22 de abril de 2009

LA POLÍTICA EUROPEA DE BARACK OBAMA: TRES MESES DE NUEVA RELACIÓN TRANSATLÁNTICA


Juan Tovar Ruiz

Introducción

La noche del 4 de noviembre de 2008 en Grant Park, Chicago, miles de personas vibraban emocionadas con el discurso de la victoria del que es el primer presidente negro de la historia de EEUU: Barack Hussein Obama. Al otro lado del océano, en Europa, millones de personas seguían enfervorizadas el discurso de unidad, cambio y reconciliación que daba el flamante vencedor de las presidenciales, poniendo sus esperanzas en el nuevo presidente, que parecía anunciar una nueva era de cooperación y fraternidad entre individuos y naciones.

Pero, ¿en que ha afectado el citado cambio a la UE y a las naciones que la componen en lo que respecta a su nueva política exterior?, ¿comienza una nueva era del multilateralismo, supuestamente desterrado por la Administración Bush?, ¿ha estado justificado el optimismo de millones de europeos respecto de la nueva política exterior o realmente ha continuado con las líneas ya emprendidas por la precedente?, ¿existe realmente la “armonía” tal y como dice la secretaria de Estado Hillary Clinton en las relaciones con sus antiguos aliados?

Para poder responder a todas estas cuestiones es necesario realizar un análisis de las líneas de política exterior desarrollada en sus primeros meses por parte de la nueva Administración en relación a la UE y los Estados miembros en algunas de las cuestiones prioritarias para la misma.

La herencia de la Administración Bush en Europa y las expectativas de cambio atendiendo al programa del nuevo presidente


Si existe un elemento predominante entre los que la Administración Bush ha dejado en herencia al presidente Obama en las relaciones transatlánticas, este sería el factor división. La división de posiciones en torno al conflicto de Irak de 2003, entre Francia y Alemania por un lado y el Reino Unido, la España de Aznar, Italia y los Estados de Europa del Este por el otro, han dañado la relación entre EEUU y Europa como pocos, afectando incluso a la propia OTAN.

El ejemplo más ilustrativo de la fractura producida es la famosa respuesta de Donald Rumsfeld expresada en la entrevista realizada por el periodista holandés Charles Groenhuijsen el 22 de enero de 2003, en relación a la intervención en Irak, en la que distinguió entre aquella “Vieja Europa” que se negaba a asumir los dictados de su Administración en el citado conflicto y la “Nueva Europa”, compuesta por aquellos Estados europeos que si los asumían.

A pesar de que en su segunda legislatura, la Administración Bush suavizó notablemente las formas de la mano de la secretaria de Estado Condoleeza Rice y del cambio de dirigentes políticos en Europa, en especial con el ascenso en Francia y Alemania de Sarkozy y Merkel, de orientación más pro-americana que sus predecesores, el daño a las relaciones transatlánticas ya estaba hecho.

Parece que solo un cambio de Administración y de dirigentes podría reconciliar definitivamente a Europa con EEUU, ante la gravedad de los errores cometidos por parte de la Administración precedente. Este deseo de unidad y también de recomposición de la antigua alianza atlántica explican el entusiasmo con que tanto los ciudadanos europeos, (en cotas que superan el 70% de apoyo en algunos Estados de Europa Occidental) como sus dirigentes, han acogido al nuevo presidente.

No obstante, a pesar del entusiasmo producido y del comprensible deseo de cambio y recomposición de las relaciones con Europa, hemos de analizar no solo lo que significa Obama para Europa, sino también lo que significa Europa para Obama.

Si nos retrotraemos a la pasada campaña electoral americana, el programa presentado por el entonces candidato demócrata en relación a política exterior que se proyecta a través de la prestigiosa revista Foreign Affairs plantea en relación a la cuestión un gran número de interrogantes.

En la práctica, la UE solo aparece como entidad unitaria en relación a un tema que en principio parece tener una relevancia secundaria, pero del que el próximo presidente ya ha hecho bandera, la cuestión del cambio climático. En el citado apartado se sitúa a la UE como un igual respecto de otro tipo de actores entre los que destacan China, la India y Rusia.

Europa parece ser citada en aquellas cuestiones relativas a la seguridad o las consideraciones estratégicas y en asuntos prioritarios para Obama como Afganistán, bajo el término genérico de aliados, y más que hacer referencia a Europa como un todo; Obama prefiere otorgar protagonismo a cada uno de los Estados miembros, como aquellas entidades que le aportarán los recursos necesarios para llevar a cabo sus objetivos políticos.

Más aún, en el apartado relativo a la reconstrucción de las alianzas, la más proclive desde el punto de vista europeo a proyectar una recomposición clara de las relaciones atlánticas, de Europa no existe más referencia que un breve pasaje en relación a la OTAN. Esto además contrasta con la relevancia otorgada a las relaciones con las potencias emergentes y especialmente con Asia, en casos destacables como los de Corea del Sur, Japón y China en lo que respecta al establecimiento de relaciones que “vayan más allá del ámbito bilateral”.

Este posicionamiento ha quedado de forma clara determinado por la gira de la secretaria de Estado por Asia a finales de febrero, donde literalmente, y en especial en relación con la autocracia china, ha apartado de la agenda toda referencia al respeto de éstos regímenes por los derechos humanos, anunciando los dos nuevos principios por los que se regiría la nueva Administración norteamericana. (1) poder inteligente; y (2) armonía de intereses. También ha sido así en la propuesta de un incremento del poder decisorio de las potencias emergentes en el FMI, durante la reciente cumbre del G-20 en Londres.

Para encontrar referencias claras en lo que respecta a la reconstrucción de las relaciones transatlánticas y a la propia Europa, debemos acudir más bien al programa de la secretaria de Estado Hillary Clinton, en quien según determinados posicionamientos ha cedido en buena medida la política exterior el nuevo presidente. Hillary Clinton desarrolla una visión que se alinea mucho más con las expectativas europeas, que la del propio Obama, y no solo en lo que respecta a las críticas a realizar en relación al supuesto unilateralismo de la Administración Bush, la oportunidad perdida del 11 de septiembre con la guerra de Irak, o la denuncia de las divisiones que se produjeron a raíz de ésta, sino que va más allá.

La secretaria de Estado consideró desde un primer momento que la recuperación de las relaciones entre EEUU y Europa es una cuestión de primer orden, con la que hay que comenzar enseguida a fin de restaurar el maltrecho liderazgo de EEUU en Occidente y avanzar en cuestiones vitales para la seguridad de EEUU como la lucha antiterrorista. Hizo referencia asimismo a la necesidad de trabajar en especial con tres Estados: Alemania, Francia y el Reino Unido, a cuyos nuevos líderes otorga una relevancia fundamental.

A la vista de todo lo anterior, hay una primera conclusión a la que se puede llegar con facilidad, confirmada además con posteriores hechos. La importancia que la Administración Obama otorga a Europa viene determinada por la necesidad de su concurso para reconducir algunos de los principales desafíos a los que se enfrenta, como los de Corea del Norte, Irán, Rusia y Afganistán, y no por idealismo o altruismo como prefieren pensar algunos. Europa no es necesariamente una prioridad para Barack Obama. En caso de que el propio Obama, enfrascado en la actualidad como la mayor parte de gobiernos en hacer frente a la crisis que vive la economía americana, refuerce la relación existente entre EEUU y Europa más allá de ese punto, será gracias a algunos de sus colaboradores más cercanos o a la evolución de las circunstancias internacionales más que a su propio impulso, que desde un principio ha priorizado el fortalecimiento de relaciones con Asia antes que la reconstrucción de la alianza estratégica con Europa.

Teniendo en cuenta lo ya afirmado debemos analizar asimismo la relevancia del papel de Europa en algunos de los desafíos más importantes que afrontará la próxima Administración estadounidense y que necesitarán de su participación y asistencia.

Europa y los principales desafíos externos de la nueva Administración: las amenazas nucleares, Afganistán y Rusia

Quitando las cuestiones de carácter humanitario o el asunto del cambio climático, las prioridades sobre seguridad nacional e internacional de la nueva Administración, son en esencia cuatro: (1) las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos, en la que es bastante probable que Europa tenga un papel menor; (2) las cuestiones nucleares de Irán y Corea del Norte; (3) Afganistán; y (4) Rusia. Europa participará en las tres últimas y, especialmente, en relación con los asuntos afgano y ruso, considerando, eso sí, que la situación iraquí se mantenga con una cierta estabilidad cuando los acuerdos firmados para reducir la presencia norteamericana en este país se cumplan.

No parecen por el momento probables grandes cambios en la política de Obama en relación a la cuestión nuclear iraní, especialmente mientras tengan abiertos los flancos afgano e iraquí. La cuestión a corto y medio plazo parece que se mantendrá como ha sucedido hasta el momento en torno a la negociación con el gobierno de Ahmadineyad y la amenaza de sanciones que han venido realizando tanto EEUU como los gobiernos europeos. Y eso pese a los llamamientos de Obama a la reconciliación y al diálogo en asuntos como el de Afganistán, con un país que ha hecho del antiamericanismo una doctrina oficial.

No obstante, el propio Obama, que dice preferir el uso del soft power, no ha descartado como última solución el uso de la fuerza si no funcionan las medidas diplomáticas. Sin embargo, la posibilidad de que esto ocurra, dadas las posiciones propia y la de algunos miembros de su gabinete son bastante pequeñas. El reforzamiento de las negociaciones en torno a éste asunto parece a corto plazo la alternativa más viable.

El lanzamiento de misiles por parte de Corea del Norte es otro de los grandes desafíos a los que se ha enfrentado y que muy probablemente no sea sino un capítulo más de las tensas negociaciones que se vienen sosteniendo en la península desde hace años. No obstante, también es una prueba de que la armonía de intereses únicamente funciona cuando una de las partes cede. También es una constatación de que las autocracias no occidentales siguen siendo un desafío importante para la diplomacia y la política exterior occidental, pese a la excesiva confianza en el diálogo del presidente Obama, que deberá ayudarle a superar además la oposición de China al establecimiento de nuevas sanciones a su aliada en el Consejo de Seguridad.

A efectos europeos, el concurso tanto de la UE como de los propios Estados miembros en el caso afgano tiene muchísima más relevancia. Obama en su programa y en sus discursos y debates celebrados durante la campaña presidencial, ha hecho, al igual que Hillary Clinton, un enorme énfasis en la necesidad de reconducir la cuestión afgana. Ha criticado fuertemente al presidente afgano Hamid Karzai y a su administración por la ineficiencia demostrada, no pudiendo extrañar a nadie que el mismo pasase a un segundo plano de la escena política afgana a corto o medio plazo. No es para menos, la situación en el Estado afgano es bastante lamentable, contrariamente a la evolución en el caso iraquí, donde la mejora de la situación le ha valido la continuidad en el cargo al actual secretario de Defensa Robert Gates.

En Afganistán tenemos una administración ineficiente y corrupta que no controla más que la capital, un PIB compuesto mayoritariamente de rendimientos derivados del narcotráfico, donde los señores de la guerra mantienen su influencia política y donde los supuestamente desterrados talibán siguen avanzando, poniendo en peligro no solo la seguridad americana, sino la de la propia Europa. Obama ha decidido reconducir la situación y establecer una democracia estable y modélica en el país siguiendo las políticas de Paz Democrática que su asesor Anthony Lake inauguró en 1993. Esto es algo que hasta el momento la Administración Bush ha sido incapaz de hacer con sus políticas de imposición de la democracia y cambio de régimen por la fuerza, que si hacemos caso al reelegido secretario de Defensa, ya no se volverán a repetir.

Naturalmente, para hacer de Afganistán un Estado serio y para conseguir el establecimiento de una democracia próspera, estable y segura, de las que no hacen la guerra a otros regímenes de su tipo (como la Academia nos ha venido a enseñar), será necesario poner recursos tanto humanos como dinerarios. Este es el momento en el que Europa entra en juego. O al menos es lo que pensaba la Administración Obama.

La otra gran cuestión en materia de seguridad a la que tiene que hacer frente Obama y que afecta no ya como colaborador, sino de forma directa a la propia Europa es la rusa, asunto crucial para sus firmes aliados de Europa del Este. La Guerra de Osetia del Sur, producida como consecuencia de la imprudente ofensiva del presidente georgiano Saakashvilli y como revancha y advertencia por la secesión de Kosovo y la reciente ampliación de la OTAN en las antiguas zonas de influencia soviética, ha tenido como saldo una Rusia más fortalecida que reafirma su control sobre la política energética, vital para Europa Oriental y Central.

Además, le ha permitido parar en seco los proyectos de expansión de la democracia en la zona y desafiar la política estadounidense en otras regiones del globo, apoyando junto con su aliada China a algunos de los regímenes más cuestionables (y antioccidentales) de África, Asia y Latinoamérica. De hecho, una de las primeras decisiones por parte del presidente ruso Medvedev, nada más conocerse la victoria de Obama, fue la de instalar misiles en la zona de Kaliningrado, la antigua Königsberg, en respuesta precisamente al establecimiento del escudo antimisiles en la República Checa y Polonia, en lo que se considera como un primer desafío a la nueva Administración norteamericana en la zona, provocando la indignación en Europa Central y Oriental.

Por si fuera poco, la cumbre de la OTAN del 2 de diciembre de 2008 paró en seco la ampliación, congelando la entrada de Georgia y Ucrania en la Alianza Atlántica como resultado de la presión de los Estados de Europa Occidental frente al criterio de Europa del Este. A esto cabe añadir el anuncio realizado por el presidente Medvedev de mediados de marzo en relación a la modernización de su ejército e incremento del gasto militar. No obstante, este proyecto podría verse retrasado como consecuencia del impacto de la crisis financiera y del brusco descenso de los precios de la energía.

Rusia se ha mostrado como un actor de relevancia fundamental en la zona y sus acciones han provocado fricciones entre los Estados de Europa Occidental, interesados en la energía rusa, y una Europa Oriental que todavía recuerda con temor la era de dominación soviética y que acude a EEUU ante la necesidad de una protección que una UE que militar y políticamente no se ha decidido aún a despegar, no está en condiciones (ni interesada) en ofrecer. Es bastante probable que la posición más negociadora de Obama y sus asesores con Rusia provoque aún más fricciones entre Europa Occidental y Oriental, por lo que en previsión de tal situación es posible que se aceleren proyectos planteados, como el gaseoducto turco, no porque el gobierno turco sea más fiable que el ruso, sino para incrementar la diversidad de proveedores ante la alarmante dependencia energética europea.

No obstante, negociar con el escudo antimisiles que se prevé instalar en Polonia y la República Checa, respecto del cual y a priori la Administración estadounidense parece no querer renunciar, puede servir para llevar a cabo el tan cacareado acuerdo de desarme, anunciado en la reciente cumbre de Estrasburgo, que en la práctica parece que no se materializará nunca. EEUU y Europa deben, además, trabajar juntos para que Kosovo, que en la práctica funciona como un protectorado europeo, se convierta en un Estado viable y soberano. Esto es algo que no parece fácil, pero que es necesario a efectos de minimizar los daños ya producidos, debiendo contar si es posible con el concurso de la propia Rusia. Todo ello, sin entrar aquí a valorar el debate suscitado en torno a la precipitación y falta de reflexión sobre su independencia de Serbia.

La creación de una nueva relación transatlántica desde la perspectiva europea: el mito del multilateralismo

Llegados a este punto, debemos preguntarnos sobre la posibilidad de construir una nueva relación atlántica con el presidente de EEUU, tal y como desean los principales líderes europeos, basada en los principios del multilateralismo y la confianza mutua, supuestamente resquebrajadas por la Administración Bush. Respecto de ésta posibilidad y a mi entender, la respuesta sería afirmativa siempre y cuando se produjese, tal y como reconoce el politólogo e investigador estadounidense James P. Rubin, una cesión por parte de EEUU en determinados temas especialmente sensibles para la UE y sus Estados miembros, como son entre otros la cuestión del cambio climático, el cierre de Guantánamo, la suavización de la denominada “guerra global contra el terror” o una mayor neutralidad americana en el conflicto entre israelíes y palestinos. Este nuevo tipo de relación sería especialmente útil de cara a los desafíos ya enunciados a los que se enfrentan tanto EEUU como la propia UE, tratados en las cumbres de Londres, Estrasburgo y Praga. La Administración Obama ya está dando algunos pasos correctos en esta dirección, pero será necesario esperar ulteriores acontecimientos para poder confirmarlo a este respecto.

Cuestión diferente es la del multilateralismo. Algunos de los principales líderes de la UE, como Durão Barroso y Javier Solana, han presentado al presidente Obama como el paladín del multilateralismo. Sin embargo, los líderes como la opinión pública europea deberían comenzar a corregir sus percepciones erróneas al respecto, pues ni Barack Obama es más defensor del multilateralismo de lo que lo fue Clinton, ni la Administración Bush fue quien acabó con esta forma de entender la política exterior en EEUU. En realidad la cuestión del mitificado multilateralismo es mucho más lejana y su final debería situarse en 1993, con el conflicto de Somalia y la creación de la nueva Doctrina Clinton, que puso fin al que probablemente fuese el único período de la historia de EEUU donde el multilateralismo en sentido estricto fue aplicado, el de Bush padre.

Más aún, Anthony Lake, que hoy es uno de los principales asesores en cuestiones internacionales de Obama, lanzó un discurso muy revelador en ese sentido el 21 de septiembre de 1993, siendo entonces consejero de Seguridad Nacional de Bill Clinton. En ese discurso, realizado en la Universidad Johns Hopkins de Washington, afirmaba que EEUU debe actuar de forma unilateral cuando sea necesario para poder defender sus intereses nacionales y desarrolla una nueva estrategia que consistiría en expandir la democracia como forma ideal de gobierno para lograr la consecución de la estabilidad, la seguridad y el desarrollo económico en Estados considerados clave como Irak, siguiendo los planteamientos de la Teoría de la Paz Democrática.

Por tanto, aunque Obama haya desarrollado una política más negociadora y menos activista que la de su predecesor, George W. Bush, no parece probable que sus reacciones a los desafíos que se le planteen sean más multilaterales que las que se dieron en conflictos como los de Kosovo –con Bill Clinton– o Afganistán –con George W. Bush–, unas guerras que investigadores como Ulrich Beck denominarían ilegales pero legítimas. Su decisión unilateral al respecto en el asunto de Afganistán, sin esperar a las cumbres de Estrasburgo o Praga para consultar con los aliados europeos el incremento de tropas y recursos, es el mejor ejemplo de ello.

Una relación transatlántica fundada en la “armonía de intereses”: la perspectiva norteamericana

El viaje de la secretaria de Estado a Asia ha servido para exponer al mundo los principios sobre los cuales se asentará la política exterior de la Administración Obama. El primero es el poder inteligente, creación de uno de los principales autores del Liberalismo Transnacional, Joseph Nye, que preconiza la utilización inteligente de las dos vías de influencia que tiene el Estado para actuar a nivel internacional: el “poder duro” (medidas de coerción militares y económicas) y el “poder blando” (capacidad de influencia a través de medidas diplomáticas y culturales).

La segunda, la actualización de uno de los principios más antiguos del idealismo wilsoniano del período de entreguerras: la denominada “armonía de intereses”. Esta doctrina liberal presupone que los intereses nacionales y los internacionales pueden ser armonizados, superando con ello cualquier forma de conflicto suscitado a nivel internacional. Naturalmente, las autocracias del período de entreguerras hicieron imposible semejante utopía, criticada en su momento por la genial obra del historiador Edward Carr La crisis de los 20 años. Sin embargo, la nueva Administración norteamericana parece haber puesto de moda otra vez el citado pensamiento utópico.

La armonía de intereses presupone que el conflicto no es inherente al ser humano y constituye, de la misma forma que la paz democrática, un intento de superación definitiva del mismo, convirtiendo este enfoque en un elemento profundamente cuestionable como guía para desarrollar una política exterior. La reacción negativa de los Estados europeos a la solicitud de ayuda por parte de la Administración Obama en relación a algunos de los desafíos ya comentados es el mejor ejemplo de esto. Ni que decir tiene que si ésta es la reacción de las democracias liberales occidentales, la reacción de las autocracias no occidentales será naturalmente aún más decepcionante.

En la práctica, solo hay dos maneras de llegar a la citada armonía de intereses. La primera es dejando que las relaciones de poder se impongan por sí mismas, esto es, que la armonía de intereses quede a beneficio de aquellos que están situados en una mejor posición, tal y como el propio Carr puso de manifiesto en su momento. La segunda es mediante la cesión en los intereses propios, indudablemente la más irreal de todas, salvo que tomemos en serio la irresponsabilidad de nuestros representantes en política exterior. Por supuesto, habría una tercera vía, probablemente la más realista, que es pensar pura y llanamente que la “armonía de intereses” en realidad no existe, algo de lo que la Administración Obama podría llegar a ser consciente muy pronto.

Conclusiones

Hacia una relación transatlántica más realista

En definitiva, y visto todo lo ya expuesto, no se han dado grandes cambios en las prioridades de la nueva Administración norteamericana en relación a su política exterior y de seguridad nacional con respecto a Europa. En estas cuestiones, muchas de las circunstancias vienen ya dadas y si Obama puede concentrarse en la cuestión afgana es porque Irak, al cual va a mirar de reojo, le ha dado un respiro.

Europa ha entendido, tal y como se ha puesto de manifiesto en las recientes cumbres, que aunque considere positivo que la Administración norteamericana cuente con ellos a la hora de aportar fondos y recursos, no puede ser la única pagadera y aceptar más responsabilidad de la que tiene, asumiendo la de la Administración norteamericana como parece que va a ocurrir con los presos de Guantánamo.

La situación de Europa Oriental será otro de los asuntos problemáticos a tener en cuenta con la nueva Administración. Tras la Guerra de Osetia del Sur se debe negociar con una Rusia fortalecida en asuntos clave como el escudo antimisiles o la cuestión energética, evitando provocar fricciones con los socios de Europa Oriental que deterioren el ya de por sí frágil equilibrio de la UE en estas cuestiones.

Debe tenerse en cuenta, además, la actitud hostil de Rusia hacia las políticas desarrolladas por EEUU y Europa, especialmente en lo que respecta a cuestiones como la expansión de la democracia en sus zonas de influencia o su apoyo a una gran pluralidad de regímenes autocráticos o semidemocráticos, que van desde la junta militar birmana a la Venezuela de Chávez, con cuyo apoyo han sido legitimadas para llevar a cabo sus proyectos. Por otro lado, hay que considerar que Rusia es un actor imprescindible en la negociación nuclear iraní, en el asunto kosovar y en la política energética europea, lo que hace de estas negociaciones un asunto especialmente delicado, que implica la necesidad de que EEUU y Europa jueguen sus cartas de forma unitaria e inteligente para contener y atraer a Rusia en función de los intereses de Occidente.

Observadas la perspectiva europea y americana del asunto, cabe preguntarse que es lo que han aportado posicionamientos como la armonía de intereses o el multilateralismo a las Relaciones Transatlánticas en los acontecimientos más recientes y a los desafíos que planteamos inicialmente. Tal y como se ha puesto de manifiesto en las cumbres de Londres, Estrasburgo y Praga, la teórica armonía de intereses a la que hacía referencia la secretaria de Estado, en la práctica no se ha materializado ante la divergencia de opiniones e intereses sobre la forma de hacer frente a la crisis económica, sobre la acogida de presos de Guantánamo, sobre la entrada de Turquía en la UE, sobre la aportación de recursos y tropas en Afganistán y sobre la elección de un nuevo secretario general para la OTAN.

Europa tampoco debería llamarse a engaño ni hacerse ilusiones en lo que respecta al multilateralismo mítico. La política exterior de Barack Obama, pese a lo dicho en las recientes cumbres, no ha apostado necesariamente más que otras recientes por éste, tal y como se ha puesto de manifiesto en relación al asunto afgano. No obstante, sí parece claro que desarrollar una política menos activista y más negociadora que la de la Administración Bush puede facilitar el entendimiento futuro con Europa.

Queda además añadir que en tanto Obama se perdía en discursos sobre paz y desarme nuclear, Corea del Norte lanzaba su misil, poniéndole en evidencia ante sus aliados y haciéndoles ver a todos que las cosas no son tan fáciles como se plantearon inicialmente y que más allá de su burbuja idealista hay problemas reales que requieren la atención de todos.

Si la mejor receta para el conflicto es la determinación de hacerle frente en cada momento, no cabe perder la esperanza de que la Administración Obama y los propios europeos recapaciten y puedan construir una nueva relación transtlántica. Esta relación debería constituirse sobre las bases de un realismo compartido, mediante la adopción de mecanismos de reacción, eficientes, eficaces y sobre todo razonables, acometiendo la necesaria modernización de la OTAN y de otras organizaciones europeas como la OSCE y no sobre moldes utópicos como la “armonía de intereses” o el multilateralismo, que per se no aportan soluciones a los problemas reales que ambas orillas del Atlántico tienen en común.

LOS EJÉRCITOS SE PREPARAN PARA EL COMBATE URBANO


Philippe Leymarie

Beirut, Mogadiscio, Grozni, Mitrovica, Kabul, Abiyán, Gaza… Tres cuartos de los conflictos se desarrollan hoy en día en centros urbanos, en medio a las poblaciones, cuando no en contra de ellas. Las doctrinas, las tácticas y las estrategias militares sufren transformaciones y se desdibujan las fronteras entre defensa y seguridad.

“Nunca hubiera imaginado entrenarme un día en un campo que sirvió antes a mis antiguos adversarios (sonreía, en noviembre de 2007, el coronel francés Pierre Esnault). El Muro realmente cayó…”. El coronel comandaba en ese momento el Primer Regimiento de Tiradores de Epinal (Vosges, Francia), en ejercicio en Altengrabow, una antigua base soviética situada a 60 kilómetros al sur de Berlín que había funcionado como campo de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial. Abandonados, invadidos por la vegetación, algunos monumentos celebran allí la marcha victoriosa del Ejército Rojo sobre la capital alemana. Con sus interminables filas de cuarteles desafectados que se extienden sobre más de 8 km2, este campo, hoy administrado por la Bundeswehr, es el único en Europa que puede servir de teatro a un ejercicio de gran amplitud en un medio urbano.

Aunque habían sido debidamente advertidos, los berlineses –que desde principios de los años ’90 no asisten al espectáculo de una ocupación militar– quedaron estupefactos ante un despliegue tan masivo de soldados franceses: 1.500 hombres, 450 vehículos –un centenar de blindados–, decenas de helicópteros y aviones, destacamentos de fuerzas especiales, de inteligencia militar, e incluso de cinotécnica (perros), enviados durante tres semanas a 900 kilómetros de sus bases en el este de Francia, para librar una “Batalla de Rosenkrug”, que simulaba la recuperación de una importante localidad.

“Arrasar ya no es aceptable”

En Francia, se han multiplicado los ejercicios urbanos en condiciones más reales: 800 militares y 200 carros blindados se desplegaron en abril de 2008 en la ciudad de Sedan, durante una maniobra predominantemente logística que puso el acento en el tratamiento de los heridos, la protección de los convoyes y la evacuación de los residentes, “en correspondencia con los compromisos militares actuales: Kosovo, Afganistán, Costa de Marfil, Líbano”, según señaló el Ministerio de Defensa.

El mes siguiente, la maniobra “Anvil 08”, en el marco de la preparación de la Fuerza de Reacción Rápida de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) puso a 1.500 hombres frente a cuatro edificios de la marina nacional, en las playas y en la ciudad de Fréjus (departamento de Var), para probar la “seguridad y la evacuación de la población ante una amenaza de grupos paramilitares y terroristas”. En 2007, un ejercicio de combate urbano “en tamaño natural”, con 1.200 militares y un importante apoyo aéreo, fue llevado a cabo por la 11ª Brigada Paracaidista en el centro de la ciudad de Cahors, en el departamento de Lot.

A partir de 2005, el “mandato Azur” (Acción en Zona Urbana) impuso a dos grandes brigadas de combate del ejército terrestre francés “reforzar su capacidad para actuar en zonas urbanas, cualquiera sea la intensidad del combate, y al mismo tiempo llevar a cabo operaciones humanitarias en beneficio de la población, ante un adversario cuyo armamento y modos de acción son cambiantes”, una directiva que se extendió, a partir del año pasado, al conjunto de las brigadas, obligadas ahora a familiarizarse con el combate en “zonas habitadas”.

Esta toma de conciencia se apoya en primer lugar en datos demográficos, ya que la población de las ciudades se ha multiplicado por cinco desde el comienzo del siglo pasado. Más de 280 aglomeraciones del mundo superan el millón de habitantes; y 26 tienen más de siete millones de almas. En 2025 se espera que dos tercios de los ocupantes del planeta sean urbanos; y algunos apuestan a que llegarán al 85% en 2050… Tradicionalmente, las ciudades más grandes concentran los principales poderes (político, económico, social, cultural); conforman una encrucijada de comunicaciones (transporte y telecomunicaciones) y un espacio mediatizado que actúa como una caja de resonancia.

En línea con las guerras mundiales del siglo XX y el conflicto “Este-Oeste”, los ejércitos habían sido diseñados para batallas en llanuras, en terrenos despejados, es decir, vastas extensiones principalmente rurales con “frentes” que se desplazaban según los avances o retrocesos de las unidades de infantería, apoyadas por los carros blindados, la artillería y los cazas aéreos. “Durante los 45 años que siguieron a la rendición de Alemania, señala el general Yves Jacops, ex comandante de la Escuela de Aplicación de la Infantería, generaciones de soldados prepararon la guerra total: el Pacto (de Varsovia) contra la Alianza (Atlántica). La guerra urbana era prácticamente inexistente. En los reglamentos de infantería, se hablaba púdicamente de ‘combate en localidades’” (1).

Cuando la guerra se hacía urbana –como en Berlín en 1944, y más recientemente en Grozni, en Chechenia– el choque de los ejércitos dejaba un terreno y una sociedad devastadas: “¡No vamos a rehacer la batalla de Stalingrado! –afirmaba en un video del Estado Mayor francés un falso ‘general Urbano’, presentado como uno de los ‘padres’ de la reforma ‘Azur’–: Arrasar, como en 1944, ya no es aceptable”.

La situación ha cambiado, explica otro oficial: “Los nuevos modos de acción deben minimizar los daños colaterales. En primer lugar interviene el ejército, para calmar el juego, pero luego debe pasar lo más pronto posible la posta a la policía y a las instituciones civiles: no nos interesa romper lo que mañana a la mañana debemos reconstruir”.

Una nota de la Fundación para la Investigación Estratégica (2) resume: “Durante la Segunda Guerra Mundial, se bombardeaban ciudades enteras (Londres, Dresde); en Vietnam, se focalizaba en un barrio; hoy, en Irak y en los territorios palestinos, se trata de un inmueble, incluso de la ventana de un piso de ese inmueble…” (3).

Nuevo enfoque del campo de batalla

A diferencia de los grandes teatros de batalla de fronteras o de regiones, el espacio urbano es un laberinto con varias dimensiones: los subsuelos (sótanos, cimientos, alcantarillas, playas de estacionamiento, subterráneos, vías subterráneas); las calles, plazas, callejones sin salida; y los edificios de varios pisos, en configuraciones de todo tipo (centros históricos, arterias comerciales, sectores urbanizados, barrios, supermercados, inmuebles de gran altura). Esta maraña le ofrece al beligerante, sobre todo si goza del apoyo de una fracción notable de la población –un rasgo propio de los conflictos “asimétricos” de este momento– una “opacidad protectora” que le permite a un adversario juzgado como más débil, encontrar una ventaja táctica.

En este nuevo enfoque del campo de batalla, la presencia de la población es un dato central, ya que frecuentemente es víctima, pero a veces es actora de los conflictos (por turnos, separada o simultáneamente). En la ciudad, señala el coronel Nicol, “la amenaza viene de todas partes. Cada calle, cada barrio puede convertirse en un microteatro de operaciones. La mayoría de las veces, las unidades están compartimentadas o distribuidas. Usted se encuentra permanentemente en situación de ‘duelo’, cualquiera sea el sistema de armas. Usted debe tratar de ubicar, entre los habitantes, quien está implicado, quien es activo, peligroso, y quien no lo es, lo que resulta delicado. Y siempre está actuando bajo la mirada de los medios…”.

El coronel Pascal Langard, jefe del batallón francés en el seno de la Fuerza de Mantenimiento de la Paz en Kosovo (KFOR), pensaba –tras una nueva serie de incidentes en marzo de 2008, en Mitrovica, Kosovo (4)– que “el combate en el seno de poblaciones es sin duda uno de los más difíciles, porque no puede resumirse en la destrucción del adversario”. Este oficial insiste, como muchos otros, en la “necesidad de controlar la violencia”, una tarea muy compleja, porque dentro de una misma multitud de manifestantes varían las motivaciones, los actos reales y los medios utilizados; la situación misma evoluciona rápidamente, tanto desde el punto de vista del lugar como del tiempo. Este contexto impone “una gran sangre fría, una cohesión perfecta, y una confianza sin fallas en los subordinados” (5).

La preocupación por contener el nivel de violencia, especialmente en los conflictos de tipo insurreccional que terminan en una “guerrilla urbana”, requiere acciones directas, las más de las veces “de contacto”: los militares buscan un “objetivo”, de manera “quirúrgica”. Para el jefe de batallón Charles Arminjon, este tipo de combate “requiere una concentración intelectual muy fuerte”, ya que cada unidad es llamada, generalmente en circunstancias en las que reina el desorden, a desarrollar sus propios métodos y soluciones.

“Es importante –estima el coronel Vincent Pons, jefe de operaciones de la 27ª Brigada de Infantería de Montaña– instalar rápidamente una relación de fuerzas favorable, practicar una integración entre las armas hasta en los escalones más pequeños, y asegurar una significativa protección blindada del personal”. “La guerra urbana es una integración de todos los efectos y sensores”, explica el coronel Didier Leurs, coordinador desde 2007 de esta “política Azur” del ejército de tierra francés. Una acción de este tipo, a menudo sin preaviso, realizada en plazos cortos, con necesidades logísticas multiplicadas, requiere un stock de municiones diez veces más importante que en pleno campo, así como una cantidad suficiente de vehículos blindados, tanto para apoyo como para protección; y, sobre todo, tropas constantemente entrenadas porque “en el espacio de seis meses se pueden olvidar los reflejos y los procedimientos, y perder la capacidad de recibir golpes duros”, agrega un instructor del Centro de Entrenamiento para Acciones en Zona Urbana (Cenzub).

En los Estados Mayores se trata de codificar esta nueva forma de combate en base a las intervenciones de los estadounidenses en Bagdad y en Fallujah, y de los británicos en Basora, en Irak; de los rusos en Grozny en los años 1990; de los europeos en Pristina y Mitrovica, en Kosovo; de los israelíes ante la resistencia palestina… También se mencionan los lejanos recuerdos de la Batalla de Argel, en los años 1960, cuando los “paras” (paracaidistas) franceses del general Marcel Bigeard se enfrentaron con los mujaidines del Frente de Liberación Nacional (FLN), en la casbah.

En el Ministerio de Defensa francés, la secuencia denominada del “hotel Ivoire” en Abiyán (Costa de Marfil) en noviembre de 2004, fue minuciosamente disecada: después del bombardeo a un cuartel de la fuerza Licorne, en Bouaké, y de la destrucción, por orden de París, de la pequeña aviación de caza marfileña, los militares de la operación francesa “Licorne” debieron enfrentar, con medios de guerra, a una multitud hostil. Era un contexto de motín: “Ese día –dice un oficial–, el ejército de tierra no desempeñaba su papel. Gracias a la sangre fría de las unidades desplegadas ante el hotel, hubo un mínimo de víctimas (6). Pero se iba hacia un linchamiento generalizado. Por eso la necesidad, cuando en el lugar no hay personal especializado del tipo ‘gendarmes móviles’, de disponer al menos de unidades de infantería entrenadas en el mantenimiento del orden y equipadas en consecuencia”, con medios de protección y armas de “letalidad reducida” (ALR).

Las operaciones de contra-insurrección en Irlanda del Norte desde los años 1960, y el mantenimiento de la paz en los Balcanes en los años 1990, dieron lugar a “útiles experiencias” para las tropas británicas enviadas estos últimos años a Afganistán e Irak. En Francia se reforzaron los efectivos de las compañías de infantería; ahora las acciones se llevan a cabo en equipos “interarmas”, con apoyo de tanques e ingenieros zapadores, ya que todos los infantes se desplazan bajo blindaje y cada uno dispone de una radio y de un medio de visión nocturna (7). Nuevas armas, hasta ahora reservadas a las fuerzas de seguridad, hacen su aparición en las unidades de infantería. Los equipos individuales “Felin” (Soldado de infantería con Equipo y Enlaces Integrados, según su sigla en francés) llamados “del infante del futuro”, estarán mejor adaptados al combate en las ciudades que los viejos equipos (8).

Para enfrentar los cohetes y los “Improvised Explosive Devices” (IED, aparatos explosivos improvisados), convertidos en un modo de acción corriente de los insurgentes en Irak y en Afganistán, especialmente en zonas urbanas, se instalaron procedimientos reflejos para evitarlos, y se reforzaron los dispositivos de detección. A partir de este año, una parte de los vehículos con delantera blindada (VAB) y de los vehículos blindados ligeros (VBL) dispondrán de visión panorámica, de protecciones blindadas suplementarias y de un armamento teleoperado, con el fin de limitar la exposición de los combatientes en los techos de los vehículos. Las condiciones de empleo en medios urbanos de algunos materiales provenientes de los enfrentamientos de la Guerra Fría –como los tanques pesados tipo Leclerc de 56 toneladas– también fueron repensados, al igual que las técnicas de apoyo cercano por vía aérea, con un empleo privilegiado de helicópteros y –cada vez más– de drones (aviones automatizados sin piloto).

Mezcla de géneros

El ejército estadounidense, que en estos treinta últimos años intervino más de veinte veces en terreno urbano o periurbano, sólo inició una reflexión estratégica sobre este tema después de la desastrosa operación de Mogadiscio (Somalia, 1993) (9). Desarrolló entonces nuevas técnicas –grupos de combate dispersos, interconexión de los combatientes, geolocalización, drones armados, etc.– y los experimentó durante el ejercicio “Millenium Dragon”, en 2002, en California, y luego en los teatros de operaciones de Irak y Afganistán. Aplicando estas nuevas tácticas, los Marines consideran que pueden reducir notablemente sus pérdidas (10).

El Joint Readiness Training Center (JRTC) de Fort Pol, puesto en servicio en 1993, en Luisiana, se abrió para un entrenamiento interarmas en un marco urbano reconstituido de 56 kilómetros cuadrados que, sin embargo, es considerado por algunos expertos como “minúsculo en relación con lo que implicaría un operativo real”. Y aunque el JRTC incluye no combatientes en el programa de entrenamiento, “esta innovación sólo hace aflorar la complejidad de las operaciones urbanas futuras”, según un ex teniente coronel (11).

El Nacional Training Center de Fort Irwin (California), la mayor instalación en el mundo para entrenamiento de las fuerzas terrestres, “con sus mil millas cuadradas de desafíos” (12) –donde se enseñan las bases del combate clásico en terreno libre– tiene el defecto importante, para este oficial, de quedar “virtualmente vacío de población” y no tomar en cuenta a “los refugiados, los medios de comunicación, los toques de queda, el control de las masas, la administración comunal, las bandas callejeras, las escuelas, los ciudadanos armados, las enfermedades, las pérdidas masivas, la policía, los sitios culturales, los miles de millones de dólares de propiedades, las infraestructuras o la religión”, que son cada vez más corrientes para el combatiente urbano. “El objetivo de mañana, concluye, no será la cumbre de una colina sino que se encontrará en medio de un inmueble, rodeado de no combatientes”.

En el territorio francés, el ejército dispone de una veintena de sitios para maniobras, ejercicios de tiro y simulaciones: 400 unidades se han familiarizado allí en estos últimos años con el combate de tipo urbano, a la escala de una compañía como máximo (de 130 a 170 hombres). Pero el Estado Mayor pone muchas esperanzas en el desarrollo de su Centro de Entrenamiento en zonas urbanas (Cenzub), abierto en 2006 en Sissone (Aisne), porque la extensión en curso permitirá, a partir de 2011, realizar entrenamientos a la escala de un regimiento completo, en condiciones casi reales, con una estructura enteramente dedicada al entrenamiento en combates urbanos, el despliegue de una “fuerza adversa” permanente, del tamaño de una compañía, y la próxima terminación de una ciudad artificial de 3.000 habitantes que reproducirá el conjunto de las condiciones espaciales en las cuales deben actuar los combatientes. Para el coronel Didier Leurs, el Cenzub será entonces el primer establecimiento de su tipo en Europa, con una óptica “a la vez multinacional, interfuerzas y que a más largo plazo asociará a ministerios, organizaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales”.

Los organizadores de estos juegos de rol militares admiten que es difícil reconstituir la amenaza, ya que no sólo es necesario ofrecer un escenario y un entorno creíbles, sino también disponer de personal apto para hacer de enemigos, ya sean militares, milicianos o simples civiles. La simulación, para transportar a los “jugadores”, debe incluir a todos los actores posibles. “Periodistas”, reales o ficticios, pueden ser introducidos en la acción; así se habitúa a los militares a reaccionar ante testigos, a ser acompañados por un equipo de prensa, a responder (o no) a preguntas, etc. También se enseñan a los soldados rudimentos del derecho de los conflictos y, sobre todo, la delicada interpretación de las reglas de compromiso, ya que en una misma ciudad, ante acciones de nivel muy diferente, un soldado podrá abrir el fuego de un lado de la calle, pero no del otro…

Desde el fusilamiento en el hotel Ivoire, el ejército francés envía sistemáticamente a sus operaciones exteriores (“Opex”) una compañía de infantería formada en el “control de multitudes”, una “versión militar del mantenimiento del orden”, analiza el sitio internet Secret Défense (13). A diferencia de los gendarmes –para quienes la intervención armada ante una multitud es un “límite superior” de su gama de misiones–, los soldados no practican el mantenimiento del orden más que en “límite inferior”, como último recurso, con el propósito de limitar la escalada de violencia, y deben estar en condiciones de poder pasar a posiciones de alta intensidad, en caso de necesidad, con recursos más militares: blindados, bulldozers, tiradores de elite, perros, etc.

La revista Fantassins se pregunta, encabezando un dossier sobre el control de masas, “si la utilización de este modo de acción no genera nuevos problemas, como la incitación a enviar impunemente a civiles desarmados en contacto con la fuerza, inhibición en el empleo de armas e incluso un riesgo de exposición a acciones terroristas” (14). La gendarmería móvil francesa, que tiene un estatuto militar, aunque es una fuerza intermedia entre la policía y el ejército, llamada cada vez más a participar en “Opex”, se considera mejor formada para un empleo modulado de la fuerza y para el manejo de las armas no letales (15).

Mientras algunos expertos temen una mezcla de géneros, e invitan a los militares a no equivocarse de oficio, la anexión de la antigua Gendarmería Nacional al Ministerio del Interior de Francia, desde el 1 de enero de 2009, ilustra el “desdibujamiento” creciente de las fronteras entre defensa y seguridad.

Un azar del calendario que se ha convertido en un símbolo: fue un 11 de septiembre de 2001 cuando el primer grupo interarmas del ejército de tierra francés comenzó a entrenarse en el combate urbano…

Notas:

1 Fantassins, revista de información de la infantería francesa, N° 20, Montpellier, junio de 2007.

2 Michel Asencio, Notes de la FRS (Fundación para la investigación estratégica), París, 2-6-06.

3 Obsérvese que durante la ofensiva israelí en Gaza, en diciembre de 2008-enero de 2009, el “tratamiento” fue mucho menos… “definido”.

4 La violencia siguió a una operación de la policía para desalojar a los serbios que ocupaban dos tribunales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Según la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), 25 policías de la ONU, 8 soldados de la fuerza de la OTAN (Kfor) y 80 serbios resultaron heridos.

5 Terre Information Magazine, París, julio-agosto de 2008.

6 Según la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la represión de las manifestaciones antifrancesas del 9 de noviembre produjo 63 muertos. El Ministerio francés de Defensa abogó “legítima defensa ampliada” y aceptó un balance de una veintena de marfileños muertos por el ejército francés, entre el 6 y el 9 de noviembre, en el conjunto del territorio marfileño.

7 “Retex azur”, Fantassins, N° 22, junio de 2008.

8 Esta panoplia, que comenzó a distribuirse en algunas unidades, incluye un traje de protección antibalas semi-presurizado, y un sistema individual de transmisión, localización y puntería, todo esto unido al arma.

9 La pérdida de 18 hombres caídos en emboscadas en las calles de la capital somalí, provocó el retiro del contingente estadounidense.

10 Alain de Neve y Joseph Henrotin, “Mythes et réalités du combat urbain”, Red multidisciplinaria de estudios estratégicos, 23-3-03: www.lalibre.be.

11 Teniente coronel Robert R. Leonhard, “Sun Tzu’s bad advice: Urban Warfare in the Information Age”, Army Magazine, Washington, abril de 2003.

12 Casi dos mil seiscientos kilómetros cuadrados.

13 Jean-Dominique Merchet, 30-3-08 (http://secretdefense.blogs.liberation.fr/). En Francia se formaron unas cuarenta unidades para el “control de las masas“, que requieren equipos especiales.

14 Fantassins, abril de 2008.

15 Yves Chevrel y Olivier Masseret, “La gendarmerie, acteur paradoxal de la ‘sécurité intérieure-extérieure’”, Revue internationale et stratégique, N° 59, París, 2005.

EL INCIERTO FUTURO DE CHIPRE



Niels Kadritzke

Se retomaron las negociaciones con visitas a reunificar Chipre. En 2004, el “No” de los chipriotas griegos al plan propuesto por Naciones Unidas (y aprobado por los chipriotas turcos) paralizó el proceso de paz. Si bien la elección del presidente Demetrio Chritofias relanzó el diálogo, el estatus (federal o confederal) del futuro Estado continúa en debate.

Apenas uno llega al hall del aeropuerto de Larnaca comienza el bombardeo de los promotores inmobiliarios. Decenas de folletos proponen mansiones de veraneo y departamentos de lujo, e invitan sin más a mudarse a Chipre: “Move to Cyprus!”. La tendencia continúa a lo largo de la autopista que conduce a Nicosia. “Compre su casa al sol”, insisten, en carteles gigantes, las empresas de construcción que cubren de cemento las costas del sur de Chipre.

Como si el único problema de la isla de Afrodita consistiera en vender la mayor cantidad posible de terreno y de cemento a los extranjeros. El otro problema de Chipre, sin embargo, también se manifiesta apenas uno llega a Nicosia a través de un pequeño llamado sonoro: “Welcome in Turkey” (“Bienvenido a Turquía”), anuncia un mensaje de texto en el celular. El operador de telefonía móvil Turkcell, que detenta el monopolio de la cobertura en todo el norte, envía señales más fuertes que Cytanet, en el sur.

El verdadero problema de la isla se complicó aún más con la adhesión de la República de Chipre a la Unión Europea en 2004, aun cuando su soberanía no es ejercida en el tercio norte del territorio: la República Turca de Chipre del Norte (RTCN), toda una curiosidad en materia de derecho internacional. El país sólo es reconocido por Turquía, que tiene apostados allí a más de cuarenta mil soldados.

Zona euro

Para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), así como para los chipriotas griegos, se trata de un territorio ocupados desde 1974, en el cual la inclusión comunitaria en la Unión no puede aplicarse “provisoriamente”. De todas maneras, los chipriotas turcos, en tanto individuos, gozan de todos los derechos del resto de los ciudadanos europeos, incluida la libre circulación en el conjunto que forman los Veintisiete si es que sacan el pasaporte de la República de Chipre, algo que la mayoría ya ha hecho.

Sin embargo, en la primavera (boreal) de 2008 apareció una luz de esperanza, que puede encontrarse sin dificultad en el centro de Nicosia: el nuevo paso abierto para peatones en la calle Ledra, en la parte antigua de la ciudad, permite a la gente deambular de nuevo entre las mitades griega y turca de la capital dividida. Así, los curiosos pueden descubrir pequeños progresos que resultan ventajosos para ambas partes. Los negocios turcos exhiben el precio de sus productos en euros. Del lado griego, una boutique de moda menciona, en su publicidad, a su personal turcófono. Y el símbolo de las futuras mejorías ya tintinea en todo los bolsillos: desde el 1º de enero, la República de Chipre pertenece a la zona euro, y la moneda europea se extiende por toda la isla. Además, las monedas chipriotas llevan grabadas las palabras Kypros y Kibris, ofreciendo así a la lengua turca su primera aparición oficial en la zona euro.

Pero los avances perceptibles en la calle Ledra no anulan un pasado doloroso. Aquí, luego de los primeros choques entre chipriotas griegos y turcos, en la Navidad de 1963, la “línea verde” pasó por el medio de Nicosia, precisamente por la calle Ledra. Los cascos azules de la ONU vigilan la calle desde 1964. Con la invasión turca del verano de 1974, se incorporó a la línea de demarcación que atraviesa toda la isla, de un extremo al otro.

La apertura de la calle Ledra es un resultado, ante todo, de la derrota del presidente saliente de la República de Chipre en las elecciones de febrero de 2008. Cuatro años antes, Tassos Papadopoulos había contribuido en gran medida a que los chipriotas griegos rechazaran el plan de paz propuesto por el secretario general de la ONU, Kofi Annan (1): había logrado convencer a sus compatriotas de que el tiempo jugaba a favor de la parte griega. Esta última podría ejercer presiones más eficaces sobre Turquía una vez que fuera parte de la Unión Europea.

La derrota de Papadopoulos se debe a varios factores, uno de los cuales resulta determinante: la mayoría de los electores hoy en día comprende que el tiempo no juega a favor de la reunificación, sino en contra. Es por eso que, este año, dos tercios de los chipriotas votaron, en la primera vuelta, por aquellos candidatos que prometían nuevas negociaciones con la parte turca. Y eligieron, en la segunda, a Dimitri Christofias, un político que no encarna una enésima variante del nacionalismo griego, sino más bien un patriotismo chipriota de izquierda.

Desde la época colonial británica, los comunistas tradicionales del Partido Progresista del Pueblo Trabajador (AKEL), primer partido de la isla en los años cincuenta, dominan la izquierda chipriota. A pesar de su retórica marxista-leninista, este partido representa más bien una suerte de variante mediterránea del partido laborista. Los chipriotas turcos participaban ampliamente en sus sindicatos y en sus cooperativas campesinas, razón por la cual los “comunistas” gozan aún hoy de una buena imagen entre muchos electores del Norte. Además, el AKEL no desempeñó un papel activo en la guerra civil desatada en 1963 por los chipriotas griegos, mientras que Papadopoulos conservaba una siniestra reputación de ex jefe de las milicias griegas irregulares que luchaban entonces por la anexión a Grecia (la enosis).

Papadopoulos y Christofias encarnan dos visiones opuestas del futuro: el primero promueve un segundo Estado griego con derechos más o menos amplios para la minoría chipriota turca; el segundo, una federación de dos Estados federales de iguales derechos.

De allí que los observadores, durante las elecciones presidenciales de 2003, se asombraran por la cooperación de socios tan disímiles. El hecho de que Christofias nombrara presidente a Papadopoulos irritó a los chipriotas turcos. Cuando, cinco años después, el primero se presentó contra el segundo, muchos vieron allí una especie de autocrítica tardía por su “error” de 2003, que finalmente condujo al fracaso del plan Annan.

Si hay alguien que no duda de la buena voluntad del nuevo presidente, ése es Ferdi Sabet Soyer. El primer ministro de la RTCN lidera un gobierno constituido en torno al Partido Republicano (CTP) del presidente Mehmet Ali Talat. No obstante, el jefe del gobierno se muestra escéptico respecto de las posibilidades que tiene Christofias de lograr que los chipriotas griegos acepten una “solución realista”. Recuerda que el nuevo jefe de Estado, incluso dentro de su propio gobierno, debe contemporizar con representantes del “frente del rechazo”, partidarios vehementes de la línea de Papadopoulos (2).

El hecho de que este recuerdo de la estrechez del margen de maniobra política de Christofias provenga del jefe de gobierno del Norte no carece de ironía. En la oficina de este último, las banderas de la RTCN y de Turquía flanquean, de un lado y del otro de un lado y del otro, la monumental mesa de trabajo. El gobierno chipriota turco está “marcado de cerca”. Dentro de la RTCN, el poder real pertenece al Ejército turco, cuyo comandante en jefe también dirige la policía y hasta los bomberos. La vox populi no se equivoca cuando llama al primer ministro “pacha” (antiguo nombre que, en el imperio otomano, se daba al representante del sultán).

En las negociaciones que deben empezar este mes entre Christofias y Talat, el Ejército turco tendrá algo para decir… y no poca cosa. Este último presenta la cuestión de Chipre como una “causa nacional” o, dicho de otro modo, como su causa. Muy a su pesar, el presidente de la RTCN pudo ver esto cuando por primera vez intentó abrir la calle Ledra, en enero de 2007. Entonces, el jefe del Estado Mayor, general Mehmet Yasar Büyükanit, lo convocó a Ankara, lo atemperó y le recordó, ante la prensa, que toda cuestión relativa a la seguridad de su república “soberana” concernía al Ejército turco y a nadie más.

Las buenas relaciones entre el gobierno de la RTCN y el gobierno de Redec Tayyip Erdogan alcanzan para despertar la suspicacia de los militares. A la vez, la intensificación de la lucha por el poder, en Turquía, entre el bando kemalista y el Partido por la Justicia el Desarrollo (AKP) precariza la situación del presidente Talat y del primer ministro Soyet.

Los generales –contrariamente al primer ministro Erdogan– siempre consideraron con mucho escepticismo el plan Annan, que a fin de cuentas preveía la partida de todas las tropas de la parte norte. Los comandantes de la Marina, la Fuerza Aérea y la Gendarmería prepararon incluso un golpe para la última fase de las negociaciones sobre el proyecto de la ONU. Pero el entonces jefe del Estado Mayor, general Hilmi Özkuk, se opuso, por temor a enterrar definitivamente el acceso de Turquía a la Unión Europea (3).

Sin embargo, los militares de Ankara se muestran más reacios que nunca a una solución del problema chipriota. Interrogado sobre si no podría obtener la partida inmediata de parte de las tropas turcas, como gesto de buena voluntad para con los chipriotas griegos, el presidente Talat remitió a un artículo de la Constitución de la RTCN que delega en el Ejército turco la responsabilidad de la seguridad de la República. Y, al hacerlo, olvida que antes de acceder a la presidencia, él y su partido querían suprimir el artículo en cuestión…

Pero la pregunta principal, antes del nuevo ciclo de negociaciones, es la siguiente: ¿el plan Annan sigue siendo la base de esas negociaciones? El presidente Christofias considera que el proyecto está muerto. El presidente Talat opina que sigue siendo actual. Oficialmente, los dos decidieron discutir “todos los planes interesantes” de la ONU, incluido –aunque no solamente­– el de Kofi Annan.

Pero ese plan ya perdió parte de su sustancia. Tal es el caso, por ejemplo, de la propiedad territorial griega en el Norte, cuya restitución parcial –o al menos un plan de compensaciones– estaba prevista en el plan de la ONU. Pero he aquí que desde 2004 gran parte de los terrenos fueron convertidos en zonas de construcción y cedidos a inversores, sobre todo turcos y británicos, quienes ya han vendido miles de “casas al sol” a clientes extranjeros. El presidente Talat no lo niega, pero agrega: “Los griegos lo sabían cuando rechazaron el plan”.

Para numerosos chipriotas griegos, la cuestión de la propiedad es capital. Ellos, que ya encontraban el plan de Annan poco satisfactorio en este aspecto, no van a aceptar una regulación aún más desfavorable. Algunos chipriotas turcos, por su parte, denuncian que se está “rematando” su identidad. Ali Erel, presidente en el Norte de la Asociación Chipre-UE, se encuentra entre los más críticos. Al observar que gran parte de las inversiones en tierras griegas provienen de empresas turcas financiadas por el Banco de Desarrollo de Ankara, Erel considera que aquellos que se benefician no pueden estar interesados en la reunificación. Por otra parte, en Nicosia circula el rumor de que la parte turca no tendría la menor intención de ceder al Sur la región de Morfou (que desde 2004 goza de inversiones masivas), según lo que establecía el plan de Annan.

Dos pueblos, dos democracias

Pero la principal manzana de la discordia afecta a la forma que adoptará el Estado de la futura República Unida de Chipre. Ankara, conforme a la decisión del Consejo Nacional de Seguridad (MGK) del 24 de abril, reclama una solución “sobre la base de las realidades en la isla y de la existencia de dos pueblos diferentes y dos democracias”. Dicho de otro modo, una confederación de dos Estados, fundada sobre el derecho a la autodeterminación de cada pueblo. El plan Annan, en cambio, prevé una República Federal de Chipre: un Estado compuesto por dos comunidades organizadas en dos Estados federales de iguales derechos.

Para los chipriotas griegos –pero también para la UE y la ONU­–, se trata de una diferencia significativa. Una confederación puede ser denunciada en cualquier momento por alguno de sus Estados miembros. Una federación, en cambio, goza de una soberanía plena y entera sobre una base unitaria, según el modelo de la República de Chipre antes de 1960. El comunicado publicado tras el primer encuentro entre Christofias y Talat aportaba una clarificación provisoria: los dos presidentes habían debatido sobre la “soberanía en la unidad y la ciudadanía”, y se habían puesto de acuerdo “en las premisas”. Estos términos les bastaron a los partidos nacionalistas del norte para exigir la dimisión de Talat: el órgano de los servicios secretos turcos en la RTCN, Volkan, llegó a acusarlo de abuso de poder y traición.

Otro punto crítico: la continuidad respecto de la vieja República de Chipre que, a pesar de la separación de 1974, existe como sujeto de derecho internacional. Los chipriotas griegos exigen que se perpetúe: la nueva federación sería una especie de Segunda República de Chipre. Pero Ankara insiste en que Turquía sea una “potencia garante” de la nueva Federación. Lo cual originaría una situación absurda: siendo miembro de la UE, Chipre estaría “garantizada” por un Estado que no puede sumarse a la Unión por un período indefinido. Sobre todo en la medida en que el “garante” sería en realidad el Ejército, cuyo poder, fuera de todo control, motiva en parte la incompatibilidad de Turquía con la Unión Europea.

Más que nunca, la solución del problema chipriota depende de la situación en la propia Turquía. Si el bando kemalista triunfara en el conflicto con la AKP, Ankara se dirigiría hacia una crisis que podría poner fin definitivamente a su perspectiva de entrar en la Unión. Ahora bien: esta última constituye el principal acicate para forzar a la clase política turca a aceptar una solución para Chipre.

Notas:

1 El secretario general de Naciones Unidas proponía la creación de una federación de dos Estados chipriotas que entrarían juntos en la Unión Europea. Ver “Una oportunidad perdida para los chipriotas”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, mayo de 2004.

2 De hecho, Christofias tuvo que prometerles puestos ministeriales a dos partidos del “rechazo” para poder ganarle al candidato del partido conservador DISY en la segunda vuelta.

3 El jefe de la Marina Özden Örnek da detalles de la conspiración en su diario íntimo. Ver Today’s Zaman, Estambul, 3-7-08.