23 de febrero de 2009

POR QUÉ RUSIA TEME LA DEFENSA ANTIMISILES TRANSATLÁNTICA


Soeren Kern

Polonia y la República Checa están considerando una solicitud americana para estacionar elementos de un sistema de defensa antimisiles en su territorio. Los acuerdos, en negociación, establecen que Estados Unidos instale en Polonia 10 interceptores terrestres de misiles y una estación avanzada de radar adjunta en la República Checa.

Los nuevos sistemas que Estados Unidos tiene previsto instalar en Europa Central formarán parte sustancial del segmento europeo de un más amplio escudo antimisiles que están desarrollando Estados Unidos y una serie de otros importantes aliados que incluyen a Australia, Japón y Reino Unido. El objetivo global es desarrollar un programa de defensa antimisiles estratificado e integrado a nivel mundial que proteja a Estados Unidos y a sus aliados contra misiles de largo alcance disparados por “estados parias”, como Irán o Corea del Norte, y por terroristas y otros agentes no estatales.

Estados Unidos, que actualmente opera 2 bases terrestres de interceptores en Alaska y California como protección contra las amenazas de misiles provenientes de Corea del Norte, ha estado negociando discretamente durante los últimos 4 años para emplazar los elementos de una nueva base en la República Checa y Polonia; ambos países tienen gobiernos que son de centro derecha y proamericanos. Los costes de los proyectos para Europa Central, que estarán listos para su puesta en funcionamiento en 2011, se anticipa que totalicen alrededor de 1.600 millones de dólares.

Ambigüedades rusas

Rusia ha reaccionado con indignación predecible, argumentando que el escudo antimisles americano alterará el balance de poder de la Posguerra Fría en Europa. Moscú dice que cualquier expansión del proyecto antimisiles americano para Polonia y la República Checa les obligará a revisar su planificación militar para contrarrestar una aparente amenaza. Y eso no es todo.

El 10 de febrero, en la conferencia anual Wehrkunde sobre política de seguridad en Múnich, reunión transatlántica de políticos y expertos en defensa, el presidente ruso Vladimir Putin acusó acaloradamente a Estados Unidos de empezar una nueva “carrera armamentística” por desplegar defensas antimisiles en Europa Central. Con una retórica reminiscente de la Guerra Fría, Putin procedió a acusar a Estados Unidos de un “uso hiperinflado de la fuerza” para dominar al mundo.

Poco después del discurso de Putin, el 16 de febrero, Yuri Baluyevsky, jefe del Estado Mayor del Ejército ruso amenazó con que su país podría retirarse del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) de 1987 a menos de que Estados Unidos abandone sus planes de desplegar el escudo antimisiles de Europa Central. Este tratado acabó con la producción de misiles balísticos y de crucero nucleares y convencionales lanzados desde tierra con un alcance de 500 a 5.500 kilómetros en Estados Unidos y Rusia.

Pero ¿cómo deberían interpretarse las amenazas rusas?

Separar el mito de la realidad sería un buen sitio para empezar. La mayoría de analistas de seguridad están de acuerdo en que las acusaciones rusas sobre que el plan de Estados Unidos alterará el balance de seguridad en la región esencialmente no son realistas y simplemente porque no hay forma de que el previsto escudo antimisiles americano pudiera neutralizar el extenso arsenal ruso.

Según los últimos datos de cuantificación bajo el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), Rusia agrupa unas 4.300 ojivas nucleares estratégicas y mantiene miles de ojivas adicionales en reserva. Además, Rusia actualmente mantiene casi 1.000 vehículos lanzadera estratégicos que incluyen más de 500 misiles balísticos intercontinentales (ICBM), casi 300 misiles balísticos de lanzamiento submarino (SLBM) y casi 100 bombarderos estratégicos.

Por tanto, argumentar que desplegar 10 interceptores americanos de misiles no probados alterará el equilibrio europeo de poder, parecería en el mejor de los casos una torpe reacción exagerada. En efecto, los funcionarios americanos admiten rápidamente que Rusia podría saturar con facilidad el sistema antimisiles americano. El teniente general de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, Henry Obering, director de la Agencia de Defensa Antimisiles estadounidense, dijo el 25 de enero que los interceptores “están dirigidos contra las capacidades de estados parias, no contra el obviamente sofisticado escuadrón de misiles balísticos como el que tienen los rusos”. Obering prosiguió para afirmar que “físicamente no podemos atrapar los ICBMs rusos incluso si estuviéramos intentando apuntar hacia esos misiles”. Admitir esto en sí mismo parecería demostrar que el sistema americano no está dirigido contra Rusia.

Entonces ¿a qué se debe en realidad el enfado de Rusia?

Moscú, parece ser, está enfadado por su pérdida de influencia en asuntos mundiales y su incapacidad para recobrarla. Durante su discurso en Múnich, Putin admitió tanto como eso al expresar su resentimiento por el estatus de Rusia como poder de segunda en un mundo “unipolar” en el que Estados Unidos es el que manda. Este mundo, dijo Putin, “significa en la práctica una cosa: un centro de poder, una fuerza, un centro de toma de decisiones, el mundo de un solo amo, un soberano”.

Esto significaría que la oposición de Rusia a la defensa antimisiles americana en realidad tiene muy poco que ver con la seguridad rusa y muchísimo que ver con la pérdida de influencia rusa sobre sus países satélite como Polonia y la República Checa.

La indecisión europea, otra vez

Entonces, ¿cómo debería Occidente responderle a Rusia? Bueno, probablemente no como Alemania, al menos no si las élites europeas tienen cualquier ambición seria de convertir a la Unión Europea en un participante serio de la escena mundial.

En lo que muchos observadores han llegado a esperarse de una Europa que no es capaz ni tiene voluntad de autodefenderse, Frank-Walter Steinmeier, el ministro de Relaciones Exteriores alemán, escogió nuevamente el camino del apaciguamiento en lugar de hacerle frente a la intimidación rusa con firmeza.

En una entrevista del 19 de febrero en el periódico Handelsblatt, Steinmeier tuvo la audacia de criticar públicamente a Estados Unidos por el proyecto de defensa antimisiles, del cual Alemania casi indiscutiblemente tiene mucho más que ganar en términos de seguridad que incluso el mismo Estados Unidos. En una afirmación que Steinmeier sabe que es una mentira, acusó a Washington de no incluir a Moscú en las conversaciones del proyecto de defensa antimisiles propuesto para Polonia y la República Checa. Debido a que las bases del proyecto de defensa antimisiles estaría estacionado “cerca de Rusia, deberían haber incluido a los rusos en las conversaciones mucho antes” dijo Steinmeier. “Dada la naturaleza estratégica de tal proyecto, yo abogaría por proceder con cuidado haciendo uso del diálogo intensivo con todas las partes involucradas, sea directa o indirectamente” añadió Steinmeier.

Pero eso no fue todo. A pesar de que los planificadores estratégicos americanos a menudo han afirmado que la defensa antimisiles de Europa Central está diseñada para proteger a sus aliados europeos de amenazas provenientes de Oriente Próximo, Steinmeier pasó a descartar que los misiles iraníes representen cualquier amenaza potencial, diciendo que Teherán no posee la tecnología para llevar a cabo ataque semejante. Además, también habló contra cualquier inminente sanción a Irán por su política nuclear. “La resolución más reciente del Consejo de Seguridad de la ONU no tiene ningún mecanismo automático para la situación en la que Irán no cumpla con sus obligaciones” dijo Steinmeier.

A simple vista, los comentarios de Steinmeier parecen increíbles, hasta ridículos, si no fueran tan graves. ¿Es la indecisión de Alemania frente a la presión rusa otro ejemplo de lo que las élites europeas afirman que es su forma más”sofisticada” de diplomacia internacional? Si es así, los ciudadanos europeos deberían esperarse un futuro claramente menos optimista del que les prometen sus líderes.

Los europeos siguen necesitando el liderazgo americano

Éste podría un buen momento para que los europeos echaran la vista atrás a su propia historia reciente. Durante los años 90, Moscú lanzó un gran número de amenazas tratando de evitar que Occidente ampliase la OTAN con países del ex bloque soviético. Y a pesar de que hubo muchos europeos que lanzaron mensajes ambiguos, en Estados Unidos cabezas más frías ignoraron esas amenazas y hoy como nunca antes, Europa es más democrática, pacífica y está más segura. En efecto, sin las garantías de seguridad que dio la expansión de la OTAN, es poco probable que la ampliación de la Unión Europea hubiese sido posible.

Por su parte, Moscú no ha ayudado a cimentar el tipo de esa confianza que ahora acusa de poner en peligro a Estados Unidos. Rusia, por ejemplo, en 2006 fue el mayor exportador de armas al mundo en desarrollo, con clientes que incluyen a estados “parias” como Siria y Venezuela. En realidad, Rusia vendió recientemente 700 millones de dólares en misiles antiaéreos a Irán, que es de suponer se usarán para defender el programa nuclear de Teherán. Irónicamente, es exactamente la amenaza para Europa de un misil iraní de largo alcance lo que ha impulsado a Estados Unidos a desplegar el escudo antimisiles en Europa Central.

Y luego están las políticas cada vez más nacionalistas que salen desde Moscú hoy en día y que son muchísimo más desestabilizadoras para la seguridad europea que para las defensas antimisiles americanas. En un comentario titulado “Las recompensas de una OTAN más amplia” publicado por el Washington Post el 19 de febrero, los autores exhortaban a sus lectores a que “dejen de figurarse que el problemático ascenso de Rusia como un estado intolerante y cada vez más autoritario impulsado por una forma de petro-nacionalismo euroasiático sea el resultado de la política occidental. Todo es debido a los acontecimientos dentro de Rusia sobre los que Occidente tiene poco control”.

Las buenas noticias para Occidente son que el presidente Ronald Reagan hizo caso omiso de los soviéticos (al igual que de la opinión de los muchos europeos titubeantes) cuando le pidieron que abandonara su programa de la Guerra de las Galaxias. Esto fue porque Reagan tenía la sapiencia innata como para saber que algo que el rival de uno insiste que se deje de lado debe de ser valioso. Desde que se lanzó la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) en 1985, Estados Unidos ha invertido más de 85.000 millones de dólares en defensa antimisiles. Y en esa misma tradición, el Presidente George W. Bush sigue igualmente decidido ante las tácticas rusas del miedo diseñadas para chantajear a Estados Unidos y que así abandone la defensa antimisiles.

De todas formas, el titubeo europeo ante la intimidación rusa será una prueba positiva para que muchos demócratas y republicanos en Washington vean que a los europeos les sigue faltando aún la madurez para asumir un liderazgo serio en asuntos mundiales. Esto significa que la estabilidad del sistema internacional continuará dependiendo del liderazgo americano durante mucho tiempo en el futuro previsible, aunque Rusia y sus vacilantes amigos en Europa quisieran que fuera distinto.