21 de enero de 2009

EEUU, EL USO DE LA INTELIGENCIA Y LA DOCTRINA DE CONTRAINSURGENCIA NORTEAMERICANA: LECCIONES PARA AFGANISTÁN


David García Cantalapiedra y Gustavo Díaz Matey

Introducción

En este documento de trabajo analizaremos la importancia de la inteligencia en un tipo de conflicto asimétrico como es la contrainsurgencia, tomando como ejemplo la concepción estadounidense al uso de la misma, y tomando como referencia el caso de la invasión de Irak y las lecciones aprendidas en esta operación y en la Guerra Global al Terror (Global War on Terror, GWOT), y como éstas deben ser asimiladas para las operaciones en Afganistán. Mucho se ha hablado del papel de la inteligencia en contrainsurgencia, sin embargo, los trabajos que abordan de manera sistemática el uso de la inteligencia en este tipo de conflictos son escasos. No podemos perder de vista que la inteligencia no es más que otra de las herramientas en el desarrollo de las campañas de contrainsurgencia, junto con la correcta identificación del enemigo, el intentar limitar el apoyo popular de los insurgentes, evitando el uso de la fuerza militar indiscriminada y la opresión de la población civil, y fomentando la cercanía con la población. Tampoco hay que perder de vista los requerimientos de seguridad para el personal desplegado y los esfuerzos para neutralizar la propaganda de los insurgentes sobre la población civil, a lo que hay que sumar un entrenamiento adecuado a las fuerzas de seguridad locales, con el fin de aunar esfuerzos para conseguir una seguridad efectiva de la población civil, ya que como hemos podido comprobar en Irak, no hay libertad sin una mínimas condiciones de seguridad. El correcto uso de la inteligencia en las campañas de contrainsurgencia (COIN) sería otra herramienta más para su éxito.

El “nuevo” tipo de conflictos en la post-Guerra Fría

El colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991 simbolizó el paso a una nueva etapa en la diplomacia internacional. Las características del sistema internacional embebido en una globalización que muestra una debilidad progresiva en la capacidad del Estado, y la evolución de la llamada Sociedad del Riesgo,[1] han producido vulnerabilidades que no se pueden afrontar con los conceptos y mecanismos de la Guerra Fría. Éstas, basadas en las luchas de poder de dos gigantes como eran EEUU y la Unión Soviética, era más fácil de predecir que un mundo donde los centros de decisión se han dispersado enormemente.[2] El miedo a una escalada nuclear limitaba el uso de la fuerza activa.[3] Desde la Administración Truman, y en las sucesivas Administraciones, se ha diseñado una estrategia de primacía o preponderancia, ya sea dentro de las sucesivas versiones de la política de la Contención (Containment) o como resultado de una adecuación al nuevo escenario internacional tras el fin de la Guerra Fría. Estos caracteres se han mantenido y los principios de la postura de primacía se mantuvieron también en la Administración Bush cuando se introdujo la Guerra Global al Terror (Global War on Terror, GWOT) que va a impregnar todas las políticas de EEUU.

De este modo, liberados por el peligro que suponía una confrontación entre dos súper-potencias con capacidad nuclear para destruir el mundo, distintas tensiones enconadas durante años han emergido en el mundo, dando como resultado multitud de “conflictos de baja intensidad” que ponen en peligro la estabilidad de la esfera internacional. La caída de los bloques ha llevado a una perdida de control político. La descentralización de la toma de decisión y la difusión de la autoridad política ha incrementado la posibilidad de una escalada mucho más rápida en los conflictos y el surgimiento de un mayor número de crisis internacionales. Del mismo modo, y con el fin de la política de bloques, el nacionalismo ha entrado en una nueva fase. Hoy en día la mayor parte de los conflictos tienen gran parte de sus causas profundas en su etnicidad y no tanto en su ideología, carga política o territorio,[4] por lo que los conflictos han pasado a ser intra-estatales.

En este sentido, aunque en un principio se pensó que el final de la Guerra Fría podría derivar hacia un período en las relaciones internacionales donde el fin de la lucha de bloques traería una menor necesidad del uso de la fuerza y de la coerción militar,[5] las cosas han evolucionado de una manera muy diferente. En general, la situación tras la Guerra Fría es de una gran violencia en la esfera internacional, donde los conflictos son comunes y donde la cuestión de la intervención militar ha adquirido una gran importancia. El desarrollo de las nuevas tecnologías militares, así como el aumento de la capacidad de destrucción de las nuevas armas, están creando nuevas inestabilidades.[6] El desarrollo de la tecnología aplicada al arte de la guerra ha potenciado la idea del uso de la fuerza de una manera más “efectiva”[7] ya que, con mucho menos despliegue armamentístico, se puede conseguir la misma potencia de fuego que años atrás.[8] Por tanto, en los últimos 40 años se ha producido un gran desarrollo en las capacidades armamentísticas debido a la creciente aplicación de la tecnología a las capacidades militares, lo cual ha afectado enormemente al desarrollo de las operaciones militares. Las armas de precisión, el desarrollo del uso del poder aéreo a gran escala y el uso de fuerzas especiales, no sólo para acabar con objetivos específicos sino también para reducir el daño colateral y para aumentar la protección de las fuerzas desplegadas en operaciones de contrainsurgencia, requieren mucha y más detallada información.[9]

Así, a pesar de que sólo EEUU tiene capacidad para intervenir decisivamente en la mayoría de las situaciones que requieren el uso de la fuerza militar, el poder de intervención es limitado, ya que hay muchos más intereses que proteger que recursos para hacerlo de una manera efectiva.[10] Sin embargo, a pesar del desarrollo armamentístico de potencias como EEUU, debido al cambio en las características de los conflictos con líneas e intereses menos definidos y enemigos difusos que se mezclan con la población civil, éstos no han tendido a reducirse, muy al contrario, se puede decir que han mutado adecuándose de la mejor manera posible a las nuevas circunstancias. Así, están aprovechando las ventajas estratégicas de su situación y, lo que es más importante, conociendo y aprovechando las debilidades de sus enemigos.[11] El predominio militar convencional de EEUU ha forzado a sus competidores y adversarios a perseguir otros medios para alcanzar sus objetivos. Lo que Rudyard Kipling llamó “guerras salvajes por la paz” ha sido redefinido como aquellas campañas en las que al menos una parte en el conflicto no emplea fuerzas regulares como su modo principal de lucha y por lo tanto no lucha de una forma que se podría llamar convencional.[12] Este tipo de conflictos ha ido evolucionado hasta lo que se ha conocido como “Guerra de cuarta generación” que es la que incluye formas de insurgencia, y la lucha en red (Netwar), para convencer a sus enemigos de que sus objetivos son, o bien muy costosos o bien imposibles de alcanzar, ya que la derrota o eliminación de este tipo de redes requiere un esfuerzo ingente.[13] Esta concepción es única ya que ataca directamente la opinión pública de los países democráticos, haciendo hincapié en lo que ya Clausewitz llamaba la fuerza moral.[14] Muchas veces, la influencia de los medios de comunicación, el sistema de partidos, la propia estructura participativa y democrática de la sociedad americana se han considerado “puntos flojos” en la lucha contra este tipo de amenazas.[15] Claramente, las tendencias democráticas, unidas a la tecnología, harán de los futuros conflictos cuestiones totalmente diferentes a lo que eran en el pasado. En particular, Internet y las modernas tecnologías de comunicación han tenido una influencia enorme en el desarrollo de los “nuevos” modelos de conflicto. El ganar las “mentes y los corazones” (hearts and minds) será igual de importante que la consecución de un ambiente de seguridad efectivo. La legitimidad irá íntimamente relacionada con la credibilidad, la cual gana puestos por momentos en los conflictos que se avecinan.[16]

Los antecedentes de la GWOT: el conflicto de baja intensidad (LIC), la Doctrina Reagan, la Doctrina de los rogue states y las operaciones diferentes de la guerra (OOTW)

Entender correctamente la naturaleza de este tipo de guerra requiere un entendimiento de la terminología que se usa para describirla. La selección de palabra define la posición o la tendencia sobre la cuestión. Una definición incorrecta del problema, por accidente, desconocimiento o por conveniencia política, produce formas de actuación y solución que no se centran con exactitud en la naturaleza verdadera del problema. La Guerra Global contra el Terror (Global War on Terror, GWOT) es un claro ejemplo. En este sentido, la GWOT es más una estrategia de contrainsurgencia global que meramente una estrategia contraterrorista.

La GWOT es el renacimiento de la Doctrina Reagan, cuya manifestación más clara es su renovación a través de la Doctrina Bush. Partiendo de sus concepciones creadas en los años 80, se comenzó a unir terrorismo e insurgencia en el contexto de los Estados del Tercer Mundo, a agresión regional, apoyo al terrorismo y búsqueda de WMD, que definían el estatus de rogue state; doctrina establecida durante las Administraciones Clinton. Finalmente, estas características han cristalizado en una doctrina tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 que, tanto política como operativamente, rompe con el planteamiento estratégico norteamericano, y explicita una conducta operativa ya planteada claramente con la Doctrina Reagan. Sin embargo, sus características no son nuevas, sino que se convierten en una política global tanto declarativa como operativa en el contexto de la Guerra al Terror y en el marco de la Sociedad de Riesgo en la era de la Globalización. La Doctrina Reagan proclamaba su intención de proteger el Mundo Libre del expansionismo soviético, utilizando para ello el conflicto de baja intensidad (LIC, Low-Intensity Conflict). Por tanto, no se podía acudir a la Contención y la Disuasión, ya que tanto en la práctica como moralmente eran insostenibles. La idea subyacente es que se debía apoyar a las fuerzas democráticas en todos los países donde se produjera esta presencia o influencia. Pero, de hecho, la realidad de la aplicación de la Doctrina Reagan era que estaba preparada para ciertas zonas o Estados en ciertas condiciones, muy concretas, como El Salvador, Nicaragua, Filipinas, Afganistán y Angola (aunque también se utilizó en Vietnam, Mozambique, Yemen del Sur y Etiopía). De la misma forma, Estados como Corea del Norte se dejaban fuera de su aplicación. Esto se debía, aparte de por razones objetivas de cada situación, a las distintas razones de los neoconservadores dentro y fuera de la Administración Reagan.

Este planteamiento neoconservador consistía en que una doctrina intervencionista tenía su legitimidad porque EEUU tenía la responsabilidad moral, más allá de defender los intereses de seguridad nacional norteamericanos, de defender la causa de la democracia y la libertad, dándole un derecho ilimitado a intervenir en interés de una “revolución global democrática”. Un punto clave de la doctrina era que no sólo se debía apoyar a fuerzas anti-soviéticas para conseguir ventajas estratégicas, militares o económicas, sino que había que intentar conseguir que esas fuerzas liderasen principios morales como la universalidad de los derechos humanos y la libertad de elección, valores que en última instancia eran percibidos por los neoconservadores como integrales a la forma de vida americana. Por tanto, una idea subyacente de este planteamiento era la legitimación de la entrada en conflictos de baja intensidad, ya que el mecanismo de la contención ya no era suficiente.

La Doctrina Reagan, además, empezó no sólo a considerarse válida contra regímenes o grupos con respaldo soviético, sino también contra insurgencias, el islamismo radical, el crimen transnacional y otras actividades que se empezaban a denominar genéricamente terrorismo. Desde este punto de vista, se entraba en una concepción de guerra total desde la descripción de la naturaleza predominantemente basada en operaciones políticas y psicológicas de los conflictos de baja intensidad. Así, la estrategia militar de entrada en este tipo de conflictos, se convertía en política.[17] Es más, la noción de combatir el terrorismo era central para la Doctrina Reagan y desde el punto de vista de guerra total que abrazaba los aspectos económico, político, militar, ideológico y psicológico, solo el carácter multidimensional de los conflictos de baja intensidad podía responder a esta necesidad.[18] Además, en un momento álgido del síndrome Vietnam, esto permitía, en cierta manera, sortearlo utilizando el término de lucha contra el terrorismo y dando un título de legitimidad a una posible intervención militar contra Estados que se percibieran como base, apoyo o creadores de esta actividad. Esta doctrina sostiene que dada la naturaleza de la amenaza, EEUU estaba justificado para utilizar la fuerza militar.

Tras la Guerra Fría, la Doctrina Reagan va a entrar en una fase de redefinición debido al cambio de marco general, pero no tanto en cuanto a los objetivos y mecanismos. Además, consideraciones estratégicas hacían que un Estado como Irak, que cumplía las condiciones de “fuera de la ley” (outlaw) y de rogue state, fuera considerado aliado y no se situaba en las listas de Estados sponsor del terrorismo. Desde este punto de vista, se comienza a barajar la consideración de Estados en connivencia con el terrorismo en su conducta exterior, independientemente del carácter de su régimen. La primera Administración Bush identifica Estados cuya situación “causa preocupación” como Irán, Libia, Corea del Norte y, después, Irak. Pero no los caracteriza como rogue. Será, paradójicamente, la Administración Clinton, en relación al tema de Irak e Irán, la que establezca una definición de rogue state y las reglas de esta doctrina, que no solo incluirá una política de contención sino de derribo.

El consejero de Seguridad Nacional en la primera Administración Clinton, Anthony Lake, escribió un artículo en Foreign Affairs en 1994 llamado Confronting Backlash States, donde establecía que, como única Superpotencia, EEUU tenía la responsabilidad especial de desarrollar una estrategia para contener, neutralizar y mediante presión selectiva, transformar a estos Estados, problemáticos, en miembros de la comunidad internacional. En tanto en cuanto EEUU había contenido a la URSS, ahora era más fácil hacerlo con una serie de Estados “fuera de la ley”.[19] Esta elaboración teórica se encuadra tras el establecimiento de la política de Doble Contención (Dual Containment) en 1993.[20] Paradójicamente, el concepto de rogue state referido a Estados que apoyan el terrorismo, que buscan conseguir armas de destrucción masiva y que desafían el orden político regional, es una concepción más realista que idealista en el marco de la tradición de la política exterior de EEUU.

Será por tanto la posterior evolución de la situación internacional, sobre todo en Irak, y el progresivo aumento de actos terroristas de al-Qaeda, junto con el dominio republicano del Congreso y finalmente la llegada al poder de los sectores neoconservadores en la Administración Bush, el germen de facto de la futura Doctrina Bush bastante antes de su aparición. De este modo, la posterior denominación tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 del “Eje del Mal” introduce el factor ideológico inexistente en la Doctrina de los rogue states pero recogido en la Doctrina Reagan, desde la retórica del “Imperio del Mal”. La clave de esta postura es que para los neoconservadores la conducta de esos Estados se puede contener, como en el caso de Irak, pero hay que ir más allá, atacando el origen de esta conducta. Es decir, la naturaleza del régimen en sí. No se puede intentar contener indefinidamente porque esta contención puede llegar a fallar; hay que, en muchos casos, proceder al cambio de régimen.

Los Estados de la llamada League of Terror de la era Reagan y los rogue states de la era Clinton siguen siendo los mismos: Irak, Corea del Norte e Irán.[21] Posteriormente se ampliará este grupo a Libia, Siria y Cuba, que también se consideraban rogue states previamente, hecho reafirmado en octubre de 2003.[22] Así, la Doctrina Bush, junto con las concepciones de prevención, anticipación y compulsión, volvía a la noción de combatir el terror mediante los aspectos económicos, políticos, militares, ideológicos y psicológicos. Una aproximación multidimensional que se aplicará en la estrategia de contrainsurgencia global.

Las operaciones diferentes de la guerra: OOTW

Para la doctrina militar de EEUU, las operaciones distintas de la guerra (OOTW, Operations Other than War), se refieren al uso de las capacidades militares a lo largo de todo el espectro de operaciones no consideradas como guerra convencional. Éstas van desde la disuasión de un conflicto militar convencional, resolución de conflictos y promoción de la paz, hasta el apoyo a las autoridades civiles en la respuesta a crisis internas. Las OOTW pueden incluir elementos de operaciones de combate y operaciones que no impliquen el uso de la fuerza militar. Para la doctrina norteamericana, los propósitos incluidos en las OOTW pueden abarcar desde detener agresores potenciales, proteger intereses nacionales y apoyo a la ONU a proveer asistencia humanitaria. De acuerdo a la definición de la doctrina conjunta norteamericana, las OOTW en su aspecto militar son:

“Operations that encompass the use of military capabilities across the range of military operations short of war. These military actions can be applied to complement any combination of the other instruments of national power and occur before, during, and after war”.[23]

Es más, la doctrina conjunta para las OOTW establece 16 tipos de operaciones militares diferentes de la guerra, siendo una de ellas el apoyo a la contrainsurgencia.[24+ Todas las OOTW tendrán una serie de principios básicos comunes, que tienen relación con los de la contrainsurgencia. Primero, un objetivo claro, definido y obtenible, donde es determinante la comprensión de qué significa el éxito de la misión y qué podría llevar a finalizar la operación antes de obtener ese objetivo. Por tanto, es inherente la necesidad de comprender en qué tipo de situación se va a actuar. Segundo, una unidad en el esfuerzo y un grado aceptable de seguridad, con el fin de evitar que el adversario pueda adquirir ventajar militares, políticas y de información. Tercero, una restricción en el uso de la fuerza en función de los objetivos políticos, la seguridad y la conducción de las operaciones. Es fundamental la comprensión de las reglas de enfrentamiento. Cuarto, perseverancia, ya que estas operaciones en muchos casos requieren años para alcanzar los objetivos establecidos; y, por último, legitimidad para que exista la percepción en la población local y la opinión pública en general de la legalidad, moralidad y corrección de las operaciones.

Una primera aproximación a la insurgencia y la contrainsurgencia

Desde esta conceptualización, el apoyo a la contrainsurgencia (COIN) se consideraba dentro de las OOTW, aunque hay una serie de clasificaciones que encuadran de manera diferente la COIN. En este sentido, también existen diferentes aproximaciones a la definición de insurgencia dada la evolución y transformación del concepto, ya sean conflictos de baja intensidad, guerra revolucionaria, amén de las tácticas que lo nutren, como la subversión, la guerrilla y el terrorismo. A pesar de lo expuesto anteriormente, la diferencia entre las clasificaciones académicas y la realidad son evidentes y en muchas ocasiones la diferenciación es artificial a la hora de distinguir con claridad ambos términos y en muchas ocasiones las diferencias principales vienen determinadas por las capacidades reales de los distintos grupos, y su utilidad.

De esta manera, una primera definición parte de la visión general de los conflictos de baja intensidad (LIC). Frank Kitson, uno de sus máximos exponentes, clasifica la subversión y la insurgencia como partes integrales de la guerra revolucionaria (revolutionary warfare), donde la subversión incluye el uso de todos los aspectos económicos, políticos y de información, y la insurgencia como una forma de usar la fuerza armada para conseguir objetivos políticos.[25]

Por su parte, Bard O’Neill combina la clasificación de Kitson para conseguir una definición de insurgencia más precisa, y define insurgencia como la lucha entre las autoridades y grupos que intentan derrocar el poder establecido por medios políticos (propaganda, demostraciones de apoyo popular…) y violencia, con el fin de derrocar el poder y hacerse con el control del Estado.[26] Ambas definiciones identifican un actor, o subgrupo que intenta conseguir objetivos políticos por medio de la violencia, en la mayor parte de los casos por medio del terrorismo. Por lo tanto, podemos definir insurgencia como un movimiento organizado que intenta hacerse con el control de un Estado por medio de la propaganda, la guerra de guerrillas y el terrorismo.

Por otro lado, Metz y Millen establecen tres tipos de movimientos insurgentes: nacionalistas, de liberación o una mezcla de los dos. Según estos autores, las insurgencias nacionalistas son las que enfrentan a un gobierno nacional legítimo con un grupo insurgente que quiere derrocarlo. Por el contrario, las guerras de liberación se producen generalmente como respuesta a una ocupación extranjera, o un gobierno que es visto como ilegítimo.[28] Como ejemplo, la GWOT se presenta como una lucha contra los dos tipos de insurgencia presentadas anteriormente.[29] Pero no nos llevemos a engaño, la contrainsurgencia no puede ser considerada simplemente como la ayuda extranjera a una defensa interna. La contrainsurgencia en cualquier situación engloba un gran número de operaciones de todo tipo. De hecho, analizando en profundidad la GWOT usando la clasificación de Metz y Millen, lo primero que queda de manifiesto es la tremenda complejidad de este tipo de lucha, la cual no puede ser reducida de ninguna manera únicamente al éxito militar y que, en todo caso para tener un éxito a largo plazo, debe de tener muy en cuenta las condiciones económicas, sociales y políticas que llevan a la insurgencia.

La Doctrina COIN norteamericana: la vuelta a la “Guerra Limitada”

Aunque en marzo de 1947 se lanzara la Doctrina Truman como promesa para proporcionar el apoyo económico y militar a naciones amenazadas por la insurrección comunista, la necesidad de una estrategia COIN no fue una cuestión prioritaria para EEUU hasta principios de los años 60. Tras el apoyo explícito por parte soviética de las “guerras de liberación nacional” y el empeoramiento de la situación en el sudeste asiático (Laos y Vietnam) y Latinoamérica (Cuba, Venezuela y Colombia), la Administración Kennedy inició una revisión de la estrategia de seguridad norteamericana, enfocándose en COIN. Así, en un primer momento, y bajo la dirección del Interdepartmental Committee on Overseas Internal Defense Policy, se crearía un enfoque integrado, incluyendo al Departamento de Estado y la USAID, para crear una estrategia de contrainsurgencia. Se creó la Office on Counter-Insurgency and Special Activities en el Pentágono y se crearon centros de entrenamiento. Este enfoque integral tenía claro que el centro de gravedad de la estrategia era la población, y que había que acabar con las causas de la insurgencia para “eliminate the causes of dissidence and violence”,[30] pero siempre manteniendo el papel de EEUU de manera subsidiaria. Se debía de mejorar y aumentar las capacidades domesticas y buscar la asistencia de aliados y organizaciones internacionales. Sin embargo, se abriría un debate, que durará hasta hoy, entre dos aproximaciones a COIN: los que apoyaban la estrategia de enfrentarse a las causas políticas y económicas de la insurgencia, y los que apoyaban la intervención externa y las dimensiones militares del problema. En este sentido, existía una incomodidad intrínseca occidental para enfrentarse a situaciones ambiguas entre la paz y la guerra.

Aún así, en 1967, la Administración Johnson creó un programa de coordinación entre los aspectos militares, políticos y psicológicos: el Civilian Operations and Revolutionary Development Support o CORDS. Pero ni este programa ni las operaciones contrainsurgencia que llevarían con éxito el ejército y los marines en los años 70 pudieron cambiar el signo del conflicto. Así, COIN no sería un tema urgente hasta mitad de los años 80; de hecho, el manual del US Army de 1981 para Low Intensity Conflict, LIC, ni siquiera mencionaba la palabra contrainsurgencia.[31] No sería hasta la llegada de la Administración Reagan cuando COIN se volvería a considerar en las insurgencias de Centroamérica, y en concreto en El Salvador. El aumento de las victorias de insurgencias en Angola, Mozambique o Nicaragua obligó a un resurgimiento de COIN que tenía su base en la experiencia de una forma de insurgencia, la Guerra de liberación popular maoísta.

Aunque la experiencia de El Salvador tuvo éxito, también se debió a una serie de características especiales,[32] y sin embargo fue utilizado como modelo para el FM 100-20/ Air Force Manual (AFM) 3-20, Military Operations in Low-Intensity Conflict, de 1990.[33] Este sería el marco conceptual para la doctrina para los conflictos de baja intensidad desde el fin de la Guerra Fría hasta 2004. Así, el éxito en los LIC se debía basar en cinco principios básicos: (1) dominio político; (2) unidad de esfuerzo; (3) adaptabilidad; (4) legitimidad; y (5) perseverancia. Basado en la estrategia de defensa interna y desarrollo (Internal Defense and Development) que tiene su origen en los años 60, donde el núcleo duro era la legitimidad que debía de tener el gobierno local identificando las raíces de los problemas de su población y tomar los pasos necesarios para corregirlos. El papel de EEUU debería de ser proporcionar apoyo al gobierno local, pero no diseñar y liderar una campaña de contrainsurgencia. Desde este punto de vista el uso de fuerzas norteamericanas en operaciones de combate contrainsurgencia solo podía ser considerado cuando todas las otras respuestas o medidas habían sido fallidas o no eran adecuadas.[34] Solamente tras el comienzo de la GWOT y las campañas en Afganistán e Irak se iba a modificar esta concepción y las intervenciones norteamericanas se realizarían en forma de operaciones de paz multinacionales. Ni las estrategias de seguridad nacional, ni el QDR 1997, la Joint Vision 2010 o la Joint Vision 2020 hacían una referencia profunda a los mecanismos asimétricos utilizables contra la superioridad militar de EEUU. Aún así, la experiencia en COIN y la creación del United States Special Operations Command (USSOCOM) y el desarrollo de centros como el Army’s Special Warfare Center, el Air Force’s Special Operations School o el Center for Low Intensity Conflict en los años 80 y 90, permitirían mantener el estudio de la evolución en los LIC y las insurgencias que darían lugar a los cambios doctrinales en COIN.

Army Field Manual FM 3-07.22

En octubre de 2004, el Ejército estadounidense publicó el primer manual de doctrina oficial sobre contrainsurgencia desde 1965, el Army Field Manual FM 3-07.22, donde se pone de manifiesto una idea con claridad, “aunque haya nuevas tecnologías disponibles para apoyar tácticas y operaciones, las estrategias para el éxito en la contrainsurgencia no cambian”.[35] El problema principal en la nueva Doctrina americana es que se espera que la contrainsurgencia del futuro siga un modelo maoísta de organización, entendida como una fuerza central que funciona bajo un mando unificado. Sin embargo esta “nueva” forma de organización de las insurgencias, de forma descentralizada, organizadas en red, no invalida la doctrina de COIN recogida en el manual FM 3-07.22, la cual ha sido probada en multitud de conflictos. Sin embargo, un mal entendimiento de la insurgencia puede llevar a acciones que responden a unos objetivos simplemente equivocados. En este sentido, ya Clausewitz advertía: “The first, the supreme, the most far-reaching act of judgment that the statesman and commander have to make is to establish by that test the kind of war on which they are embarking; neither mistaking it for, nor trying to turn it into, something that is alien to its nature”.[36]

Así, el modelo creado contra una insurgencia de tipo maoísta, aunque efectivo en las fases iniciales de la insurgencia, espera una culminación “convencional”, que los modelos en red (aunque a veces han intentado como los ejemplos en Faluya, Irak mostraron), no necesariamente van a usar, si no es para conseguir más un efecto político que militar, tal como fue la ofensiva del Tet en su momento, un fracaso militar pero un éxito político. Mao, en sus escritos acerca de la insurgencia, afirmaba que estas deben pasar por tres fases antes de la victoria: (1) la defensiva estratégica; (2) la de transito; y (3) la ofensiva estratégica. Durante la primera fase, los insurrectos usan la táctica de la guerra de guerrilleras para debilitar la voluntad y la fuerza de las fuerzas de gobierno, avanzando cuando sea posible y retrocediendo cuando fuese necesario. Durante la segunda fase, de tránsito, ningún lado podrá conducir ofensivas a gran escala por lo que la desesperanza se sembrará entre la población civil y las tropas del gobierno que verán la victoria cada vez más lejos, y los costes cada vez mayores. Cuando la moral de las fuerzas del gobierno esté lo suficientemente diezmada, Mao afirmaba que los insurgentes deberán lanzar una ofensiva a gran escala, usando ataques a gran escala, con unidades militares organizadas.

El objetivo de la tercera fase es derrotar militarmente al enemigo y hacerse con el control político del territorio. Mao afirmaba que era fundamental que las insurgencias pasasen por las tres fases para conseguir la victoria.[37] Mientras los insurrectos sean “guerrilleros” (en las dos primeras etapas de insurrección), serán unos objetivos muy difíciles para los estadounidenses, ya que se constituyen en pequeños grupos que se entremezclan con la población civil siendo objetivos que presentan una señal muy pobre para fuerzas militares. Sin embargo, una vez que los insurrectos se mueven a la tercera fase –la ofensiva estratégica– cambian de una postura guerrillera a la de un ejército convencional que funciona donde los insurrectos presentan una debilidad clave en armas modernas, de tecnología avanzada y donde las posibilidades de victoria contra el avanzado ejército estadounidense son nulas. Es en esta tercera fase donde los insurgentes presentan su principal debilidad.[38] Esta combinación de las teorías de COIN maoístas y de la capacidad armamentística estadounidense presenta una clara disyuntiva a la insurgencia ya que, de acuerdo con las ideas de Mao, en última instancia, los insurgentes deben de convertirse en un ejército convencional con el fin de hacerse con el control del gobierno, adquiriendo así una identidad territorial. Sin embargo, hoy en día tan pronto como los insurgentes muten a ejército tradicional, sus capacidades de supervivencia se anulan por completo debido a la alta precisión y efectividad de las tácticas y armas estadounidenses ante este tipo de enemigos. De hecho, a los insurgentes solo les quedan dos opciones, igual de insatisfactorias: permanecer en las dos primeras etapas, o pasar a la tercera y enfrentarse a la poderosa maquinaria militar estadounidense.[39]

Durante muchos años, los líderes militares estadounidenses han centrado su doctrina en los conflictos tradicionales, y las voces que han reclamado una mayor atención para la insurgencia, en la mayoría de los casos provenientes del ejército de tierra, se han visto obligadas a categorizar la insurgencia como una parte marginal de la guerra convencional, caracterizada por enemigos menos capaces, peor organizados y equipados que las fuerzas convencionales En gran medida porque, desde ese punto de vista, la doctrina de los ataques decisivos, y las guerras relámpago pueden ser aplicadas a estos casos con escasas modificaciones.[40] Sin embargo, como ha puesto de manifiesto la invasión de Irak de marzo de 2003, una contrainsurgencia eficaz requiere una aproximación radicalmente distinta, unos principios teóricos diferentes y, en definitiva, una forma de abordar el problema apartada de la doctrina aplicada a los conflictos tradicionales. La lucha contra enemigos no estatales requiere que los líderes políticos y militares abandonen sus prejuicios y adopten una nueva forma de aproximarse a los problemas de seguridad.

Los problemas del “New American Way of War”

Tradicionalmente, EEUU ha desarrollado una forma de hacer la guerra, desde la Guerra Civil americana, que contempla la movilización de todos los recursos para aplastar al enemigo, prestando poca preocupación en cuanto a lo que pase después. Esto se traduce en una cierta incapacidad para hacer frente a las complejidades de la guerra en el siglo XXI. Siguiendo la doctrina tradicional norteamericana, la victoria sólo será posible si se derrota militarmente al enemigo, es decir, si se eliminan todos los recursos del enemigo para hacer la guerra. Como ocurrió con Alemania en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, cuando el agotamiento de los ejércitos dejó a sus pueblos sin recursos para luchar. Sin embargo, los avances tecnológicos han hecho que el “tempo” de las guerras cambie radicalmente, estableciéndose en la doctrina norteamericana un nuevo estilo de guerra, donde se busca una victoria rápida, con el menor número de bajas en ambos bandos.[41] La victoria militar contra las tropas iraquíes en 1991 presentó a la maquinaria militar estadounidense con una superioridad aplastante en la guerra convencional, lo que rápidamente se plasmó en la doctrina militar americana. Desde entonces, la fuerza aérea estadounidense, la US Air Force, y su defensa del poder de los bombardeos estratégicos cobraron aun más protagonismo en la doctrina militar americana.[42] Bajo la doctrina militar estadounidense se pensaba que se había conseguido la combinación correcta de precisión, inteligencia, armas y tácticas para asegurar una “victoria decisiva” en un período de tiempo muy corto. El optimismo llegó a tales extremos que se llegó a argumentar que, gracias a las armas de precisión americanas, se podría derrotar a insurgentes en cualquier parte del planeta. A mediados de los años 90, el jefe de las Fuerzas Aéreas americanas, el general Ron Fogleman, proclamó que: “las Fuerzas Aéreas reconocen la realidad emergente que trae el siglo XXI, hoy en día es posible encontrar, seguir y destruir cualquier cosa que se mueva en la superficie de la tierra”.[43] En este sentido, la superioridad de las ideas de la fuerza aérea se veían reflejadas en la ventaja que ésta tenía en la asignación de los presupuestos militares.

Por el contrario, algunos de los analistas de defensa más prestigiosos, competentes y experimentados dentro del ejército estadounidense advirtieron del peligro que suponía extraer conclusiones que afectasen a la doctrina militar basadas en las experiencias de la Guerra del Golfo de 1991. El extenso documento, The Gulf War Air Power Survey,[44] fue redactado por docenas de oficiales de la fuerza aérea, apoyado por renombrados analistas externos, elogiando el buen funcionamiento de la fuerza aérea. Sin embargo, algunos de sus autores, como Eliot Cohen y Thomas Keaney, advirtieron que muchos de los analistas habían exagerado la utilidad y efectividad de la fuerza aérea en la Guerra del Golfo, de hecho, incluso aseguraban que algunos iban demasiado lejos.[45] Cohen y Keaney argumentaron que Irak era esencialmente un poder menor que se enfrentó a la única superpotencia y que “luchó” con cada desventaja y sin prácticamente ninguna posibilidad real de éxito.[46]

En 1993, Jeff Record escribió Hollow Victory,[47] donde advertía que, a pesar de todo el éxito militar, la guerra todavía no alcanzaba el objetivo político de eliminar a Saddam Hussein, que se convertiría en una amenaza a largo plazo para la región. Record predijo que EEUU probablemente tendría que volver otra vez posteriormente para terminar el trabajo.[48] Como voz disidente de la doctrina oficial del Pentágono en aquellos momentos, sus comentarios no fueron tomados en cuenta.[49] Sin embargo, poco después el optimismo presentado por la Fuerza Aérea se vio puesto en entredicho en el conflicto de Somalia en 1993, donde quedó claro que EEUU no tenía una estrategia clara en lo que a participación en “misiones multinacionales” se refería.

La Administración Clinton que sucedía a la Administración republicana de Bush padre se vio involucrada en Somalia para derrocar a las tropas de una de las facciones de Somalia lideradas por Mohammed Aideed. De este desagradable episodio los estadounidenses podrían haber extraído importantes lecciones, como las limitaciones que presentaba la fuerza aérea y la alta tecnología en conflictos urbanos, en zonas altamente pobladas y donde el enemigo se camuflaba entre la población civil, y la imperiosa necesidad de la inteligencia humana (HUMINT), así como de expertos que conociesen el lenguaje, la cultura y las tradiciones de la zona en la que se desarrolla el conflicto. Sin embargo, no fue así. La vulnerabilidad de los helicópteros estadounidenses, los vehículos ligeros y la infantería ligera en combate urbano en escenarios del tercer mundo fue obvia. Y aunque los estadounidenses se resistieron a interiorizar las lecciones aprendidas del fiasco de Somalia en su doctrina militar, hubo quien sí tomó buena cuenta del episodio de Somalia.[50] Osama bin Laden y otros líderes radicales islamistas estudiaron las operaciones estadounidenses en Somalia y aprendieron importantes lecciones.

La siguiente operación principal militar norteamericana vino en 1995, cuando EEUU desplegó su poder militar como parte de las Naciones Unidas y con la coalición europea en Bosnia. El análisis de la USAF de la situación en Bosnia es un claro ejemplo de cómo las relaciones públicas y la política han sustituido el análisis objetivo de la situación en la cultura del Pentágono. Enseguida se llegó a la conclusión de que los bombardeos estratégicos y la fuerza aérea habían sido fundamentales para acabar con las tropas serbias en un tiempo récord, pero se obvio que la campaña vino respaldada con una campaña terrestre que obligó a los servios a replegarse.

En 1999, EEUU se vio involucrado en otra campaña en los Balcanes, esta vez para forzar al régimen de Milosevic a sacar el ejército serbio de la provincia de Kosovo. Durante 78 días, los bombardeos estratégicos de la OTAN fueron incapaces de terminar con las operaciones serbias contra los albaneses de Kosovo, debido, en gran medida, a que las estimaciones de inteligencia estadounidense y de la OTAN fueron desacertadas. Los serbios tenían muchas más tropas de las que en un primer momento la OTAN estimó. Ante todo, las estimaciones de inteligencia americanas y de la OTAN de fuerzas de serbios habían sido el camino de la señal. Los serbios introdujeron miles de tropas más en Kosovo de las que la OTAN había distinguido, aún con su serie de equipos de inteligencia de alta tecnología.

Del mismo modo, el Pentágono sobreestimó el efecto de los bombardeos estratégicos contra los serbios. Sobre el terreno se vio que solo unos pocos tanques y vehículos blindados serbios habían sido neutralizados por los bombardeos, incluso se descubrieron señuelos de madera que simulaban objetivos.[51] Y aunque la versión oficial del Pentágono presentó al Congreso un informe donde se declaró que la inteligencia americana había funcionado bastante bien, numerosos estudios dentro de Departamento de Defensa no ofrecían una estimación tan positiva.[52]

La preferencia de la Fuerza Aérea en los futuros conflictos hizo que el ejército de tierra estadounidense viese reducidos sus presupuestos considerablemente.53 Tanto las Administraciones de Clinton como las de George W. Bush apostaron por la fuerza aérea como principal conductor de las guerras del futuro, decantándose por la aplicación masiva de la tecnología a la forma de hacer la guerra.[54] Incluso después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la Administración Bush permaneció firmemente comprometida a una política de fuerza de alta tecnología. Sin embargo, las voces disonantes empezaron a cobrar fuerza, como las del General Shinseki, quien modificó su entusiasmo ante el uso de la alta tecnología en los conflictos a la luz del comportamiento del ejército en los diferentes conflictos, u operaciones pacificadoras de los años 1990. Abogó por un ejército más grande y más robusto para hacer frente a los compromisos a largo plazo de luchar contra la amenaza terrorista mundial que podría requerir que EEUU fuese capaz de actuar simultáneamente en varias regiones. Por el contrario, el Pentágono sacó unas conclusiones completamente diferentes de los ataques del 11 de septiembre de 2001. La apuesta por las operaciones basadas en la alta tecnología era firme.[55] El ejército estadounidense debía explotar su superioridad tecnológica, especialmente su superioridad en la información, siendo capaz de derrotar a sus enemigos con un uso de fuerzas sobre el terreno mínimo. El ataque del 11 de septiembre de 2001 presentó una oportunidad única para Donald Rumsfeld y su equipo para poner sus ideas en práctica.

Nunca antes las fuerzas “indígenas” irregulares habían sido usadas como la fuerza de tierra primaria en una campaña conducida por EEUU. Afganistán fue la primera operación en la cual este fue el caso, el alcance y la escala del apoyo aéreo a la alianza anti-Talibán fue sin precedentes. Una pequeña fuerza de SOF y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) proporcionó la coordinación eficaz y el apoyo a las fuerzas desplegadas por la Fuerza Aérea estadounidense y la Marina. En un primer momento parecía claro que EEUU podría luchar y ganar con una combinación de fuerzas locales y fuerzas ligeras americanas de elite apoyadas por una fuerza aérea abrumadora. Sin embargo, las campañas posteriores contra al-Qaeda y fuerzas talibán en Tora Bora en diciembre de 2001 y la Operación Anaconda en marzo de 2002 pusieron de manifiesto las limitaciones de una estrategia basada en la fuerza aérea contra un enemigo que ahora luchaba como una insurrección. Paradójicamente, en este tipo de situaciones, cuanto más rápida se obtenga la victoria, más recursos quedaran disponibles para los disidentes. Una de las principales limitaciones de los bombardeos estratégicos reside en la posibilidad que tiene el enemigo de ocultar sus efectivos, si este tipo de ataques no es acompañado por incursiones terrestres y una inteligencia efectiva.[56] EEUU tiene una tolerancia de bajas muy limitada en lo que a insurgencia se refiere. Sin que los intereses nacionales estadounidenses estén en peligro de una manera directa, el público estadounidense no acepta las bajas propias sin reclamar un alto coste político. Esta idea está muy clara en las mentes de los insurrectos de hoy en día, por lo que conseguir bajas estadounidenses es uno de sus principales objetivos.

Por todo lo expuesto anteriormente, la inteligencia es un elemento importante para el éxito o el fracaso de las campañas de contrainsurgencia (COIN) contemporáneas. Por ejemplo, el fracaso de las operaciones de estabilidad en Somalia se debió en gran parte al fracaso de EEUU y Naciones Unidas de desarrollar inteligencia adecuada y oportuna. Del mismo modo, las campañas de información fueron clave en el éxito de la insurrección zapatista en México.[57] Por tanto, un componente indispensable en las campañas de COIN para todo el espectro de la estrategia es la exigencia de una inteligencia a tiempo y adecuada.[58] La inteligencia exacta, oportuna, sobre las capacidades y las intenciones de la insurgencia es un requisito previo al éxito de cualquier estrategia de COIN. Si bien es verdad que, debido a la precariedad inherente de la situación, las fuerzas contrainsurgentes en posesión de una buena inteligencia pueden ser derrotadas, sin ella no tienen ninguna posibilidad.

Considerando este hecho, es muy importante que todos los actores involucrados en COIN adquieran la mejor inteligencia posible. Esta inteligencia se deriva de la inteligencia humana (HUMINT) y técnica (TECHINT), y de las capacidades analíticas de la inteligencia militar y policial, para procesar y sacar las conclusiones más acertadas de la información recolectada.[59] Como Daniel Byman apunta, “la Inteligencia es la condición sine qua non en las campañas de COIN”.[60] La inteligencia en COIN es el elemento sobre el cual la campaña se debe asentar para que tenga éxito.

Inteligencia en las campañas de COIN

Tradicionalmente se ha dicho que una buena inteligencia no gana por sí sola las guerras, al menos las guerras convencionales.[61] Pero ésta máxima es diferente a la hora de hablar de insurgencia.[62] En una guerra convencional un ejército puede abrirse camino militarmente, romper las líneas de aprovisionamiento del enemigo y terminar derrotándolo en una batalla decisiva. Esto es impensable a la hora de hablar de insurgencias. Del mismo modo, mientras que las guerras convencionales pueden ser analizadas en función de la superioridad de materiales, combustible y fuerzas militares, este tipo de indicadores son totalmente inútiles a la hora de hacer frente a la insurgencia y fuerzas irregulares. Hay muchos ejemplos históricos de naciones con fuerzas militares enormes, con una gran cantidad de recursos económicos y una gran superioridad de equipo, que fueron derrotadas por un enemigo con una fuerza cuantitativa inferior tanto militar como económicamente que siguió una estrategia de combate “no convencional” de carácter insurgente.[63] La insurgencia raras veces presenta una línea de combate definida o una capacidad industrial o logística que defender. Sin embargo, esta idea debe ser correctamente interpretada, ya que la inteligencia es una herramienta más en una estrategia de COIN, por lo que en última instancia estamos de acuerdo con el análisis del historiador David Kant, quien afirma que la inteligencia por sí misma no gana guerras:[64]

“It is possible than in the new and strange kina of war currently being fought, with the extraordinary premium that is placed on timely and accurate information to ward off attacks and to track down the enemy, intelligence may play an even greater role in national security than ever before. But even then, it will never be decisive on its own.”[65]

La verdadera ventaja de la lucha asimétrica reside en la capacidad de golpear y ocultarse entre la población civil, y en la dispersión de la fuerza no organizada en unidades militares convencionales, con una gran cantidad de armas, municiones, y explosivos repartidos en numerosos pequeños escondrijos. Su centro de mando suele tener un equipo de comunicaciones básico, quizá simplemente unos ordenadores y teléfonos móviles. El insurgente cuenta con la ventaja de poder elegir en la mayoría de las ocasiones su “campo de batalla”. En este tipo de guerra, la insurgencia cuenta con una clara superioridad de inteligencia a pesar de los sofisticados equipos de alta tecnología que presentan los ejércitos Occidentales. La insurgencia presenta una “señal” que para los sensores de inteligencia es muy débil y, en muchas ocasiones, inexistente, ya que tiene la gran ventaja de poder ocultarse entre la población civil, lo que en muchas ocasiones anula la ventaja que la alta tecnología otorga. Los insurgentes también presentan una gran ventaja en inteligencia, por su mayor conocimiento del terreno, el lenguaje y las tradiciones locales, así como por los contactos con los líderes de las distintas facciones de la zona. Del mismo modo, es muy complicado cuantificar la capacidad de contrainteligencia de la insurgencia ya que la capacidad de infiltración entre las fuerzas de seguridad locales y en los distintos estamentos de la vida pública local es muy alta. En ese sentido, la guerra de COIN es una guerra de inteligencia. La inteligencia en COIN es básica para adquirir un conocimiento del terreno adecuado, de la población local, de la insurgencia, de sus capacidades reales y de sus vulnerabilidades, para en última instancia poder entender las causas profundas que mueven a la insurgencia y poder establecer una estrategia efectiva para hacerla frente.

Tanto la insurgencia como la contrainsurgencia tratan de maximizar los activos de su propia inteligencia y neutralizar las capacidades del enemigo. Evaluar las capacidades de la insurgencia es muy complicado. Como lo es adquirir un conocimiento claro de los objetivos a corto plazo de la insurgencia, que por medio de estrategias terroristas, pueden adecuar sus golpes a los objetivos menos protegidos y con mayor capacidad de éxito. En última instancia, uno de los mayores problemas que presenta la lucha de contrainsurgencia (COIN) es la identificación del enemigo ya que con una identificación de la posición del enemigo, su neutralización con las capacidades militares de hoy en día no debería presentar ningún problema. Por lo tanto, en este tipo de situaciones, es necesaria tanta información como pueda conseguirse.

La doctrina en operaciones de COIN destaca cuatro características básicas para el éxito en este tipo de campañas, en relación con una inteligencia eficaz. Estas características se han dado en todas las campañas de COIN desarrolladas con éxito a lo largo de la historia, y la ausencia de alguna de ellas compromete el éxito de la campaña enormemente:

La primera característica para el éxito en campañas de COIN en lo que a inteligencia se refiere es el despliegue masivo de una fuerza militar en el teatro de operaciones que apoye y complemente los esfuerzos de inteligencia. Las campañas de contrainsurgencia por naturaleza requieren de una gran capacidad humana. No existe ningún substituto a la presencia militar sobre el terreno, con la misión fundamental de garantizar la seguridad. Esta presencia militar es necesaria por varias razones, sobre todo para que otras iniciativas no militares puedan desarrollarse con “normalidad”. De una manera colateral una presencia militar masiva supondrá unas capacidades de inteligencia mayores.

La inteligencia en COIN trata con personas y se centra fundamentalmente en personas. La fuerza de ocupación y el gobierno establecido debe de estar cercano a la gente, debe de entender la gente, sus preocupaciones, sus miedos sus intereses y sobre todo sus necesidades, y para ello la inteligencia es primordial.

La inteligencia y las operaciones militares se retro-alimentan. Todas las operaciones militares tienen un componente de inteligencia. Esto es porque los soldados en este tipo de operaciones siempre son potenciales recolectores de inteligencia siempre que actúen con la población local. De hecho, todas las unidades recogen y relatan la información que puede ser de alguna manera relevante en la lucha de COIN. Es decir, en este tipo de campañas el flujo de inteligencia debe de ser de abajo arriba, más que de arriba abajo. Esto no quiere decir ni mucho menos que las principales fuentes de recolección de inteligencia sean las propias unidades desplegadas sobre el terreno; sin embargo, la estructura de inteligencia en este tipo de campañas se nutre y complementa con la información que las distintas unidades puedan recoger sobre el terreno.

Es necesario entender que los insurgentes “juegan en casa”. La superioridad de inteligencia con la que cuentan los insurgentes les da una mayor flexibilidad de actuación, del mismo modo que hace que grupos de insurgentes pequeños, con unas capacidades limitadas puedan maximizar su actuaciones, inflingiendo un gran daño a las fuerzas enemigas. Del mismo modo, el desarrollo de las capacidades de terror entre la población civil por parte de la insurgencia les asegura que la población sea más reticente a cooperar con las fuerzas gubernamentales.

Para conseguir una inteligencia efectiva en este tipo de campañas es necesario que todo el ciclo de la inteligencia (recolección, análisis, diseminación y feedback) sea consciente de la situación a la que hay que hacer frente, con el fin de adecuarse a los requerimientos que esta demanda. En este sentido, en el próximo punto intentaremos arrojar luz a la necesidad de adecuación del ciclo de la inteligencia a las campañas de COIN, prestando especial atención a la recolección y análisis como las fases más controvertidas. Del mismo modo, haremos referencia a una parte fundamental de la inteligencia como es la contrainteligencia.

Recolección

En las actividades relacionadas con la inteligencia militar, generalmente se intenta hacer todo lo más rápidamente posible desde la recogida de la información a su interpretación, es lo que el ejército estadounidense ha venido a llamar la necesidad de hacer eficaz la inteligencia.

La inteligencia en contraterrorismo y COIN permite desarrollar operaciones acertadas en las cuales los proyectos de los terroristas o los insurgentes son desmantelados; los adversarios son eliminados, o capturados; las células insurgentes son neutralizadas, sus bases logísticas son destruidas y sus líneas de aprovisionamiento rotas. Sin embargo, en una lucha a largo plazo tales acciones son la excepción más que la norma ya que es muy importante encontrar un término medio entre actuar de inmediato, con la inteligencia disponible, y “continuar observando” en un esfuerzo por “tirar de la cuerda” y conseguir una idea clara de las actividades de los insurgentes, y sus planes a más largo plazo con el fin de conseguir una ventaja estratégica. Este tipo de aproximación requiere una visión del conflicto a largo plazo.

La eficacia en operaciones de COIN es en muchos sentidos justo lo contrario a operaciones rápidas y decisivas. Una aproximación acertada a menudo requerirá un cambio significativo en la perspectiva para comprender los desafíos inherentes en esta clase de guerra y seleccionar los instrumentos más adecuados para superarlos.

Inteligencia humana (HUMINT)

En este tipo de conflictos la inteligencia humana (HUMINT) juega un papel crucial, pero es necesario que esté respaldada por una campaña de contrainteligencia activa para contrarrestar los esfuerzos de neutralizar esa capacidad por parte de la insurgencia. Del mismo modo, es necesario que existan unas condiciones de seguridad aceptables para la población civil, de forma que la colaboración con las fuerzas de ocupación o con el gobierno no suponga un peligro para su integridad.

Si bien es verdad que IMINT, SIGINT, MASINT y las demás disciplinas de inteligencia técnica (TECHINT) contribuyen de una manera sustancial al esfuerzo de recolección de información, el ambiente de las insurrecciones tiene un componente tecnológico muy bajo, por lo que HUMINT es la modalidad predominante de recolección.[66] De la misma forma, aunque de una importancia extrema, solo un pequeño porcentaje de la inteligencia humana proviene de métodos encubiertos. De hecho, uno de los métodos de información más valiosos y productivos se deriva del contacto diario con la población, aunque la información aportada por desertores y prisioneros en ocasiones es inestimable. Por otro lado la mejor inteligencia humana proviene de oficiales de inteligencia, informadores y prisioneros, en ese orden. Por desgracia, en muchas ocasiones para que un oficial pueda conseguir una buena información tiene que tratar con personajes realmente “oscuros” y muchos políticos expresan una repulsión moral clara a ese tipo de contactos.

En el caso concreto de EEUU, la carencia de inteligencia militar humana desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 encuentra su justificación en la cultura militar americana. El mando estadounidense militar ha sido orientado hacia la tecnología, existiendo un claro desconocimiento de las capacidades y limitaciones reales de la HUMINT. De hecho cuando los analistas de inteligencia presentan sus productos a los decisores políticos sobre cuestiones de insurgencia, se tratan temas de actitudes políticas, intenciones, estimaciones y juicios de valor que en muchas ocasiones son difíciles de entender (por falta de tiempo o capacidad) y por tanto las decisiones son difíciles de tomar. En muchas otras ocasiones la inteligencia que se presenta ante este tipo de cuestiones es incompleta. Sin embargo, cuando los decisores políticos reciben inteligencia derivada de fuentes técnicas, los analistas pueden presentar imágenes en Power Point, en ocasiones muy claras y fáciles de interpretar, que llaman la atención de los decisores políticos.

Como muy bien apuntaron los británicos en Irlanda del Norte, cada soldado es un recolector en potencia de inteligencia.[67] Esta aproximación atribuida tradicionalmente al general Frank Kitson entiende la recolección de inteligencia como un híbrido entre inteligencia militar, cooperación con la ley y aproximaciones tradicionales de inteligencia. Del mismo modo, hay zonas donde los ojos y los oídos de la fuerza desplegada no pueden llegar, por lo que es necesario contar con la información de la población civil. Esta necesidad de la información que la población pueda aportar es la razón principal por la que la imagen en COIN es importante. La percepción que la población tenga de la fuerza y del gobierno condicionará la voluntad de esta para cooperar más o menos activamente en los esfuerzos contra la insurgencia.

Del mismo modo, es muy difícil tener oficiales de inteligencia con un conocimiento preciso de la zona, costumbres y lenguajes de cada área donde se puede desatar un conflicto con estas características, por lo que crear una red de inteligencia en este tipo de situaciones lleva su tiempo, no solo para familiarizarse con el entorno, también para crear una red de contactos fiables en la zona. Por norma general una de las principales características de la inteligencia humana reside en los contactos personales y en la “confianza”, que se va ganando.

Relacionado con la capacidad de conseguir un background adecuado para asentar la estructura de inteligencia en la zona, está la capacidad de hablar los diferentes lenguajes y dialectos de las facciones en conflicto. En este sentido, un gran número de documentos militares estadounidenses ha apuntado la importancia de conseguir traductores y personal militar capacitado para hablar un mayor número de idiomas relevantes en zonas capitales para los intereses estadounidenses.[68] Durante décadas y sólo hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Pentágono no tenía una iniciativa clara en lo que a desarrollo de idiomas se refiere. Un estudio publicado en 2004 por el Departamento de Defensa concluía “… las distintas áreas del ejército no consideran la capacidad de idiomas y el conocimiento regional como áreas claves en las capacidades para hacer la guerra”.[69] Como J. Corum afirma, “la solución a la carencia de capacidades lingüísticas del ejército estadounidense, ha sido solventada contratando un gran número de traductores externos para servir en Irak y apoyar las operaciones civiles en zonas de conflicto”.[70] No es muy difícil imaginar que este tipo de soluciones no esta funcionando nada bien en zonas de alto riesgo como Irak. Por varios motivos, en primer lugar el trabajo militar requiere entrenamiento militar, y más en zonas de conflicto, donde un civil está fuera de su hábitat natural. En segundo lugar, el tiempo necesario para conseguir la acreditación de seguridad para poder trabajar en este tipo de situaciones es muy largo, y en muchas ocasiones los efectivos simplemente no llegan cuando son necesarios y mucha de la información disponible simplemente se pierde por falta de traducción.[71] Por otro lado, recurrir a traductores locales en este tipo de situaciones es extremadamente peligroso, ya que se está expuesto a la contrainteligencia de la insurgencia y que los métodos y fuentes se vean comprometidos de manera muy grave para la seguridad de la fuerza desplegada y de la población civil que de alguna manera coopera con ella.

Inteligencia técnica (TECHINT)

Toda la serie de dispositivos de alta tecnología de alto coste que EEUU posee, como las grandes capacidades de vigilancia espaciales, presentan una utilidad muy marginal en COIN. En la guerra convencional, un error en la interpretación del campo de batalla es muy desfavorable, pero no fatal. Por el contrario, en COIN una interpretación equivocada de la situación significa una derrota.[72]

Los Instrumentos técnicos son necesarios para proporcionar modos alternativos y complementarios de “juntar” información. Sin embargo, es importante adaptar los esfuerzos de inteligencia técnicos a la COIN. Las tecnologías deben ser moldeadas a la misión que deben cumplir, y no viceversa; aumentando el esfuerzo de recolección en vez de centrarse en debatir como se debería realizar esta aumento. La insurgencia tiene la capacidad de adaptar sus tácticas, técnicas y procedimientos rápidamente según las circunstancias. En este sentido, la capacidad de inteligencia técnica puede ser de gran ayuda para determinar las capacidades materiales de los insurgentes. La inteligencia técnica sobre el equipo insurgente es de ventaja para entender sus capacidades.

Inteligencia de señales (SIGINT)

En conflictos convencionales, la inteligencia de señales (SIGINT) es una fuente de recolección inestimable para ubicar posiciones enemigas, sus intenciones, sus capacidades y el estado de su moral. Lo mismo ocurre en campañas de COIN, donde SIGINT es a menudo muy provechosa para confirmar las informaciones de HUMINT. Del mismo modo, la inteligencia de señales puede ser una fuente de correlación primaria muy importante, en lo que al control de las comunicaciones de la insurgencia.

Inteligencia de imágenes (IMINT)

En operaciones de COIN, la inteligencia de imágenes (IMINT) puede ser usada para conducir la vigilancia de casas seguras para los insurgentes y otro tipo de instalaciones. Del mismo modo, IMINT es también eficaz en el descubrimiento de movimientos insólitos de personal y materiales, que pueden ayudar a determinar dónde es mejor intervenir. Las imágenes estáticas, como las fotos aéreas de instalaciones, son útiles en la planificación operacional y para descubrir cambios a largo plazo de estructuras o actividades en una zona.

Las imágenes de vídeo en tiempo real a menudo provienen de plataformas de vigilancia aéreas, siendo críticas para la evaluación de posiciones particulares, sitios probables de actividad insurgente y para rastrear los movimientos de los insurrectos durante operaciones. Del mismo modo, como suelen provenir de plataformas que vuelan bastante alto, los insurrectos por norma general no pueden ni sospechar que están siendo observados ni neutralizar la plataforma. Por último, el vídeo en tiempo real proporciona vigilancia en áreas donde es difícil o imposible usar otro tipo de métodos de recolección.

Measurement and Signatures Intelligence (MASINT)

Este tipo de inteligencia técnica sea posiblemente el menos conocido. Se entiende por MASINT el tipo de inteligencia técnica que consiste la información procedente del análisis de los datos cuantitativos y cualitativos de datos derivados de ciertos sensores técnicos con el propósito de identificar las características y la identificación de la fuente emisora.[73] MASINT es muy útil para monitorizar movimientos de la insurgencia y su capacidad operativa, si se tiene previamente monitorizada su posición. Sin embargo, este tipo de inteligencia en concreto presenta muchos problemas cuando se aplica a situaciones de COIN ya que los grupos insurgentes presentan una lectura muy baja, y sus capacidades técnicas son muy reducidas.

Inteligencia de fuentes abiertas (OSINT)

OSINT tiene una importancia mucho mayor en este tipo de conflictos que en conflictos tradicionales ya que los analistas de inteligencia conseguir mucha información de lo que la gente dice en la radio y en los periódicos. Del mismo modo, la inteligencia de fuentes abiertas es un instrumento valioso para entender el ambiente de la zona de conflicto. Es a menudo más útil que cualquier otra disciplina para entender actitudes públicas y el apoyo de la población a los insurgentes. OSINT es también un medio importante de determinar la eficacia de operaciones de información.

Análisis

Sin una capacidad analítica de primer orden, que dé un sentido coherente a la información recolectada, los esfuerzos de COIN pueden no presentar un conocimiento efectivo de la situación real sobre el terreno, por muchos datos que se posean del mismo.[74] El objetivo del análisis es fundir las distintas piezas de información en inteligencia operacionable y servirla en productos que sirvan de apoyo a las operaciones de COIN, pero hay que tener en cuenta que el análisis de inteligencia en COIN es muy complicado, debido principalmente a la necesidad de entender correctamente distintas percepciones y culturas, la dificultad que presenta rastrear cientos o miles de personalidades distintas, la naturaleza local de la insurgencia y la tendencia que estas tienen a cambiar en el tiempo. Por esta razón las bases de datos son muy importantes para analizar actividades insurgentes. Como mínimo, debería haber una base de datos común en todas las acciones COIN. Estas bases de datos deberían ser accesibles por todos los analistas e incluir todos los informes de todas las unidades y organizaciones desplegadas en el teatro de operaciones. Con el fin de asegurar una imagen operacional común. Básicamente, esta parte es el eslabón que enlaza con la idea anterior de Frank Kitson acerca de que todo soldado es un recolector de inteligencia en potencia. Es justamente en este punto, en el análisis, donde esta idea cobra significado pleno.

El análisis táctico en la brigada es la base para la inteligencia de nivel operacional desarrollada en grados más altos. Esto es debido al flujo de abajo arriba de inteligencia en COIN. Los batallones y brigadas desarrollan la inteligencia para su unidades superiores, mientras grados más altos la funden en una imagen de inteligencia más amplia aportando a la inteligencia a nivel operacional, cuestiones de política nacional e internacional y sus efectos sobre el ambiente operacional que de otro modo, los distintos mandos de las unidades desplegadas podrían no percibir o pasar por alto.

De manera general podemos concluir que existen dos tipos de análisis básicos en todos los niveles: (1) el análisis de ataques enemigos y (2) el análisis en red. El análisis de ataques enemigos es lo que se conoce como operaciones corrientes, saber que hace el enemigo en cada momento. El análisis en red por el contrario se centra en las personas, en las creencias, en las causas y motivaciones que guían sus acciones. La información sobre operaciones aporta alerta ante las distintas amenazas que se ciernen sobre la misión, así como las capacidades del enemigo, mientras que la inteligencia en red se centra en la inteligencia para el planeamiento general, en la estrategia largo plazo.[75]

El objetivo principal del análisis de red es el de proveer a los mandos de un entendimiento de la insurgencia y que las principales causas que la conducen. El análisis de red requiere una inversión importante de tiempo. Los analistas deberán pasar semanas o meses examinando grandes cantidades de información de distintas fuentes para conseguir una imagen lo más exacta posible de las motivaciones de los distintos grupos insurgentes. La inversión lo vale, pese a todo. Cuanto más exacta sea la inteligencia sobre las organizaciones insurgentes y el ambiente operacional en el que se mueven, más eficaces se hacen las operaciones propias. Aunque es más “fácil” desarrollar inteligencia de ataques enemigos, inteligencia de operaciones, es muy importante que la inteligencia en red se desarrolle de una manera efectiva a todos los niveles.

Hay muchas técnicas e instrumentos usados en el análisis en red. Lo que hace a todos ellos similares es que todos examinan interacciones entre individuos, grupos y sus creencias dentro del contexto histórico y cultural del ambiente operacional. Uno de los productos más importantes para el análisis en red es un correcto entendimiento de cómo la gente piensa. Este conocimiento permite establecer análisis “predictivos” que permitan adelantarse a los acontecimientos, con el desarrollo de operaciones de información y cívico-militares. Este tipo de análisis cultural es difícil ya que requiere que todo soldado en operaciones entienda la actitud de la insurgencia y de la población local. Sin embargo, este conocimiento es crítico para la eficacia de la estrategia de COIN.

Intelligence reach

Intelligence reach (también llamado reach back) se refiere a la habilidad de explotar las fuentes, capacidades, y expertos que no se encuentran desplegadas físicamente en el teatro de operaciones.[76] Las unidades desplegadas o por desplegar a menudo usan las capacidades de reach back con el fin de maximizar el tiempo de los análisis en red o los análisis de factores socioculturales. Esto es muy útil cuando los despliegues ocurren con poco tiempo y cuando las organizaciones usadas para reach back tienen una gran experiencia en este tipo de cuestiones. Los analistas pueden recibir la ayuda de reach back desde la autoridad superior o externamente, lo que aumenta la efectividad y reduce la “huella” (footprint) de la fuerza sobre el terreno. Muchas de las organizaciones de reach back son de EEUU y en muchas ocasiones están de alguna forma “conectadas” al Departamento de Defensa, un ejemplo claro es la Rand Corporation.[77]

La complejidad de analizar las insurgencias reside principalmente en que a menudo lleva meses a los analistas entender el ambiente operacional de la insurgencia. Por esta razón, los analistas deberían mantener la alerta situacional de la insurgencia durante el mayor tiempo posible. Esto puede ser logrado teniendo la inteligencia de otras secciones que operen “desde casa”, estableciendo un continuo feedback. Esto reduce la curva de incertidumbre por las rotaciones de las unidades y aumenta su eficacia durante los primeros meses críticos del despliegue. El objetivo de la colaboración y fusión de la inteligencia es el de organizar la recolección y los esfuerzos analíticos de varias unidades y organizaciones en un esfuerzo de inteligencia coherente y de cooperación. El conseguir una imagen operacional del organigrama y funcionamiento de la inteligencia no solo lleva tiempo, también es muy complejo, por lo que un trabajo integrado de todas las unidades desplegadas, reducirá al máximo la incertidumbre en un espacio de tiempo más breve.[78]

Por norma general, las insurgencias responden mal a las generalizaciones del tipo: “si el líder es neutralizado, se habrá terminado la insurgencia”; es muy importante no subestimar o simplificar la insurgencia. Sin embargo, los analistas y decisores requieren una definición y una clara descripción del enemigo al que se están enfrentando. Un medio para agilizar este proceso es el de clasificar la insurgencia por regiones, facciones y, personalidades claves, así como por los objetivos y sus motivaciones. Si bien es verdad que la insurgencia suele estar localizada en un contexto local concreto, tiene un componente nacional e incluso internacional que no puede ser desdeñado. Por ello es necesario conseguir la mayor cooperación entre todos los niveles de la inteligencia. Por ejemplo, si existen diversas redes de insurgencia en un país, los distintos batallones de la fuerza de ocupación pueden enfrentarse a diferentes manifestaciones de la insurgencia, y operacionalmente hablando la manera de hacerla frente puede variar. Del mismo modo, como ya hemos apuntado anteriormente, una de las principales características de los movimientos insurgentes es su gran capacidad de adaptación y cambio.

Por lo general, los batallones enfocan su campo de acción en la información que puede aportar tanto la población como los insurgentes capturados en su área de actuación. Sin embargo, los analistas son los encargados de determinar los eslabones e interacciones entre la población y los insurgentes, más allá de las “fronteras entre unidades”. Del mismo modo, los analistas intentan establecer las distintas conexiones de la insurgencia, a nivel nacional e internacional. Basándonos en estas líneas de actuación de los analistas de inteligencia con respecto a la insurgencia, una base de datos previa sería de gran ayuda para la fusión de la inteligencia, all source-intelligence, de una manera eficaz. Una de las principales limitaciones para el buen funcionamiento de este tipo de bases de datos, es el hecho de que en este tipo de conflictos, por norma general, participan un gran número de, fuerzas de distintos países del mundo, así como agencias de inteligencia de todo el mundo y si bien se pueden establecer acuerdos de cooperación, y distintas relaciones entre agencias de inteligencia, la cooperación entre servicios de inteligencia siempre es problemática.

En conclusión, lo que hace un análisis de inteligencia para COIN tan distinto de los análisis requeridos para otro tipo de operaciones militares es la gran cantidad de información cultural que debe de ser recolectada, analizada y diseminada. De este modo, para establecer una estrategia eficaz en COIN, así como en cualquier otro tipo de conflictos asimétricos, es necesario dedicar al menos el mismo tiempo en comprender a la población de la zona, sus problemas, miedos, motivaciones, tradiciones e historia, como el tiempo que se dedica a combatir a las tropas enemigas. Toda esta información es esencial para entender las causas profundas que avivan el conflicto y por tanto poder establecer la mejor manera de combatirlo.

Contrainteligencia

Los insurrectos dan una gran importancia a la recogida de información, a través de informadores y agentes dobles, por medio de labores de vigilancia y reconocimiento y usando información recogida en fuentes abiertas. Los insurgentes pueden usar a casi cualquier persona que interactúe con el personal estadounidense o multinacional como un informador. Esto hace que las operaciones de seguridad por parte de la fuerza de ocupación sean muy importantes, es clave dar seguridad a contratistas, informadores, traductores y todo personal que trabaja con la fuerza desplegada, pero también es necesario saber muy bien con quién se está trabajando, para no ser penetrados y no poner en peligro la seguridad de la fuerza desplegada, ni de los colaboradores de la misma. En este punto, la base de datos de la que hablábamos en la parte dedicada al análisis es muy útil para establecer relaciones entre las distintas personas en contacto con la fuerza de algún modo y las personas relacionadas directa o indirectamente con la insurgencia.

Los insurgentes poseen una gran capacidad de inteligencia, y dentro de esa capacidad se encuentran distintas redes de alerta sobre las posiciones y movimientos de la fuerza de ocupación. Pero no sólo sobre la fuerza: la insurgencia no sólo dirige sus actuaciones sobre los militares estadounidenses; por desgracia, en numerables ocasiones la población civil es objetivo prioritario en las actividades de la insurgencia y por ello la capacidad de inteligencia de la misma considera a la población civil como objetivo prioritario. En el caso concreto de Irak, uno de los principales objetivos de la estrategia a largo plazo de la insurgencia es hacer que el país no sea viable, y que al final los estadounidenses decidan iraquizar el conflicto, admitiendo que es muy costoso, que no merece la pena o que tiene un coste político muy caro. De este modo, cuando los estadounidenses se marchen de Irak, tal y como ya pasó en Vietnam, la insurgencia intentará lanzar una campaña más amplia para hacerse con el poder en Irak.

Conclusión

Como hemos tenido oportunidad de comprobar durante la realización de este documento de trabajo, la naturaleza del conflicto está cambiando, existiendo dos tendencias fundamentales a tener en cuenta. Por un lado, el final de la Guerra Fría ha disparado el número de conflictos étnicos y de carácter interno por todo el mundo, haciendo de las misiones de paz mecanismos fundamentales para su solución. Por otro lado, la superioridad militar estadounidense, basada en la aplicación militar de un desarrollo tecnológico sin precedentes, ha hecho que la única “oportunidad” que tengan sus enemigos sea en las estrategias asimétricas en el contexto de los conflictos de baja intensidad. De hecho, podemos afirmar que ésta es la esencia misma de la guerra asimétrica, la capacidad que tienen distintos actores de, por el precio de un teléfono móvil, un detonador y explosivos, poder destruir material por valor de millones de dólares, sin contar las bajas que producen por el mismo precio. Estas ideas son fundamentales para entender cómo el desarrollo de la tecnología aplicada a la información ha cambiado la naturaleza del conflicto en el siglo XXI.

La guerra en el siglo XXI está evolucionando hacia formas de conflicto que la mayoría de los Estados occidentales están poco preparados para hacer frente. Diferentes actores en diversas partes del mundo se han dado cuenta de que la guerra de cuarta generación, 4GW, es la única forma que tienen de combatir, por ser la que presenta algún tipo de garantías de éxito.[79] Podemos afirmar que es la única forma de guerra en la que EEUU ha perdido, y no sólo una vez, sino tres: en Vietnam, en Líbano y en Somalia. Al igual que Francia en Indochina y Argelia y la Unión Soviética en Afganistán. El mensaje es claro, las guerras no convencionales son la única forma de hacer frente a los Estados. Básicamente porque las 4GW tratan de cambiar las posiciones políticas del enemigo[80] desde ambientes complejos y en forma de conflictos de baja intensidad.[81] En este sentido, está claro que la discusión de la evolución de los conflictos armados en el comienzo de siglo tiene muchas implicaciones para la comunidad de inteligencia de los distintos Estados implicados.[82]

La experiencia en la GWOT, Somalia, Irak y las primeras campañas en Afganistán nos hablan de que las insurgencias “clásicas” tienden a desaparecer y en su lugar nos acercamos a un nuevo tipo de insurgencia que tiene su mayor exponente en la insurgencia islamista global. Este tipo de insurgencia utiliza preferentemente el terrorismo como táctica principal, luego tanto las estrategias contraterroristas tradicionales como las contrainsurgencias clásicas (destinadas para derrotar a una insurgencia en un solo estado) no son adecuadas contra esta insurgencia global.[83] Ésta utiliza violencia asimétrica, ambigüedad, guerra psicológica y movilización política, y evita los lugares donde son débiles y se enfoca en la política y la psicología. Pero estos caracteres van a mostrar una evolución desde las premisas de las guerras de 4ª generación. Aunque las insurgencias se realizaban siguiendo los modelos de insurgencia maoísta y de Ho Chi Min, estás evolucionaron hacia objetivos que incluyen a toda la sociedad, una descentralización, agilidad y flexibilidad en términos logísticos, mayor énfasis en la capacidad de maniobra y la identificación del centro de gravedad del adversario para conseguir su colapso, más que su destrucción física. Sin embargo, estos caracteres continúan evolucionando.

La guerra de 5ª Generación emerge de la evolución de la 4ª Generación[84] en una serie de tendencias y la aparición de diferentes actores y el uso de medios no convencionales de forma asimétrica. La estrategia de la insurgencia parte de una campaña de comunicación estratégica apoyada por guerrilla y actos terroristas, en lugar de campañas militares apoyadas por operaciones de información. Los insurgentes construyen su estrategia alrededor de una campaña de comunicaciones estratégica, diseñada para cambiar la visión que tiene del mundo el adversario. Además, la organización de los insurgentes no será jerárquica, como en el modelo maoísta, sino en el mejor de los casos, en redes.

Por lo tanto, en las campañas de contrainsurgencia se requiere una aproximación mucho más amplia que la puramente militar,[85] ya que la opción militar por sí sola no creará una paz duradera, ni unas condiciones apropiadas en las que las negociaciones de paz puedan llegar a buen puerto. Por ejemplo, en un principio se pensó que EEUU podría tener éxito en Irak simplemente con la opción militar. Sin embargo, tras casi cinco años desde la invasión ha quedado patente que una solución del conflicto requiere inversiones a largo plazo, que pasen por la existencia de un gobierno fuerte centralizado, la creación y desarrollo de unas fuerzas de seguridad efectivas y la aplicación de proyectos de desarrollo a largo plazo. Una tesis subyacente a esta idea es que mientras la acción militar es necesaria, no es una condición suficiente para el éxito.

John McCuen afirma que “la unidad de planeamiento, mando y control, son mínimos indispensables para conseguir unidad de resultados, en una lucha conjunta y organizada en campañas de COIN. Todos los esfuerzos militares, políticos, y psicológicos deben de ser dirigidos hacia la misma dirección, con el fin de conseguir unos resultados a largo plazo conjuntos.”[86] En este trabajo, tomando como ejemplo la evolución de la postura estadounidense en las operaciones de contrainsurgencia actuales, encuadradas dentro de los conflictos de cuarta generación, hemos intentado plantear la necesidad de otorgar un mayor énfasis a la inteligencia para poder hacer frente a las distintas situaciones del siglo XXI. Por ello, cualquier actor implicado en los conflictos venideros deberá desarrollar de una manera efectiva su capacidad de inteligencia para poder enfrentarse con éxito a los requerimientos que los nuevos tipos de confrontación exigen, donde la interacción con las distintas fuerzas locales, militares o no, y la cooperación (interna y externa) serán los dos factores fundamentales en la misma. Sin embargo, conseguir una inteligencia eficaz en este tipo de campañas es realmente complicado, incluso partiendo de una superioridad tecnológica aplastante, ya que los insurgentes parten con una ventaja inestimable en lo que a inteligencia se refiere, dado que tienen un mayor conocimiento del terreno, de la situación y de los líderes y facciones locales; en pocas palabras, los insurgentes “juegan en casa”.[87]

Notas:

[1] Hoy en día los Estados son más débiles de lo que solían ser. El desarrollo de las comunicaciones e Internet han hecho mucho más difícil para los gobiernos controlar el movimiento de las personas y, por tanto, de la información. El Estado se ve presionado por diversos actores internacionales que limitan su autoridad, como es el Fondo Monetario Internacional, organizaciones no gubernamentales, las propias Naciones Unidas y un sin fin de organizaciones supranacionales que limitan su poder. Ulrico Beck, (1992), Risk Society: Towards a New Modernity, Londres, Sage.

[2] Michael E. O’Hanlon (1992), The Art of War in the Age of Peace: US Military Posture for the Post-Cold War World, Praeger Publishers, Westport (CT), p. 33.

[3] James M. Scott (1998), After the End: Making US Foreign Policy in the Post-Cold War World, Duke University Press, Durham (NC), p. 69.

[4] Thomas G. Weiss (1991), Third World Security in the Post-Cold War Era, Lynne Rienner, Boulder (CO), p. 139.

[5] Scott (1998), op. cit., p. 19.

[6] Richard N. Haass (1999), Intervention: The Use of American Military Force in the Post-Cold War World, Brookings Institution, Washington DC, p. 71.

[7] Weiss (1991), op cit., p. 166.

[8] Ibid.

[9] Ibid., p. 167.

[10] Domald M. Snow (1991), The Shape of the Future: The Post-Cold War World, M.E. Sharpe, Armonk (NY), p. 93.

[11] Ivan Arreguin-Toft (2001), “How the Weak Win Wars: A Theory of Asymmetric Conflict”, International Security 26, nº 1, verano, pp. 93-128; Robert M. Cassidy (2002), “Why Great Powers Fight Small Wars Badly”, Military Review, septiembre-octubre, p. 41-53.

[12] Charles E. Callwell (1906), Small Wars: A Tactical Handbook for Imperial Soldiers, HMSO, Londres, p. 21; Colin S. Gray (1999), Modern Strategy, Oxford University Press, Nueva York, p. 273.

[13] Thomas X. Hammes (2004), The Sling and Stone, On War in the 21st Century, Zenith Press, St Paul (WI), p. 208.

[14] Michael Howard y Peter Paret (eds.) (1989), Carl von Clausewitz, On War, Princeton University Press, Princeton (NJ), p. 77.

[15] Eliot A. Cohen (1984), “Constraints on America’s Conduct of Small Wars”, International Security, otoño, pp. 151-181.

[16] Frank Kitson (1971), Low Intensity Operations, Stackpole Books, Harrisburg (PA); David Galula (2005), Counter-insurgency Warfare: Theory and Practice, Hailer, St Petersburg (FL); Robert Thompson (1966), Defeating Communist Insurgency: The Lessons of Malaya and Vietnam, Praeger, Nueva York; Ian F.W. Beckett (2001), Modern Insurgencies and Counter-Insurgencies: Guerrillas and Their Opponents since 1750, Routledge, Londres.

[17] NSDD 159, “Covert Action Policy Approval and Coordination Procedures”, The White House, 18/I/1985. La etiqueta de lucha contra el terrorismo internacional se establecía para todas estas situaciones. Saul Landau (1985), The Dangerous Doctrine-National Security and US Foreign Policy, Westview, Londres.

[18] Secretario de Estado George Shultz, “Low-Intensity Warfare: The Challenge of Ambiguity”, “Address before the Low-Intensity Warfare Conference at the National Defense University”, 15/I/1986, en Department of State Bulletin, marzo de 1986, p. 15.

[19] Anthony, Lake (1994), “Confronting Backlash States”, Foreign Affairs, nº 73-2, marzo-abril.

[20] Martin Indyk (1993), “Challenges to US Interests in the Middle East: Obstacles and Opportunities”, The Soref Symposium, Washington Institute for Near East Policy, Washington DC, 18-19/V/1993).

[21] The President’s State of the Union Address, The United States Capitol, Washington DC, The White House, Office of the Press Secretary, 29/I/2002.

[22] John Bolton (2002), “Beyond the Axis of Evil: Additional Threats from Weapons of Mass Destruction”, Remarks to Heritage Foundation, Department of State, Washington DC, 6/V/2002.

[23] Department of Defense Dictionary of Military and Associated Terms, 12/IV/2001, modificado el 17/X/2007.

[24] Joint Pub 3-07 (1995), Joint Doctrine for Military Operations Other Than War, junio. Estas son: “arms control, combatting terrorism, DOD support to counterdrug operations, enforcement of sanctions/maritime intercept operations, enforcing exclusion zones, ensuring freedom of navigation and overflight, humanitarian assistance, military support to civil authorities, nation assistance/support to counterinsurgency, noncombatant evacuation operations, peace operations, protection of shipping, recovery operations, show of force operations, strikes and raids, and support to insurgency. This listing of military operations other than war is somewhat misleading in that many of the operations included in this category, for example strikes and raids, clearly fall within the classical definition of war”.

[25] Kitson (1971), op. cit, p. 3.

[26] B. O’Neill (2001), Insurgency and Terrorism: Inside Modern Revolutionary Warfare, Brassey’s, Washington DC, p. 13.

[27] Barno David (2006), “Challenges in Fighting a Global Insurgency”, Parameters, verano, pp. 18-20.

[28] S. Metz y R.A. Millen (2004), Insurgency and Counterinsurgency in the 21st Century: Reconceptualizing Threat and Response, Strategic Studies Institute, US Army War College, Carlisle (PA), http://purl.access.gpo.gov/GPO/LPS63241, p. 2.

[29] Al-Qaeda procura reducir la influencia occidental en Oriente Medio para instigar reformas sociopolíticas entre la población musulmana, al tiempo que intenta reconducir la frustración de los musulmanes y convertirla en apoyo a su movimiento insurgente contra los líderes de Occidente y lo que ellos consideran falsos musulmanes.

[30] US Interdepartmental Committee on Overseas Internal Defense Policy, US Overseas Internal Defense Policy, 24/VII/1962, p. 2-3, en Steven Metz (1995), “Counterinsurgency: Strategy and the Phoenix of American Capability”, Strategic Studies Institute, US Army War College, Carlisle Barracks, p. 12.

[31] US Army, FM 100-20, Low-Intensity Conflict, Headquarters, Department of the Army, Washington, DC, enero de 1981.

[32] Steven Metz (2007), “Learning from Iraq: Counterinsurgency in American Strategy”, Strategic Studies Institute, US Army War College, Carlisle Barracks, enero, pp. 10-11.

[33] FM 100-20/Air Force Pamphlet 3-20, Military Operations in Low Intensity Conflict, Departments of the Army and the Air Force, 5/XII/1990.

[34] FM 90-8, Counterguerrilla Operations, Department of the Army, agosto de 1986, p. 6.

[35] “Counterinsurgency Operations”, Army Field Manual FM 3-07.22, Department of the Army, Washington DC, octubre de 2004.

[36] Clausewitz, op cit., p. 88.

[37] Jeffery R. Barnett (1996), “Defeating Insurgents with Technology”, Airpower Journal, verano, http://www.airpower.maxwell.af.mil/airchronicles/apj/apj96/sum96/barnett.html.

[38] Ibid.

[39] A lo largo de los años, la teoría de la insurgencia revolucionaria de Mao se ha ido modificando, más intensamente durante los años 70 con el éxito de las campañas de China, Vietnam y Cuba. Una de las principales aportaciones se conoce como “la teoría Foco”, que afirmaba que, el iniciar una estrategia de insurgencia sólo tras una larga preparación y madurez política, era del todo innecesario. Ernesto “Che” Guevara afirmaba que la insurgencia podía empezar con una guerra de guerrillas por el ejército del pueblo como un primer paso, y que la organización política podía desarrollarse con posterioridad, cuando la acción militar ya estuviese iniciada. Guevara aplicó esta teoría en Bolivia en los años 60 y fracasó, perdiendo su propia vida en ello. De hecho, en la insurgencia, como en cualquier otro aspecto de la vida, un correcto planeamiento y una preparación minuciosa son básicos para el éxito. La estrategia “Foco” ha fracasado todas las veces que ha sido aplicada.

[40] James S. Corum, “Fighting Insurgents, no Shortcuts to Success”,
http://www.strategicstudiesinstitute.army.mil/pdffiles/pub666.pdf, p. 48.

[41] Max Boot (2003), “The New American Way of War”, Foreign Affairs, julio/agosto.

[42] Thomas A. Keaney y Eliot A. Cohen (1995): Revolution in Warfare?: Air Power in the Persian Gulf, Naval Institute Press, Annapolis(MD); Barry D. Watts (2004), Clausewitzian Friction and Future War, edición actualizada, Defense Technical Information Center, Fort Belvoir, http://handle.dtic.mil/100.2/ADA427577; Zalmay Khalilzad y Jeremy Shapiro (2002), United States Air and Space Power in the 21st Century: Strategic Appraisal, Defense Technical Information Center, Fort Belvoir, http://handle.dtic.mil/100.2/ADA432766; Richard H. Shultz y Robert L. Pfaltzgraff (1992), The Future of Air Power in the Aftermath of the Gulf War, Air University Press, Maxwell Air Force Base (ALA), http://purl.access.gpo.gov/GPO/LPS46994; Jeffery R. Barnett (1996), “Defeating Insurgents with Technology”, Airpower Journal, verano, http://www.airpower.maxwell.af.mil/airchronicles/apj/apj96/sum96/barnett.html.

[43] Ron Fogleman (1996), “Global Engagement: A Vision for the 21st Century Air”, United States Air Force, http://www.au.af.mil/au/awc/awcgate/global/global.pdf.

[44] Eliot A. Cohen (1993), Gulf War Air Power Survey, Office of the Secretary of the Air Force, Washington DC.

[45] Corum, op. cit., p. 57.

[46] Keaney y Cohen, op. cit.

[47] Jeffrey Record (1993), Hollow Victory: A Contrary View of the Gulf War, Brassey’s, Washington.

[48] Si bien es verdad que el mandato de Naciones Unidas simplemente establecía como objetivo fundamental expulsar a las tropas iraquíes de Kuwait y devolver el statu quo anterior a la invasión.

[49] Corum, op. cit., p. 59.

[50] Aparentemente, el nuevo modo de hacer la guerra basado en la alta tecnología fue interpretado de forma diferente por diferentes culturas. La política de Clinton “débil” hacia el terrorismo pronto convenció a facciones radicales islamistas que atacar a EEUU directamente era una estrategia plausible.

[51] Allied Force Munitions Assessment team, “Kosovo Strike Assessment Final Report”, 14/X/1999.

[52] DoD report to Congress, “Kosovo Operation Allied Force After Action Report”, 31/I/2000), p. 131, http://www.dod.mil/pubs/kaar02072000.pdf.

[53] Esto se vio reflejado en la ineficacia y falta de entrenamiento de las tropas de la Guardia Nacional desplegadas en Irak, las cualescontaban con un entrenamiento de combate muy limitado y su preparación se vio del todo insuficiente.

[54] Robert Burns (2002), “Ex-general Says War Games Were Rigged”, Associated Press and Army Times, 16/VIII/2002); Corum, op. cit., p. 68.

[55] Max Boot (2003), “The New American Way of War”, Foreign Affairs, nº 82-4, julio-agosto, p. 42.

[56] Ibid., p. 7.

[57] Max G. Manwaring (2001), “Internal Wars: Rethinking Problem and Response”, Strategic Studies Institute, US Army War College, septiembre.

[58] Bruce Hoffman (2004), “Insurgency and Counterinsurgency in Iraq”, Rand Corporation, National Security Research Division, 10/VI/2004, http://www.rand.org/research_areas/national_security/.

[59] Hammes, op. cit., p. 231.

[60] Daniel Byman (2005), “Going to War with the Allies You Have: Allies, Counterinsurgency, and the War on Terrorism”, US Army War College Strategic Studies Institute, Carlisle Barracks (PA), p. 9.

[61] D. Kahn (2006), “The Rise of Intelligence”, Foreign Affairs, nº 85-5, p. 125.

[62] David Galula (2005), Counterinsurgency Warfare: Theory and Practice, Frederick A. Praeger, Nueva York, p. 101.

[63] Corum, op. cit.

[64] Kahn (2006), op. cit., p. 134.

[65] Kahn (2006), op. cit., p. 135.

[66] Nigel Aylwin-Foster, (2005), “Changing the Army for Counterinsurgency Operations”, Military Review, noviembre-diciembre, pp. 2-15; también: David A. Petraeus (2006), “Learning Counterinsurgency: Observa­tions from Soldiering in Iraq”, Military Review, enero-febrero, p. 9.

[67] David Barzilay (1975), The British Army in Ulster, vol. 2, Century Services, Belfast, p. 218.

[68] “National security strategy, joint vision 2020, DoD guidance on Transformation and Joint Doctrine”, Science Applications International Corporation, SAIC Defence Language Transformation Report, Washington DC, 2004, pp. 6-8.

[69] SAIC Defence Language Transformation Report, Washington DC, 2004.

[70] Corum, op cit., p. 141.

[71] Ibid., p. 141.

[72] Ibid., p. 126.

[73] “Measurement and Signature Intelligence (MASINT)”, Intelligence Resource Program FAS, 2000, www.fas.org/irp/program/masint/.

[74] George Styles y Bob Perrin (1975), Bombs Have No Pity: My War Against Terrorism, Luscombe, Londres, p. 111.

[75] “Counterinsurgency”, Headquarters, Department of the Army, United States, FM 3-24, junio de 2006.

[76] National Defence Strategy of the United States of America, Desired capabilities and Attributes, 2005, http://www.globalsecurity.org/military/library/policy/dod/nds-usa_mar2005_iiib.htm.

[77] Se puede encontrar una lista detallada en Centre for Army Lessons Learned en Fort Leavenworth, Kansas, http://call.army.mil/.

[78] “Counterinsurgency”, Headquarters, Department of the Army, United States, FM 3-24, junio de 2006.

[79] La guerra de cuarta generación (Fourth Generation Warfare, 4GW) se define como “una evolución desde una forma insurgencia que utiliza todos los recursos disponibles, políticos, económicos, sociales, y militares, para convencer al enemigo de que sus objetivos estratégicos son inalcanzables o demasiado costoso para alcanzar el éxito”. La formulación de la teoría de la guerra de cuarta generación comenzó en octubre de 1989 con el artículo de William S. Lind y sus coautores, “El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación”. Es un intento de plantear las distintas evoluciones de la guerra, analizando las características de períodos anteriores y eventos significativos que cambiaron la forma de la guerra en el pasado, para concluir planteando las características básicas de lo que denominaron guerras de cuarta generación. El concepto evolucionaría a lo largo de la década de los noventa.

[80] Thomas X. Hammes, “Insurgency: Modern Warfare Evolves into a Fourth Generation”, Institute for National Strategic Studies National Defense University, http://www.ndu.edu/inss.

[81] Ibid.

[82] Cole Myke, “From the Military: Applying 4GW Theory to the Intelligence Community”, http://www.d-n-i.net/fcs/cole_lessons_from_the_military.htm.

[83] David Kilcullen (2005), “Countering Global Insurgency”, The Journal of Strategic Studies, nº 28-4, agosto. Sobre la crítica a la aplicación de contrainsurgencia clásica, véase de este mismo autor “Counterinsurgency Redux”, Survival, diciembre de 2006.

[84] Thomas X. Hammes (2007), “Fourth Generation Evolves, Fifth Emerges”, Military Review, mayo-junio, p. 14-23.

[85] Frank Van Kappen, “Strategic Intelligence and the UN”, en Platje et al. (eds.) (2003), Peacekeeping Intelligence: Emerging Concepts for the Future, OSS International Press, Oakton, p. 3.

[86] John McCuen (1967), The Art of Counter-Revolutionary War, Faber & Faber, Londres, pp. 72-93.

[87] Daniel Byman (2006), “Remaking Alliances for the War on Terrorism”, The Journal of Strategic Studies, nº 29-5, octubre, pp. 767-811.