistas realizadas en Asia ofrecen un marcado contraste con la extendida percepción del declive del poder e influencia de EEUU en los asuntos internacionales, evidente desde la sucesión de contratiempos y fracasos derivados de su ocupación militar de Irak. Sin embargo, otras valoraciones más objetivas consideran limitadas las consecuencias del fracaso en Irak para los compromisos de seguridad y el poder de EEUU en Asia.

Mientras tanto, en EEUU se observan numerosos síntomas de dificultades económicas y recesión en el país, de manera más patente en los masivos déficit comercial y fiscal. El argumento en este caso es que estos problemas llevarán a EEUU a adoptar una política decididamente proteccionista que frenará a su vez, de manera significativa, las importaciones provenientes de Asia. La elección de un 110º Congreso controlado por el Partido Demócrata en 2006 fue otra prueba más en apoyo de esta teoría. Sin embargo, según valoraciones más objetivas las divisiones y debilidad en el seno del Partido Demócrata harán menos probable la adopción de medidas significativamente proteccionistas, especialmente durante un período de prosperidad y crecimiento económico norteamericano. Esto ha sugerido que el papel de liderazgo de EEUU como socio económico preferente en Asia continuará.

Los medios de comunicación, así como las opiniones de analistas y especialistas en el tema, subrayan además otras ventajas en la posición de EEUU con respecto a la China emergente y otras potencias de Asia. Entre estas se incluyen:

Al contrario que China, EEUU nunca ha dependido en tan alto grado de las relaciones e iniciativas gubernamentales para ejercer su influencia en Asia, sino que ha desarrollado una extensa red de relaciones no gubernamentales a lo largo de muchos años que sustentan su influencia en la región. Entre ellas se incluyen extensas relaciones comerciales, educativas, religiosas y de fundaciones y también una enorme red de relaciones personales a partir de la decisión adoptada en 1965 por Washington de terminar con su política de inmigración discriminatoria con los asiáticos. Esta medida supuso la entrada de millones de ciudadanos asiáticos a EEUU, que se asentaron allí y entraron en la sociedad norteamericana pero mantuvieron unos fuertes lazos con sus países de origen.

En los últimos años, las fuerzas armadas norteamericanas han sido, con mucho, el componente gubernamental más activo en Asia. De forma discreta y metódica ha desarrollado unas relaciones de trabajo cada vez más cercanas a los Gobiernos asiáticos, a la vez que se esforzaba por fortalecer la estructura de alianzas de EEUU en Asia. La capacidad de las fuerzas armadas norteamericanas para ponerse a la cabeza, de forma rápida y efectiva, de los esfuerzos multilaterales para paliar el sufrimiento de los millones de asiáticos afectados por el desastre del tsunami de diciembre de 2004, tuvo como base las relaciones y la confianza forjada en los últimos años por los altos cargos militares de EEUU entre los Gobiernos asiáticos.

Asia sigue considerando al Gobierno de EEUU responsable de gestionar y asegurar que los tres principales puntos candentes de la región no entren en guerra. Estos tres focos de tensión son: la crisis causada por el programa de armas nucleares de Corea del Norte, el conflicto entre Taiwan y China y el conflicto entre la India y Pakistán sobre Cachemira. En general, la labor de EEUU se considera positiva.

El Gobierno norteamericano ha desarrollado una posición más activa y positiva con respecto a los grupos multilaterales en Asia, especialmente la ASEAN, apoyando firmemente el Foro Regional de la ASEAN (ARF), el primer foro regional para el diálogo en materia de seguridad. A su vez, la Administración Bush apoyó enérgicamente la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). En noviembre de 2005, el presidente Bush comenzó a utilizar la cumbre anual de dirigentes de la APEC para establecer encuentros multilaterales de carácter anual con los dirigentes de la ASEAN que asisten a ella. En este encuentro, los dignatarios lanzaron una asociación preferente EEUU-ASEAN, que comprendía un amplio abanico de medidas de cooperación económica, política y de seguridad. En julio de 2006 se firmó un Plan de Acción a cinco años para poner en marcha esta asociación. En 2002, los ministros de la ASEAN y su homólogo norteamericano refrendaron la Enterprise for ASEAN Initiative (EAI) en la importante área de comercio e inversión, que constituyó una hoja de ruta para pasar de los acuerdos marco de inversión y comercio bilaterales, de carácter consultivo, a los acuerdos de libre comercio, más vinculantes. Aunque EEUU ya había firmado acuerdos de inversión y comercio bilaterales con varios de los Estados miembros de la ASEAN, en agosto de 2006 acordaron de forma conjunta emprender el camino para concluir un acuerdo marco de inversión y comercio regional ASEAN-EEUU. A su vez, la Administración Bush anunció en 2006 que nombraría un embajador para la ASEAN.

Este éxito de la Administración Bush en mejorar las relaciones de su país con las grandes potencias de Asia ha fortalecido aún más el liderazgo de EEUU en la región. El hecho de que EEUU mantenga buenas relaciones tanto con Japón como con China al mismo tiempo es poco común. Igualmente, es un hecho sin precedentes que se haya constituido como potencia dominante en la zona meridional de Asia y que mantenga buenas relaciones tanto con la India como con Pakistán, al igual que con Beijing y Taipei simultáneamente.

La política de EEUU con respecto a China, centrada en mantener una relación positiva a la vez que en mantener el equilibrio y a “cubrirse” contra las implicaciones negativas del auge del gigante asiático, ha contribuido a fortalecer el énfasis de Beijing en el “desarrollo pacífico” y a limitar sus antiguas objeciones y presiones contra los Gobiernos asiáticos, colaborando con EEUU en cuestiones delicadas. Las circunstancias imperantes en la relación sino-norteamericana han contribuido a desarrollar una relación más cercana entre EEUU y los países asiáticos más sensibles a las preferencias y presiones chinas (por ejemplo, Vietnam o Mongolia), especialmente en cuestiones tan delicadas como la cooperación militar y los intercambios de inteligencia e información relacionada.

La “cobertura” asiática

Parece haber una contradicción entre las valoraciones de un orden asiático centrado en una China en auge y el modelo regional imperante en la época posterior a la guerra fría, caracterizado por el surgimiento de numerosos Gobiernos asiáticos orgullosamente nacionalistas que buscan un mayor relieve pero que mantienen una cautelosa reserva contra las tendencias y potencias –incluida una Ghina en auge– que pudieran frenar su independencia y sus ambiciones nacionalistas. El orden asiático de la etapa posterior a la guerra fría ha presenciado una tendencia por parte de la mayoría de Gobiernos asiáticos a enfatizar sus ambiciones nacionalistas y su independencia, tratando de evitar las antiguas alineaciones estrechas y vinculantes en favor de diversos acuerdos con distintas potencias que favorezcan su seguridad y otros intereses estatales en medio de la incertidumbre del nuevo escenario regional. Por una parte, los Gobiernos asiáticos –que intentan diversificar sus opciones internacionales e integrar a las fuerzas regionales en auge de acuerdo con sus intereses nacionales– han acogido de buen grado el enfoque complaciente y generalmente constructivo adoptado por China con respecto a sus vecinos. Por otra parte, y como respuesta a la creciente influencia de China, estos mismos Gobiernos asiáticos están tomando medidas para cooperar entre ellos, así como con otras potencias no asiáticas, especialmente con EEUU, con el fin de proteger sus intereses e independencia ante el papel creciente de Beijing en los asuntos regionales. Ambas tendencias –la cooperación e integración con China por un lado, y el trabajo conjunto entre estas regiones, EEUU y otras potencias para protegerse contra las posibles implicaciones negativas del auge chino por otro– se han visto reforzadas en los últimos años conforme ha aumentado la prominencia china en los asuntos regionales. La conclusión que puede derivarse es que muy pocos mandatarios o Estados asiáticos parecen estar dispuestos a adherirse a un orden liderado por China en Asia, y que el auge de la República Popular les da razones añadidas para sostener y desarrollar unas relaciones estrechas con EEUU y otras potencias que puedan beneficiarles, al protegerles contra la gran influencia china en los asuntos asiáticos.

Las autoridades asiáticas consultadas durante las entrevistas privadas realizadas en el período 2004-2006 se mostraron de acuerdo en que el auge de China incentiva a la mayoría de Gobiernos asiáticos a maniobrar y cubrirse con otras potencias, incluido EEUU, para preservar su independencia y libertad de acción. Estos dirigentes dejaron claro que sus Gobiernos se cubrían a su vez contra EEUU y otras potencias, aunque recientemente el foco de atención ha sido el auge chino. Los Gobiernos asiáticos tienden a cooperar cada vez más con Beijing en áreas de interés común, aunque también trabajan cada vez más en otras direcciones, y con frecuencia dirigen sus esfuerzos a fortalecer las relaciones con EEUU para preservar su libertad de acción y otros intereses ante el auge de China. En un orden asiático caracterizado por la fuerte influencia y el poder continuado de EEUU en cuestiones económicas y de seguridad, el hecho de que los Gobiernos asiáticos acudan a dicha cobertura se añade a los factores que descartan el dominio y liderazgo chino en Asia y refuerzan el papel protagonista de EEUU en la región.

Conclusión

Las principales deducciones que pueden extraerse de este análisis son:

Aunque la influencia de China está aumentando en Asia, la zona donde siempre ha ejercido una mayor influencia, aún presenta unas limitaciones y debilidades importantes. Beijing tiene por delante un largo camino por recorrer para poder competir por el liderazgo regional.

El poder y los intereses de EEUU y de la mayoría de Gobiernos asiáticos actúan en contra del gigante asiático, con el objetivo de que nunca consiga el dominio en Asia.

La imagen de EEUU en Asia se ha deteriorado en los últimos años y su política exterior sigue siendo ampliamente criticada. Sin embargo, la habilidad y disposición norteamericana para actuar como garante de la seguridad en la región y como socio económico vital continúan siendo fuertes y constituyen una razón sólida a favor de la continuidad de su liderazgo en la región. Además, según los funcionarios asiáticos entrevistados entre 2004 y 2006, la influencia y el poder de Washington en la región no ha disminuido.

La mayoría de Gobiernos asiáticos maniobran por cubrirse contra el auge de China y consideran una fuerte presencia de EEUU en Asia de importancia fundamental y tranquilizadora.

EEUU, LA OTAN Y LA NECESIDAD DE UNA NUEVA ESTRATEGIA TRANSATLÁNTICA EN EL “GRAN ASIA CENTRAL”


David García Cantalapiedra

El fin de la Guerra Fría terminó en EEUU con una determinada visión estratégica del Cáucaso y Asia Central. En ciertos círculos políticos y académicos norteamericanos se comenzó a considerar esta área incluida en el llamado Gran Oriente Medio, siendo esta zona un territorio que va desde el norte de África, pasando por Egipto hasta el Golfo Pérsico y que incluía el Cáucaso, el Transcáucaso y Asia Central. Ya el Defense Planning Guidance de 1992-1999 establecía esta área como vital: “Our strategy must now refocus on precluding the emergence of any potential future global competitor. These regions include Western Europe, East Asia, the territory of the former Soviet Union and Southwest Asia”. Esta es una visión geopolítica que se mantenía en todos los documentos estratégicos norteamericanos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y que ha trascendido públicamente en las estrategias de seguridad nacional desde la Administración Reagan hasta hoy. Así, EEUU tomará durante la mitad de los años noventa la decisión de acabar con el monopolio del control ruso sobre la energía en el Transcáucaso, desde el Cáucaso a Asia Central. Esta decisión respondía a dos objetivos: evitar cualquier intento de Rusia por volver a controlar las nuevas repúblicas de la zona (interés geoestratégico) y reconocer la importancia del acceso a ese petróleo, reclamado por las empresas norteamericanas (interés energético y económico). EEUU tenía un interés directo en diversificar y aumentar sus suministros energéticos en el ámbito mundial y en la promoción de un rápido desarrollo de las fuentes energéticas del Caspio para reforzar la seguridad energética occidental. Para ello es fundamental la independencia y estabilidad de las republicas centroasiáticas. Esto produjo un giro hacia una política de cooperación en seguridad y defensa con estos regímenes, incluyendo ayuda militar, adiestramiento e intensificación de los ejercicios conjuntos a través del programa de Asociación para la Paz de la OTAN y con la creación del GUUAM, formado por Georgia, Ucrania, Uzbekistán, Azerbaiyán y Moldavia.

Siguiendo el planteamiento estratégico previo, unido a su presencia anterior en Oriente Medio y a la instalación de bases debido a las operaciones en Afganistán, EEUU ha ido desplegando una presencia estratégica y militar en toda la zona, utilizando diferentes mecanismos durante los últimos 15 años, como la reestructuración del Plan de Mandos Unificado y las modificaciones en las áreas de responsabilidad del Mando Europeo de EEUU (USEUCOM) y el Mando Central de EEUU (USCENTCOM). Por ejemplo, en octubre de 1998 el USEUCOM incluía el Cáucaso (Armenia, Azerbaiyán y Georgia), Bielorrusia, Ucrania y Moldavia, mientras que en octubre de 2002 se incluiría a Rusia en su área de responsabilidad. Kazajistán, Kirguizistán, Turkmenistán y Uzbekistán se incluyeron en el USCENTCOM en octubre de 1999. Como vehículos de la estrategia de integrar a los Estados de esta área en las instituciones políticas, económicas y militares occidentales se encontraban la OSCE, la OTAN y sus diferentes mecanismos de cooperación y ampliación. Uno de los mecanismos fue la creación del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte en 1991 y posteriormente el programa de Asociación para la Paz de 1994, que permitía la cooperación militar con los Estados de Europa Oriental, Cáucaso y Asia Central, y facilitaba la relación con EEUU. Desde este punto de vista, y con el desarrollo de la política norteamericana hacia la zona hasta ese momento, podemos observar la racionalidad de la concepción estratégica del Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN en 1999, y la creación de la llamada Área Euroatlántica como área de responsabilidad y actuación para la OTAN, en función de las amenazas crecientes del terrorismo, armas de destrucción masiva y Estados agresores y fallidos, y la creación de estabilidad en la zona euro-atlántica. En este sentido, se habían de entender las sucesivas ampliaciones de la Alianza y los programas de colaboración en el área, incluyendo la instalación de nuevas bases norteamericanas en Rumanía, Bulgaria y Azerbaiyán, reforzando la capacidad de proyección sobre Asia y su presencia en Afganistán, Tayikistán y Kirguizistán.

La política norteamericana desde 2005: el concepto del “Gran Asia Central”

Desgajado del Gran Oriente Medio, el “Gran Asia Central” representa un marco geográfico que incluye desde Turquía y el Cáucaso (Azerbaiyán, Armenia y Georgia) Irán, Asia Central (Kazajistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán) hasta Afganistán y Pakistán. En este sentido, esta concepción responde a una racionalización geográfica de la política de EEUU, más acorde con unas necesidades, intereses y objetivos concretos, sobre todo ante la necesidad de separar los problemas específicos de Oriente Medio, de las lecciones aprendidas en la GWOT, de la competencia energética y las consecuencias de la aparición de “espacios desgobernados” ante posibles Estados fallidos en el Gran Asia Central. Desde 2005 se reevaluó la política hacia la zona por parte del Departamento de Estado, que acabaría significando un enfoque más concreto y claro hacia la franja entre Turquía y China, y los problemas que la aquejaban. Desde este punto de vista también hay que observar la creación de la Oficina para el Centro y Sur de Asia (Bureau for Central and South Asia), absorbiendo la Oficina para Asia Central en febrero de 2006, y que el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes del Congreso norteamericano tras las elecciones de noviembre de 2006 ha establecido un subcomité sobre Oriente Medio y el Sur de Asia. Esta nueva visión se refleja también claramente en que cinco Estados cuya responsabilidad estaba incluida en la Oficina de Asuntos Europeos y Euroasiáticos (Bureau of European and Eurasian Affairs) serán transferidos a la Oficina de Asuntos del Centro y Sur de Asia: Kazajistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Tayikistán y Turkmenistán. Estos Estados de Asia Central se unen a Afganistán, Pakistán, la India, Nepal, Bután, Bangladesh, Sri Lanka y Maldivas.

Objetivos del “Gran Asia Central”

Los principales ejes de actuación en esta concepción eran la GWOT, las relaciones con Rusia y con China, la cooperación de las instituciones euro-atlánticas con la zona y la seguridad energética: se espera extraer unos 4 millones de barriles diarios en 2015, manteniendo una serie de oleoductos y gasoductos que unan el área y que suministren a Europa y EEUU. El Departamento de Estado diseñó una aproximación basada en tres pilares que buscaban un reforzamiento mutuo: cooperación en seguridad, intereses energéticos y comerciales, y reforma política y económica. Para ello sus principales objetivos son facilitar la integración del centro y sur de Asia, parar el tráfico de drogas, e impulsar y favorecer la reforma política y económica, y en lo posible, el imperio de la ley y la expansión de la democracia. En gran medida, el núcleo de esta estrategia es integrar Afganistán, como un aliado principal de EEUU, en el “Gran Asia Central” mediante relaciones económicas con Pakistán y la India, incluyéndolo en el CAREC (Central Asia Regional Economic Cooperation) y el SAARC (South Asian Association for Regional Cooperation), y a través de la Conferencia de Donantes de Londres. La prioridad es la integración regional cada vez mayor del centro y sur de Asia para conseguir la estabilidad a largo plazo de Afganistán y sus vecinos, además de conseguir la exportación energética desde el centro al sur de Asia y la aceleración del crecimiento económico a través del comercio en la región. La Administración Bush considera estos componentes como piezas interconectadas de una visión geoestratégica comprehensiva. A través de la Conferencia de Donantes de Londres se esta invirtiendo en capacidades técnicas para la región, incluyendo transporte y comunicaciones, y el presupuesto de EEUU para el año fiscal 2008 financiará la construcción de infraestructuras relativas al transporte energético. Ambos mecanismos buscan crear un corredor que una la India, Karachi y Almati, permitiendo a la India y Pakistán participar en los asuntos de Asia Central. Incluso la India anunció su interés en la construcción de un gasoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán, apoyado por EEUU.

Desde este punto de vista, la relación estratégica que se fue construyendo desde el fin de la Guerra Fría con la India, la cual se hace oficial en 2005, es prioritaria. En este sentido, los intereses norteamericanos e indios convergen en Asia Central, donde la India tiene una base en Tayikistán: la estabilidad de Pakistán, la contención de la influencia de la República Popular China y de la expansión del terrorismo yihadista y el islamismo radical. De igual forma, la India también busca revivir las relaciones económicas tradicionales con esta área y la utilización de Asia Central como vía alternativa energética, ante su excesiva dependencia del Golfo Pérsico. A la vez, EEUU ha seguido favoreciendo las relaciones con Europa a través de la OTAN con la Asociación para la Paz y la OSCE. Por primera vez un Estado de Asia Central, Kazajistán, esta desarrollando un IPAP (Individual Partnership Action Plan), generalmente reservado para los Estados en los primeros estadios de negociación para su incorporación a la Alianza Atlántica. Otro pilar en esta política es la intervención de Japón en la zona, como uno de los donantes principales de la Conferencia de Londres y a través de la llamada Iniciativa Asia Central + Japón, con un montante de unos 2.000 millones de dólares en 2004. Además, no hay que olvidar el gran interés demostrado por Japón tras la creación por parte de la OTAN de los Global Partners.

Problemas en el diseño del “Gran Asia Central” y el nuevo Road Map para Asia Central

EEUU se enfrenta en el diseño de su política a tres problemas. Primero, la expansión de la OTAN, sobre todo en el caso de Ucrania y Georgia, como se hizo evidente en la Cumbre de la OTAN en Riga en 2006. Esto era claro sobre todo por la oposición frontal de Rusia, pero también por la posición de algunos Estados europeos, poco deseosos de enfrentarse a una serie de problemas enquistados en la zona utilizando los mecanismos transatlánticos, o incluso la OSCE, con la que la UE ha tenido ya diferencias a la hora de abordar problemas sobre derechos humanos, por ejemplo en el caso de Serbia-Kosovo. Además, la UE esta desarrollando la Política Europea de Vecindad en el Cáucaso y hacia Asia Central con objetivos y programas propios.[1] De hecho, la cooperación y división de trabajo entre EEUU y la UE hacia el Cáucaso podría conseguir la resolución de conflictos, sobre todo a través del Grupo de Minsk de la OSCE.

En segundo lugar está el tema energético, siendo uno de los objetivos principales de la política norteamericana es la salida de fuentes energéticas de la zona. Sin embargo, este objetivo tiene dos graves handicaps: la capacidad de explotación y producción es limitada y está dominada por Rusia. Además, gran parte de la infraestructura de oleoductos y gasoductos hacia el sur pasaría por Afganistán y Pakistán. Varios Estados de la zona no desean enemistarse con Rusia derivando parte de sus exportaciones hacia el sur, y están fortaleciendo su participación en la SCO debido al apoyo norteamericano a las “revoluciones de colores”.

Tercero, el problema central del diseño de esta visión estratégica es que se basa en la estabilización de Afganistán y ésta depende de la de Pakistán. El abandono por el ejército paquistaní de las zonas tribales del Waziristán y la Provincia de la Frontera del Noroeste (North-West Frontier o NWF) y la declaración del estado de emergencia convirtieron la ayuda de Musarraf a EEUU en ambigua, por lo que Washington puso sus esperanzas en un gobierno de Benazir Butto como alternativa que acabara con esta situación en la lucha contra elementos yihadistas y talibán. Sin embargo el reforzamiento de esta insurgencia en Afganistán y la progresiva desestabilización de Pakistán tras el asesinato de Butto han terminado con esta posibilidad, incluso contemplándose un empeoramiento progresivo, lo que ha permitido especular con la creación de una confederación de todas las áreas pastunes de Afganistán y Pakistán. Desde este punto de vista, la mejora de las relaciones entre la India y Pakistán sobre Cachemira y los proyectos de infraestructuras conjuntas no parecen suficientes, desde que parece que los servicios de inteligencia paquistaníes está promoviendo movimientos entre la comunidad sij de la India, e Islamabad se enfrenta a una rápida talibanización desde las áreas tribales y la provincia NWF hacia las áreas periféricas pastunes y hacia el propio Punjab. De hecho, hay grupos yihadistas no solo en esas zonas sino en las tres principales ciudades del país: Karachi, Lahore e Islamabad.

Las preferencias en el Departamento de Defensa habían entrado en la llamada Long War desde febrero de 2006, que se refleja en el Quadrennial Defense Review 2006, más acorde con una nueva visión del Departamento de Estado, que daba prioridad en la GWOT a una estrategia más comprehensiva buscando “la disminución de factores como la pobreza, la injusticia y el desgobierno que los terroristas buscan explotar”, tercer objetivo principal de la nueva estrategia nacional contra el terrorismo (US National Strategy for Combating Terrorism). Desde 2001, EEUU ha dotado en seguridad y asistencia a la reconstrucción 14.200 millones de dólares, y para los años fiscales 2007 y 2008 se han pedido 11.800 millones de dólares. Esto significa un aumento significativo comparado con otros años, dando una señal de mayor compromiso por parte de EEUU cuando ha habido muchas críticas sobre el abandono de Afganistán en relación con el enfoque en Irak. Así, la nueva aproximación del Departamento de Estado, aunque había dado sus frutos en Kirguizistán y parcialmente en Tayikistán, empero, no quería decir un pliegue total a la nueva aproximación, ya que la GWOT y ciertos intereses estratégicos de EEUU podían ser incompatibles con ella. Esto se puso de manifiesto en la relación con Uzbekistán y la posición del régimen de Islam Karimov, tras la represión de Andijan en mayo de 2005 y el posterior abandono de EEUU en noviembre de ese año de la base de Kharsi-Khanabad en este Estado.

Estos problemas han hecho que Washington haya estado reconsiderando su política hacia la zona. Esta revisión se vislumbra tras la visita del senador Richard Lugar y del jefe del Mando Central de EEUU, almirante William J. Fallon, a Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, Pakistán y Afganistán. En gran medida, la respuesta norteamericana parece que busca reafirmar los lazos bilaterales sobre todo con Uzbekistán en relación a la GWOT y Afganistán, pero también en relación con el objetivo ya establecido a mediados de los noventa de evitar que Rusia mantenga el control de la zona a través de su política energética. Lugar ha visitado Kazajistán, Azerbaiyán, Ucrania y Turkmenistán, donde ha encontrado total sintonía con los intereses norteamericanos en cuanto a “rutas alternativas para los mercados energéticos mundiales”. Sobre todo existe un gran interés en la participación de Turkmenistán en el proyecto de gasoducto Trans-Caspio. Fallon ha buscado restablecer las relaciones con Uzbekistán tras una reunión con el presidente Karimov y la cúpula de seguridad del país, que podrían llevar a reconsiderar la vuelta a la base de Khanabad y mayor cooperación en la lucha contra el tráfico de drogas con el que se financian los talibán. En este sentido, una visión más pragmática y realista de la postura norteamericana parece dirigida a contrarrestar el acercamiento de los Estados de Asia Central a Rusia y China, no tan preocupados por la falta de democracia y derechos humanos en algunos de los regimenes de la zona.

Conclusión

El giro en la política de EEUU parte del cambio en varios parámetros de la visión general del área y sus problemas. El cambio de la estrategia hacia la “Guerra Larga” (Long War) ha afectado primordialmente al “Gran Asia Central”, aceptando la necesidad de estrategias comprehensivas que incluyan iniciativas regionales, con integración y desarrollo social y económico que ataquen los agravios e injusticias de las que se aprovecha al-Qaeda. Sin embargo, la racionalización de la visión general del área en una nueva estructura regional, aunque busca la integración de Asia Central y del Sur, podría llevar a problemas de seguridad en algunos Estados, que podrían verse en situaciones complicadas entre las diferentes potencias de la zona. Aunque la política de construcción de infraestructuras y transporte de energía alternativa podría servir como instrumento destinado a romper la búsqueda del predominio de Rusia y China sobre Asia Central utilizando la alternativa del sur de Asia, los Estados de Asia Central tienen acuerdos e intereses comunes con Rusia y China en términos de desarrollo económico y seguridad, estructurados bilateralmente y a través de la SCO.

Este panorama señala el proceso de reevaluación tanto por parte de la Administración Bush como por parte de la Alianza desde finales de 2007. EEUU se había pronunciado de manera crítica con el compromiso europeo en Afganistán, en concreto con las contribuciones de tropas aliadas y con las limitaciones impuestas a éstas en las operaciones, cuestión ya discutida con escaso éxito en la cumbre de la OTAN en Riga en 2006. Esta situación era señalada claramente por la visita del secretario general De Hoop a Pakistán en mayo de 2007 y las declaraciones del secretario de Defensa norteamericano Robert Gates en la reunión de los ministros de Defensa del Consejo de Europa del Sureste de octubre de 2007 y en el Comité de Servicios Armados del Senado de EEUU el siguiente diciembre. Pero tanto en la Reunión ministerial de la OTAN en Vilna el 7-8 de febrero como en la 44ª Conferencia de Munich sobre seguridad, la posición de algunos aliados europeos sigue apostando por mantenerse involucrados en las operaciones de estabilización pero no de contrainsurgencia. De hecho, tanto el Pentágono como la Alianza se hayan inmersos en un proceso de revisión de su postura en la zona que probablemente se establezca oficialmente en la cumbre de Bucarest de la OTAN el próximo abril. De hecho, el Pentágono y el USCENTCOM han pensado en aumentar su cooperación militar con Pakistán, enviando militares norteamericanos a ese país para entrenar al ejército paquistaní en contrainsurgencia, como sugiere la visita del almirante Fallon a Pakistán y su reunión con su cúpula militar. A ello se le añade el incremento de tropas en el país, preparándose una posible “oleada” para Afganistán: ya la 24ª Unidad Expedicionaria de la 2ª División de Marines, unos 3.200 efectivos, se está preparando para el despliegue en Afganistán para ayudar principalmente a los canadienses en el Mando Regional Sur.

En este sentido, es urgente la necesidad de una nueva estrategia transatlántica hacia el “Gran Asia Central” y en concreto en Afganistán. Dentro del cambio de la postura de EEUU hacia una aproximación regional y en la OTAN hacia una estrategia comprehensiva, está claro que dentro de la serie de iniciativas que ha desarrollado la OTAN –como la Asociación para la Paz, la Iniciativa Mediterránea y la Iniciativa de Estambul–, sería el momento de que la OTAN lanzara oficialmente una Iniciativa Euroasiática o para el “Gran Asia Central”, aprovechando también la colaboración de los Global Partners ya involucrados como Japón y Australia, pero viendo posibles vías de asociación con la India. En el fondo subyace la necesidad de un cambio de visión, misión y objetivos de la OTAN: la Alianza se ve progresivamente impulsada a adoptar en alguna forma un papel global en la seguridad internacional, desde que las amenazas (y no solo el terrorismo) son globales en origen, desarrollo o consecuencias. A esta decisión se deberá aplicar la Alianza en los dos próximos años o quedar progresivamente en la irrelevancia, con lo que ello significaría para las relaciones transatlánticas y, en definitiva, para la seguridad y estabilidad internacional.