Luiz Inácio Lula da Silva
La ciudad rusa de Ekaterimburgo acoge hoy una reunión de los líderes de los llamados países BRIC: Brasil, Rusia, India y China.
Nuestro encuentro no es sólo la primera cumbre de BRIC. Representa un hito importante en la relación de nuestros países con un mundo que está experimentando cambios profundos. Sellaremos el compromiso de ayudar a ofrecer respuestas nuevas para viejos problemas y un liderazgo audaz frente a la inercia y la indecisión.
Al fin y al cabo, el mundo se enfrenta hoy a unos retos de gran complejidad pero que requieren respuestas urgentes. Tenemos ante nosotros amenazas que nos afectan a todos pero a las que algunos han contribuido enormemente, mientras que otros no son más que sus víctimas impotentes.
Pero vivimos en medio de paradigmas rotos e instituciones multilaterales en declive. La actual crisis económica no hace más que aumentar un sentimiento creciente de complejidad e impotencia ante el cambio climático y el peligro de escasez mundial de alimentos y energía. Es evidente que la sociedad moderna debe revisar un sistema que desperdicia de manera brutal los limitados recursos naturales de la Tierra y, al mismo tiempo, condena a miles de millones de personas a la pobreza y la desesperación.
Ésa es la razón por la que en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2008 dije que había llegado "el momento de la política". Ha llegado la hora de tomar decisiones difíciles y asumir las responsabilidades colectivas.
¿Están dispuestos los países ricos a aceptar una supervisión y un control supranacionales del sistema financiero internacional con el fin de evitar el riesgo de otra crisis económica mundial?
¿Están dispuestos a renunciar a su control de las decisiones en el Banco Mundial y el FMI?
¿Estarán de acuerdo en cubrir los costes de la adaptación tecnológica necesaria para que las personas de los países en vías de desarrollo también se beneficien del progreso científico sin hacer daño al medio ambiente mundial?
¿Eliminarán los subsidios proteccionistas que hacen que la agricultura moderna sea inviable en muchos países en vías de desarrollo y dejan a los campesinos pobres a merced de los especuladores de materias primas y los donantes generosos?
Éstas son las preguntas para las que los países BRIC quieren respuestas.
Por eso, durante la reciente reunión del G-20 en Londres exigimos que los países avanzados se comprometieran a reformar el sistema de votos y cuotas de las instituciones de Bretton Woods. Sólo así se oirá la voz de los países en vías de desarrollo. Asimismo obtuvimos el compromiso de establecer un fondo que suministre ayuda económica rápida y eficaz -sin dogmas neoliberales- a los países perjudicados por la repentina caída de las exportaciones y la crisis crediticia.
Éste no es más que un primer paso en la revisión fundamental de las estrategias que deseamos ver planteada en la próxima cumbre del G-20. Presionaremos para que haya un nuevo intento de llevar la Ronda de Desarrollo de Doha a una conclusión rápida y equilibrada.
También es urgente la renovación en Naciones Unidas para que las instituciones multilaterales recuperen su importancia. Posponer más la reforma, sobre todo del Consejo de Seguridad, sólo servirá para erosionar todavía más la autoridad mundial.
En 2004 patrociné el Plan de Acción contra el Hambre de la ONU. Me complace, por tanto, que la seguridad alimentaria esté presente en el orden del día de Ekaterimburgo.
Estas iniciativas demuestran que BRIC es más que una agrupación de grandes países a los que sólo unen la dimensión de sus economías, la amplitud de sus recursos naturales y el deseo de proyectar sus valores e intereses.
En los últimos años, nuestras cuatro economías han destacado por experimentar un sólido crecimiento. El comercio entre nosotros ha aumentado un 500% desde 2003. Eso ayuda a explicar por qué hoy generamos el 65% del crecimiento mundial, lo cual nos convierte en la principal esperanza para una rápida recuperación de la recesión mundial.
Todo ello hace que haya cada vez más esperanzas depositadas en que nuestros cuatro países sean capaces de ejercer un liderazgo responsable con el fin de ayudar a reconstruir un gobierno global y un crecimiento sostenible para todos. Es un reto que estoy seguro que todos aceptaremos. Porque a lo largo de toda mi carrera política, desde mi experiencia como organizador sindical, he aprendido una lección básica: para ser eficientes no basta con tener razón ni con que la justicia esté de nuestro lado. Nadie habla en nombre de los pobres y los vulnerables si ellos no se unen previamente entre sí. Para hablar con energía, para dialogar, pero desde una posición de firme convicción respaldada por nuestro peso político. Es una tarea y un compromiso que, espero, los países BRIC reafirmarán en Ekaterimburgo.
La ciudad rusa de Ekaterimburgo acoge hoy una reunión de los líderes de los llamados países BRIC: Brasil, Rusia, India y China.
Nuestro encuentro no es sólo la primera cumbre de BRIC. Representa un hito importante en la relación de nuestros países con un mundo que está experimentando cambios profundos. Sellaremos el compromiso de ayudar a ofrecer respuestas nuevas para viejos problemas y un liderazgo audaz frente a la inercia y la indecisión.
Al fin y al cabo, el mundo se enfrenta hoy a unos retos de gran complejidad pero que requieren respuestas urgentes. Tenemos ante nosotros amenazas que nos afectan a todos pero a las que algunos han contribuido enormemente, mientras que otros no son más que sus víctimas impotentes.
Pero vivimos en medio de paradigmas rotos e instituciones multilaterales en declive. La actual crisis económica no hace más que aumentar un sentimiento creciente de complejidad e impotencia ante el cambio climático y el peligro de escasez mundial de alimentos y energía. Es evidente que la sociedad moderna debe revisar un sistema que desperdicia de manera brutal los limitados recursos naturales de la Tierra y, al mismo tiempo, condena a miles de millones de personas a la pobreza y la desesperación.
Ésa es la razón por la que en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2008 dije que había llegado "el momento de la política". Ha llegado la hora de tomar decisiones difíciles y asumir las responsabilidades colectivas.
¿Están dispuestos los países ricos a aceptar una supervisión y un control supranacionales del sistema financiero internacional con el fin de evitar el riesgo de otra crisis económica mundial?
¿Están dispuestos a renunciar a su control de las decisiones en el Banco Mundial y el FMI?
¿Estarán de acuerdo en cubrir los costes de la adaptación tecnológica necesaria para que las personas de los países en vías de desarrollo también se beneficien del progreso científico sin hacer daño al medio ambiente mundial?
¿Eliminarán los subsidios proteccionistas que hacen que la agricultura moderna sea inviable en muchos países en vías de desarrollo y dejan a los campesinos pobres a merced de los especuladores de materias primas y los donantes generosos?
Éstas son las preguntas para las que los países BRIC quieren respuestas.
Por eso, durante la reciente reunión del G-20 en Londres exigimos que los países avanzados se comprometieran a reformar el sistema de votos y cuotas de las instituciones de Bretton Woods. Sólo así se oirá la voz de los países en vías de desarrollo. Asimismo obtuvimos el compromiso de establecer un fondo que suministre ayuda económica rápida y eficaz -sin dogmas neoliberales- a los países perjudicados por la repentina caída de las exportaciones y la crisis crediticia.
Éste no es más que un primer paso en la revisión fundamental de las estrategias que deseamos ver planteada en la próxima cumbre del G-20. Presionaremos para que haya un nuevo intento de llevar la Ronda de Desarrollo de Doha a una conclusión rápida y equilibrada.
También es urgente la renovación en Naciones Unidas para que las instituciones multilaterales recuperen su importancia. Posponer más la reforma, sobre todo del Consejo de Seguridad, sólo servirá para erosionar todavía más la autoridad mundial.
En 2004 patrociné el Plan de Acción contra el Hambre de la ONU. Me complace, por tanto, que la seguridad alimentaria esté presente en el orden del día de Ekaterimburgo.
Estas iniciativas demuestran que BRIC es más que una agrupación de grandes países a los que sólo unen la dimensión de sus economías, la amplitud de sus recursos naturales y el deseo de proyectar sus valores e intereses.
En los últimos años, nuestras cuatro economías han destacado por experimentar un sólido crecimiento. El comercio entre nosotros ha aumentado un 500% desde 2003. Eso ayuda a explicar por qué hoy generamos el 65% del crecimiento mundial, lo cual nos convierte en la principal esperanza para una rápida recuperación de la recesión mundial.
Todo ello hace que haya cada vez más esperanzas depositadas en que nuestros cuatro países sean capaces de ejercer un liderazgo responsable con el fin de ayudar a reconstruir un gobierno global y un crecimiento sostenible para todos. Es un reto que estoy seguro que todos aceptaremos. Porque a lo largo de toda mi carrera política, desde mi experiencia como organizador sindical, he aprendido una lección básica: para ser eficientes no basta con tener razón ni con que la justicia esté de nuestro lado. Nadie habla en nombre de los pobres y los vulnerables si ellos no se unen previamente entre sí. Para hablar con energía, para dialogar, pero desde una posición de firme convicción respaldada por nuestro peso político. Es una tarea y un compromiso que, espero, los países BRIC reafirmarán en Ekaterimburgo.