19 de agosto de 2008

RUSIA Y EL CÁUCASO



María Sol Peirotti

"Tengo un particular recelo y desconfianza por el hombre ruso que se hace con el poder: Quien ha sido esclavo hasta hace bien poco se convierte en un déspota desenfrenado en el momento en que se le abre la posibilidad de ser el patrón de su vecino".
Maxim Gorki.


Antecedentes históricos de Rusia en el Cáucaso

Para comenzar a comprender los intereses de Rusia en la región caucásica, es preciso analizar su entorno. La gran significación geoestratégica y económica se refiere, por un lado, a un enclave inapreciable para acceder al Asia Central. Por otra parte, la región se ubica en las cercanías del Golfo Pérsico y la cuenca del Mar Caspio, que albergan una abundante riqueza en petróleo y gas natural.

Se trata de una zona sumamente compleja. En un espacio geográfico reducido, de poco más de 300.000 km2, se encuentran tres Estados independientes (Armenia, Azerbaiján y Georgia) y siete repúblicas autónomas rusas (Adigueya, Chechenia, Daguestán, Kabardino – Balkaria, Karachevo Cherkessia, Ingushetia y Ossetia del Norte). Convive una gran diversidad étnica (casi treinta grupos étnicos distintos) y religiosa (musulmanes chiítas, sunnitas, judíos, cristianos ortodoxos y monofisitas). Existen varias disputas fronterizas y de diversa índole, basta con mencionar los casos de Abkhazia, Chechenia, Daguestán, Ossetia del Norte e Ingushetia, Ossetia del Sur y Nagorno Karabakh .

Pero, ¿cuál es el origen de tanta conflictividad? Para responder esta pregunta es preciso remontarnos unos siglos atrás en la historia:

Aproximadamente hacia el siglo VII el Islam se hizo presente en el Cáucaso más oriental. Luego, durante el siglo XIII y al amparo de la horda de oro, los mongoles pasaron a controlar el territorio ruso. El dominio mongol fue derrotado gracias a Timur y Tamerlán, que ocuparon el Cáucaso en los siglos XVI y XV, donde cobró un nuevo impulso la penetración islámica.

Los cosacos emprendieron la conquista de las estepas nórdicas desde el siglo XVI, abriendo paso a la incorporación de la región norcaucásica en el siglo XVIII dentro del Imperio Ruso por parte de Pedro el Grande en 1722, pero se necesitó un siglo y medio para consolidar el dominio. La resistencia fue encabezada entre 1785 y 1791 por el Sheik Mansur Ushurma, de procedencia chechena. La expansión rusa en el Cáucaso encontró siempre la resistencia más organizada en Chechenia y Daguestán. Entre 1824 y 1859 el Imán Shamil dirigió a los musulmanes del Norte del Cáucaso en una “yihad” contra los rusos ; usando el Islam para convertir tribus de montañeses daguestaníes y chechenas en una formidable fuerza de combate. Su ambición, frustrada por el superior poder ruso, era la de formar un Estado islámico teocrático. En 1864 y al cabo de 80 años culminaba la guerra caucasiana. El Imperio zarista impuso condiciones de vida inexorables para la población local.

La anhelada Revolución Bolchevique de 1917 despertó en el Cáucaso esperanzas de que se produjeran cambios. En mayo de 1918 se intentó crear un Estado independiente o República Socialista (la República Transcaucásica) en la zona oriental del Cáucaso, que intentaría declarar su independencia. Pero en septiembre de 1919 se constituyó el Emirato del Cáucaso Septentrional en el que participaban daguestaníes, chechenos, ossetios y kabardinos. Dos años después este Emirato fue disuelto por los bolcheviques bajo promesas de cierto grado de autonomía que, desde luego, no fueron satisfechas.

El 20 de enero de 1921, el Congreso de los Pueblos Montañeses del Cáucaso se reunió en Vladikavkaz (capital de Ossetia del Norte). Moscú envió a su Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, Josef Stalin, para hacerles llegar la propuesta bolchevique: amnistía para los insurrectos, reconocimiento de la soberanía e independencia de los Pueblos Montañeses, proponiéndoles la creación de una única "República Soviética Autónoma de las Montañas" (Gorskaia Sovetskaia Republika) con una amplia autonomía para cada uno de sus componentes: Chechenia, Ingushetia, Ossetia y Kabardino - Balkaria; a cambio los Montañeses reconocerían al gobierno central.

Miembros de la intelligentsia comunista nativa, que habían luchado en la Guerra Civil, asumieron la dirección de la República. Este período, llamado de los padishahs, coincidente con la NEP (Nueva Política Económica), fue el período de mayor paz entre las diversas naciones caucásicas y popularidad del gobierno soviético entre los Montañeses. Sin embargo, la soberanía de esta República duró poco, ya que en 1922 se optó por su fragmentación y posterior incorporación a las estructuras territoriales de la Federación Rusa.

Por su parte, la región al sur de las montañas de esta República se convirtió en el Oblast Autónomo de Ossetia del Sur, dentro de la República Socialista Soviética de Georgia. Con respecto a Abkhazia, este territorio tuvo una breve existencia como República Socialista Soviética de Abkhazia, separada de la República Socialista Soviética de Georgia hasta 1931, cuando Stalin disuelve unilateralmente la Republica de Abkhazia como República Socialista Soviética, subordinando su status como parte integrante de Georgia, con la modalidad de República Autónoma .

Se fue liquidando la República Soviética Montañesa con la creación de seis regiones autónomas de la República Rusa: Karachevo - Cherkessia (12 de enero de 1922), Kabardino-Balkaria (16 de enero de 1922), Adigueya (27de julio de 1922), Chechenia (20 de noviembre de1922), Ingushetia (7 de julio de 1924), y Ossetia del Norte (7 de julio de 1924). Ocho años después, una nueva Constitución unificaría a estas dos últimas en una República Socialista Soviética Autónoma (en adelante RSSA) de Chechenia – Ingushetia.

En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán llegó hasta el Cáucaso y, según sostienen algunas versiones, prometieron reconocer la soberanía de los pueblos que colaborasen con ellos. Una vez derrotado el ejército alemán, las autoridades soviéticas, con el propósito de castigar a un pueblo tradicionalmente díscolo y acusado de “traición”, en 1944 se abolió la RSSA de Chechenia – Ingushetia y se deportó al Asia Central a unas 400.000 personas (100.000 de las cuales murieron en el camino). El territorio de esta ex RSSA fue repartido entre las Repúblicas limítrofes. El territorio se convirtió, según el autor Sebastian Smith, en una “bomba étnica de tiempo” . La ingeniería étnica estaliniana se subordinaba a un objetivo: rebajar al mínimo posible el peso de las diferentes identidades nacionales .

El retorno de los deportados comenzó recién hacia 1957, con la autorización de Kruschev. La RSSA de Chechenia – Ingushetia fue restablecida ese mismo año, con un territorio ampliado hacia el norte, pero mutilado hacia el sudoeste, ya que la región de Prigorodni, antes en Ingushetia, fue otorgada a Ossetia del Norte. Las seis RSSA del Cáucaso Septentrional, tenían formalmente menos atribuciones que las Repúblicas Federadas (Georgia, Armenia y Azerbaiján). Todas estas unidades político – administrativas carecían de potestades propias en un modelo marcado por una extrema centralización. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (en adelante URSS) realizó durante todo este período una intensa penetración ideológica, dejando un muy pequeño margen para la autonomía cultural, étnica o religiosa. Cualquier oposición al régimen era completamente ilegal.

En los años de Brezhnev (1964 – 1982) se consolidaron en algunas de estas Repúblicas, instituciones propias que, aunque carentes de verdadero poder real, sirvieron luego de sustento para el asentamiento de un discurso nacional singularizado. Al amparo de estas instituciones, la URSS dejó de ser una cárcel de naciones para convertirse en el hogar caliente del nacionalismo.

En coincidencia con el gobierno de Gorbachov, y sus políticas de Perestroika y Glasnost (apertura gradual, democratización, transparencia y reformas económicas) fue posible que los pueblos comenzaran a reclamar su independencia. Poco a poco se desencadenaron numerosos conflictos internos, en virtud de estos reclamos de autonomía con bases nacionalistas a fines de los años 80’, dando como resultado final el colapso de la URSS a comienzos de la década de 1990. Tanto Georgia como Armenia y Azerbaiján adquirieron la condición de Estado Independiente. Las Repúblicas Autónomas del Norte del Cáucaso, sin embargo, conservaron su carácter subordinado a la Federación Rusa en virtud del Tratado de la Federación Rusa, en algunos casos bastante resistido (en 1990, Chechenia – Ingushetia fue una de las Repúblicas Autónomas del Cáucaso Septentrional que se declararon soberanas y reivindicaron una condición semejante a la que disfrutaban Armenia, Georgia o Azerbaiján).

Factores de valor geoestratégico presentes en el Cáucaso

A continuación serán brevemente enunciados algunos de los factores que se hacen presentes en la región del Cáucaso, causantes de los diversos “juegos de intereses” que se materializan en la zona. Posteriormente, todos ellos aparecerán en las distintas secciones del trabajo, siendo objetos de un análisis más pormenorizado.

Petróleo

Algunos geólogos especializados en temas relacionados al petróleo calculan la existencia de aproximadamente 17 mil millones de barriles de petróleo crudo en el Mar Caspio. Estas estimaciones indican que, además de los vastos depósitos de gas natural, la cuenca del Caspio también tiene hasta 200 mil millones barriles de petróleo . Otros proyectan que la totalidad de reservas de petróleo existentes en el litoral caspiano de los países de Irán, Kazajstán, Azerbaiján, Turkmenistán y Rusia, es de 25 mil millones de toneladas métricas; es decir, casi el 15% del total de las reservas petroleras del mundo (y un 50 por ciento de las reservas de gas natural) . La revalorización geoestratégica de la región, gracias a su potencial energético explica que el control de la energía y de los oleoductos constituyera la clave de la situación geoeconómica de la región del Cáucaso.

En la actualidad, coexisten las rutas del petróleo y gas del Mar Caspio que pasan por Rusia (hacia Europa a través de oleoductos y hacia el Mar Mediterráneo a través del Mar Negro, donde buques aljibes lo llevan a través del estrecho de Bósforo hasta el mar Mediterráneo) y las nuevas vías, que han comenzado a explotarse intensivamente como caminos alternativos a Rusia privándola de toda posibilidad de ganar ingresos de los derechos de uso del oleoducto y del puerto de Novorosiisk (oleoductos de Bakú – Supsa y Bakú – Tbilisi – Ceyhan o BTC).

Argumentando que la URSS descubrió los campos petrolíferos, los desarrolló y construyó los medios de transporte e infraestructura de refinamiento (por lo cual hace 100 años que controlan el petróleo del mar Caspio), los rusos han insistido en que Lukoil y Gazprom participen en el consorcio de compañías locales y occidentales que pretenden explotar estos recursos energéticos. La región es políticamente inestable y la mayor parte de las rutas del petróleo atraviesan zonas plagadas por conflictos.

Terrorismo

Rusia tiene una población de casi 20 millones de ciudadanos musulmanes. Todo suceso que pueda involucrar al fundamentalismo islámico no le resulta ajeno. Tras los atentados del 11 de septiembre, fueron difundidas numerosas versiones de que Osama bin Laden tenía frecuentes contactos con los líderes rebeldes chechenos en la región de la Garganta de Pankisi, al noreste de Georgia. Esto afecta directamente la seguridad rusa en el Norte del Cáucaso. Según los servicios secretos rusos, han elaborado una lista que menciona la presencia de al menos 11 grupos extremistas islámicos en esa zona del territorio ruso. Sin embargo veremos que, más que de terrorismo internacional, se trata de un terrorismo con base regional, con otras motivaciones.

Influencia regional

A mediados de 1993, las autoridades del Kremlin adoptaron una especie de “doctrina Monroe rusa”, reclamando un papel exclusivo en los territorios de la antigua Unión Soviética. Esto significaba que las ambiciones rusas de recobrar el control sobre el Cáucaso Meridional hacían de la independencia de territorios como Chechenia algo impensable para Rusia en términos estratégicos, políticos y geográficos.

Otra cuestión a tener en cuenta es que a partir de la caída de la URSS se ha hecho cada vez más evidente el potencial de esta región y EEUU no ha disimulado su interés por establecer una fuerte presencia en la zona. Ha logrado involucrarse en el Cáucaso ya sea en el contexto de la lucha contra el terrorismo (en Georgia), en el financiamiento de oleoductos (participación de empresas norteamericanas en el Consorcio de Operaciones de Azerbaiján) y la ayuda en la reconstrucción de infraestructura en los tres Estados del Cáucaso.

Por su parte, Turquía también aparece en la región como un contrapeso del poder ruso, una posible puerta hacia Europa y un puente hacia el vasto mundo musulmán del sur. Así, Azerbaiján y Georgia no han dudado en recurrir a Turquía para obtener ayuda. Según Brzezinzki, “es muy probable que la evolución y la orientación de Turquía sean especialmente decisivas para el futuro de los Estados caucásicos. Si Turquía sigue acercándose a Europa es muy probable que los Estados de la región pasen a girar en torno a la órbita europea, algo que desean fervientemente. Pero si la europeización de Turquía queda frenada por razones internas o externas, entonces Georgia y Azerbaiján no tendrán otra opción que la de adaptarse a los deseos rusos”.

La Unión Europea (en adelante UE) también extiende su influencia en el Cáucaso, a través del programa TACIS (Programa de Asistencia Técnica a la Comunidad de Estados Independientes), estimulando el desarrollo económico y cultural mediante la promoción de fondos en los países pertenecientes a la Comunidad de Estados Independientes (en adelante CEI). Además existe el proyecto TRACECA (Transport Corridor Europe-Caucasus- Asia), conocido también como “Ruta de la seda del siglo XXI”, un programa que forma parte de TACIS y que fue propuesto por Armenia, Georgia y Azerbaiján. Mediante este programa se pretende crear un eje de comunicación entre Occidente-Oriente, vía el Mar Negro, el Cáucaso y el Caspio.

Salida al mar

La salida al mar representa siempre una ventaja en sí misma, debido a los recursos que puede ofrecer y, sobre todo, debido a las posibilidades de transporte, con grandes repercusiones económicas. En el caso de la región caucásica, vemos una suerte de istmo entre los mares Negro y Caspio. Ambos tienen un valor importante a nivel geopolítico. El primero, dada su desembocadura al Mar Mediterráneo. El segundo, por su gran riqueza en hidrocarburos. A su vez, la delimitación del Mar Caspio es objeto de numerosas contiendas entre los Estados costeros. Por un lado existe la cuestión de si debe ser tratado como un lago o como un mar: si se lo trata como un mar, se le deberían aplicar todas las normativas que rigen el Derecho del Mar, permitiendo, además, el ingreso de otros países (Rusia, Kazajstán y Azerbaiján sostienen esta teoría, lo que causaría una división proporcional del “mar”). Si, por el contrario, se calificara al Caspio como un lago, no existirían tales obligaciones y se procedería a la división del “lago” en 5 sectores iguales (tesis de Irán y Turkmenistán).

Efecto dominó

El argumento del efecto dominó se ha empleado muchas veces como “justificación de la impracticabilidad” de la secesión chechena. Se sostiene que la ruptura de Chechenia produciría una reacción en cadena en otras repúblicas étnico - nacionales de la Federación Rusa. Este argumento se basa en la experiencia del hundimiento de la Unión Soviética, que terminó con la aparición de quince estados independientes. Quienes defienden este planteo equiparan la guerra contra el separatismo checheno con una suerte de “ataque preventivo” contra un potencial desmoronamiento de la Federación Rusa.

Por otro lado, hay quienes sostienen un argumento contrario, ya que, por ejemplo, el colapso de la Unión Soviética no se produjo por el separatismo, sino por el fracaso de una ideología, una economía centralizada y una extenuante carrera de armamentos y expansión exterior. Además, ningún otro pueblo más que el checheno ha presentado una férrea oposición a Moscú (tan absoluta que los ha llevado a la guerra dos veces). Por último, el separatismo checheno no merece gran simpatía entre la mayoría de las repúblicas rusas, para lo único que les resulta útil es para presionar al centro de la Federación, conseguir mayor autonomía y para hacer de su lealtad en la cuestión chechena moneda de cambio en sus trueques con Moscú.

Diversidad étnica

La importancia del factor étnico-territorial de raíces históricas ha sido avivado especialmente en la etapa post-soviética. A diferencia de Armenia o de Azerbaiján, ambos bastante homogéneos desde el punto de vista étnico, alrededor del 30% de los 6 millones de habitantes de Georgia son minorías. Además, esas pequeñas comunidades, cuya organización e identidad son más bien tribales, han sufrido intensamente a causa del dominio georgiano. En el Cáucaso del Norte las siete repúblicas coexisten en un desconcertante mosaico de divisiones en clanes que han combatido entre sí y a la expansión imperial rusa durante siglos. Estas comunidades caucásicas son heterogéneas, con un componente étnico bien diferenciado, tal como se puede apreciar en el mapa de los grupos étnicos del Cáucaso. El factor religioso, como veremos a continuación, no ha sido determinante en los conflictos y sólo en los últimos cinco años se ha convertido en un catalizador para los activistas más radicales.

La política exterior rusa previa a Putin

Transición de la URSS a la Federación Rusa

Los últimos meses de 1991 fueron un momento singular en la URSS. Tras el fallido golpe de Estado de agosto, se agravó el enfrentamiento entre la Federación Rusa (presidida por Boris Yeltsin) y el gobierno soviético dirigido por Mikhail Gorbachov. Yeltsin fue el encargado de destruir todo resabio soviético (comenzó desde 1991 con la abolición de la URSS, del Partido Comunista y de la KGB), aplicó una “terapia de shock” para la reestructuración económica y eliminó el Soviet Supremo en 1993.

Tras el colapso de la URSS, Rusia quedó sin una concepción clara de sus intereses nacionales, por lo que se vio forzada a crear una nueva política exterior. Mantuvo muchos elementos de la nomenklatura y su deseo de seguir siendo una gran potencia (no hubo un gran “corte” con el pasado) . Hasta 1993, la política exterior rusa se desenvolvió en el marco del “Nuevo Pensamiento Político” ideado por Mikhail Gorbachov y su entonces Ministro de Asunto Exteriores, Eduard Shevarnadze, entre 1987 y 1990. Con la llegada de lo que el presidente George Bush llamó “el nuevo orden mundial”, Yeltsin decidió suscribirse a los ideales democráticos y de los derechos humanos, no sólo para acortar la brecha existente con Occidente, sino también para insertar a Rusia en el “mundo civilizado”.

Andrei Kozyrev, el Ministro de Asuntos Exteriores de Boris Yeltsin durante sus primeros años de gobierno, hablaba de una “sociedad estratégica con Occidente”, con una economía de mercado y un sistema político democrático. A pesar de que los líderes occidentales adulaban a Rusia como si continuase siendo una gran potencia, en los hechos no la trataban así. La asistencia prometida desde Occidente nunca llegaba. Las dificultades internas eran el colapso económico, el desorden social y la confusión política. La política exterior de Kozyrev comenzó a perder popularidad a nivel doméstico, junto con la fascinación por Occidente. Comenzó a sentirse entre la población rusa y las elites políticas una gran desilusión y un fuerte sentimiento anti americano.

El idilio con Occidente comenzó a desmoronarse tras una serie de sucesos como la independencia de la República del Transdniester en Moldavia, las restricciones impuestas a los ciudadanos rusos en Estonia y Letonia, el voto ruso en el Consejo de Seguridad que imponía sanciones económicas a Serbia y las guerras civiles en Tayikistán y Georgia, hechos que ponían en manifiesto la fragilidad del “nuevo orden mundial”. Comenzó un nuevo debate en las elites del poder rusas, los “internacionalistas” (presentes en su mayoría en el Ministerio de Asuntos Exteriores, liderados por Kozyrev) y los llamados “neopatriotas” o derzhavniks (del término ruso “derzhava”, que significa gran Estado), estos últimos comandados por el Consejero de Estado, Sergei Stankevich .

El debate entre internacionalistas y derzhavniks

Los derzhavniks insistían en una activa defensa de los intereses vitales para Rusia en el “extranjero próximo”, tales como el retorno de los armamentos nucleares soviéticos a Rusia, el arreglo de disputas fronterizas y la defensa de la diáspora rusa presente en la ex URSS. Inclusive sostenían como elemento válido el uso de la fuerza en las relaciones internacionales y rechazaban de plano el apoyo incondicional a EEUU, ya que implicaba “dejar de ser una gran potencia”.

Los internacionalistas buscaban una política más conciliatoria, no intervencionista y hasta aislacionista para con el “extranjero próximo” y un apoyo a mantener cierta afinidad con EEUU en los asuntos internacionales.

Sorpresivamente, el consenso en este debate surgió rápidamente, ya que ambas posturas contribuyeron a elaborar una posición común. Para la segunda mitad de 1993, Kozyrev abandonó la “democratización radical” por un “pragmatismo post – imperial”, que tenía en cuenta los intereses nacionales de Rusia, su status como superpotencia nuclear y sus responsabilidades regionales, atemperando la corriente que pretendía restaurar una suerte de imperialismo. En la retórica rusa comenzaron a sustituirse las referencias a la “misión” de Rusia, por invocaciones al “interés nacional” ruso .

El Consenso 93

Lo que luego se dio en llamar el “Consenso – 93”, fue un memorándum elaborado por el Ministro de Asuntos Exteriores Andrei Kozyrev en enero de 1993 (Kontzeptzia vneshnei politiki Rossikoy Federatzii). En el documento se menciona que la tradición nacional de dominación y seguridad nacional y las prioridades de política exterior por encima del desarrollo económico, social y político doméstico han cambiado. A continuación, para el Kremlin, el progreso económico y la estabilización democrática emergían como los objetivos clave a los cuales se subordinaría la actividad externa del país. Se dejaban de lado los componentes “mesiánicos” (la “Tercera Roma”, el “paneslavismo”, el “socialismo internacional”), que durante siglos habían guiado la política exterior rusa.

Una nueva política exterior

El énfasis era inequívocamente doméstico. De los nueve intereses vitales identificados en el documento del Consenso 93, sólo dos se referían al mundo externo a las fronteras de la ex URSS:

- proteger los derechos de la diáspora rusa y
- asegurar una defensa confiable ante cualquier forma de amenaza externa a través del mantenimiento de una suficiente capacidad militar y también mediante la existencia de un sistema estable de relaciones internacionales.

Otros dos se referían a las relaciones con la ex URSS:

- estrechar los lazos con estas Repúblicas y
- proteger a la población rusoparlante presente en ellas.

El resto de los intereses vitales se referían a asegurar la integridad territorial, mantener la estabilidad y fortalecer el orden constitucional, superar las crisis domésticas a través de reformas políticas y socioeconómicas, asegurar un progreso estable y una mejor calidad de vida. El espacio post – soviético fue declarado como el área más importante para la política exterior y de seguridad rusa. Esta área fue definida por Kozyrev como un “espacio geopolítico sui generis, al cual nadie más que Rusia podría pacificar”.

Reformas de Primakov

En enero de 1996, Kozyrev fue reemplazado por Yevgeny Primakov. Sus credenciales soviéticas eran útiles para aplacar a los comunistas y nacionalistas, además del hecho de que intentaba no aislar a nadie. No cambió la política exterior de un modo drástico, aunque logró una síntesis entre un antiamericanismo extremo y un enfoque pro Occidental idealista. La doctrina de política exterior que emergió con él mencionaba que Rusia era:

- una superpotencia regional: Definida el área de la CEI como prioritaria para Rusia, fue gradualmente desapareciendo la división tajante entre internacionalistas y derzhavniks, convirtiéndose casi todos los integrantes de las elites políticas en derzhavniks. Rusia posee intereses vitales en su “extranjero próximo” y para preservarlos recurrirá a todos los medios que sean necesarios, incluyendo la fuerza. Mencionando algunos de los intereses vitales de Rusia en la región, vemos:

- evitar que otros Estados “dominen” el territorio de la ex URSS,
- asegurar un acceso irrestricto a los recursos estratégicos,
- prevenir enfrentamientos locales y conflictos a gran escala en la CEI,
- asegurar el respeto de los ciudadanos rusos en los países de la región. Politización de la diáspora rusa en la CEI (25 millones de rusos).

Se trataba de evitar el deterioro de la posición geoestratégica de Rusia en el espacio post- soviético. Las vías para mejorar esta posición eran variadas, desde el recurso defensivo (contra las hostilidades, como por ejemplo de los fundamentalistas islámicos), la intervención a favor de facciones secesionistas (en el caso de Georgia, con Abkhazia y Ossetia del Sur) además de la labor de mantenimiento de paz e inclusive el boicot económico. Lo importante era mantener el predominio ruso, explotando las debilidades de los nuevos Estados, con gran intervención y desestabilización de los mismos.

- una gran potencia mundial, en condiciones de establecer una asociación en términos de igualdad y beneficios mutuos con Occidente, no de subordinación. Inició una etapa de apartamiento de EEUU en algunos asuntos de política exterior como Irak, Bosnia y Kosovo, el conflicto árabe – israelí, Irán y Cuba. Sin embargo siempre buscaba un equilibrio para no llegar a la confrontación directa, teniendo en cuenta la dependencia rusa de financiación extranjera. Rusia buscaba su inserción internacional en un mundo “multipolar”.

- y una superpotencia nuclear; y como signo inequívoco de ello, podemos señalar que en mayo de 1997, el Secretario del Consejo de Seguridad, Ivan Rybkin, anunció la modificación de la doctrina nuclear rusa, incorporando el concepto del “primer uso”, es decir, la posibilidad de utilizar armas nucleares en respuesta a un ataque convencional.

Primakov tomaba como ejemplo a Aleksandr Gorchakov, el Ministro de Asuntos Exteriores del Zar Aleksandr II, quien, tras la derrota en Crimea en 1856, optó por una modesta pero vigorosa política exterior centrada en la recuperación de Rusia y la prioridad del desarrollo interno.

Sus dos objetivos principales eran: consolidar la presencia de Moscú en la ex URSS y adaptar la política exterior a los intereses económicos. Primakov decía que “la soberanía de las Repúblicas de la CEI no debe ser puesta en duda”, aunque esto no significa que Rusia no desee tener un rol central en esta región, su “área de influencia” .

El liderazgo de Yeltsin era bastante discutible en un contexto de debilidad institucional, económica y militar. Cada vez con mayor intensidad, la elite económica se manifestó por el internacionalismo y la occidentalización. Rusia comenzó a buscar su accesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC). En el camino, se encontró con algunos reveses, como la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (en adelante OTAN), que, como premio consuelo para Rusia devino en la firma de la Russia – NATO Founding Act. El Primer Ministro Chernomyrdin dijo que “la expansión de la OTAN hacia el Este será muy bien compensada por la expansión de gazprom hacia el Oeste”.

La sucesión del Primer Ministro

Rusia fue sacudida por una nueva ola de inestabilidad política, ilustrada con la secuencia de cambios de gabinete entre marzo de 1998 y agosto de 1999. El 23 de marzo el Primer Ministro Viktor Chernomyrdin, que había ocupado el cargo durante cuatro años (desde 1994), fue abruptamente reemplazado por Sergei Kiriyenko, un reformista de 35 años. Debido a la crisis económica desatada por la devaluación del rublo, Kiriyenko fue destituido el 23 de agosto por Boris Yeltsin, quien intentó nombrar nuevamente a Chernomyrdin, pero el parlamento se lo impidió, rechazando dos veces su designación. Como consecuencia, el 10 de septiembre Yeltsin nombró primer ministro a Yevgeny Primakov, hasta entonces Ministro de Asuntos Exteriores.

El 12 de mayo de 1999 Yeltsin separó de su cargo a Primakov, nombrando en su lugar al hasta entonces Ministro del Interior Sergei Stepashin. Supuestamente, Primakov fue depuesto por su lentitud en el proceso de implantar reformas de mercado. Y el 9 de agosto, Stepashin fue despedido sin que se explicitaran los motivos, nombrándose en su lugar a Vladimir Putin, entonces Jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), la agencia sucesora de la KGB . A partir del 31 de diciembre de 1999, Putin asume como presidente interino y, finalmente, como presidente electo a partir del 26 de marzo del 2000.

La política de Yeltsin en relación a la región del Cáucaso

La política exterior de Yeltsin se vio muy afectada por los sucesos acaecidos en la periferia de Rusia. La independencia de algunos Estados provocó malestar al sur del país, en especial en el Cáucaso y Asia Central. El reconocimiento de eventuales independencias debía reservarse a las quince Repúblicas Federadas Soviéticas de forma tal que quedasen excluidos ciertos territorios que, como Chechenia – Ingushetia, tenían un rango político inferior.

Rusia y sus repúblicas caucásicas: Yeltsin mostraba escaso respeto por las potestades de repúblicas y regiones. A partir de 1991 se vio una voluntad de control por parte del centro moscovita. La fiebre en la era de Yeltsin de conseguir “tantas rebanadas de soberanía como pueda uno digerir” se produjo en gran medida no por la disposición a la secesión de las regiones, sino por el caos post-soviético en Moscú . Yeltsin nombró a representantes presidenciales (en las diferentes estructuras territoriales) encargados de garantizar la compatibilidad entre la legislación local y la estatal. Les otorgó la potestad de destituir a funcionarios que mostrasen oposición al presidente. Se procedió además a designar a jefes de administración llamados a actuar como auténticos gobernadores regionales. El objetivo era controlar y descabezar oposiciones. La Constitución era muy ambigua en la delimitación de las atribuciones respectivas del centro y de los poderes republicanos y regionales.

Por otro lado, Yeltsin garantizó que las Repúblicas conservarían potestades claramente superiores a las de las regiones. En algunos casos como el de Tatarstán, la Federación Rusa accedió a negociar controversiales acuerdos en el marco de un “federalismo asimétrico" . En casos como este, las autoridades republicanas asumían derechos y facultades formalmente negados por la Constitución Federal. Sin embargo, con otras se Repúblicas se mantenía una total intransigencia a la hora de negociar. Tal era el caso checheno. La política nacional rusa apuntaba de forma cada vez más clara a una centralización, diferenciándose poco de sus antecedentes soviéticos.

Hacia diciembre de 1994, en vísperas de la primera intervención en Chechenia, las características del entorno ruso se visualizaban de la siguiente manera:

1) Comenzaba a adquirir cada vez más importancia el discurso imperial, de devolverle a Rusia su antiguo esplendor.

2) El recurso a un procedimiento que consistía en buscar enemigos externos con el fin de que la población olvidara sus cotidianos y reales problemas económicos y sociales. En palabras de Mairbek Vachagayev “si los combates cesasen, ¿de qué se hablaría en Rusia? Del paro, de la pobreza, del sida, de los oligarcas que desafían al Kremlin… Las guerras de Chechenia desvían la atención de la opinión pública rusa” .

3) Yeltsin intentaba reforzar en el Cáucaso una frontera sustentada en una alianza con tres territorios cristianos: Armenia, Georgia y las dos Ossetias.

4) Era preciso prevenir una potencial difusión del ejemplo checheno a todo el Cáucaso Norte y dejar en claro a qué debía enfrentarse quien decidiese imitar el ejemplo checheno. Yeltsin confiaba en un rápido éxito militar y una cómoda victoria política en unas nuevas elecciones presidenciales. A ello se sumaron las promesas del Ministro de Defensa Pavel Grachev de que el conflicto sería solamente una expedición “punitiva”. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que durante los tres primeros años del proceso de independencia checheno, ningún agente de la Federación Rusa optó por seguir un camino semejante.

Desde 1994, con una derrota en Chechenia y la emergencia de un régimen oligárquico y corrupto, Rusia ingresó en una etapa de entropía, con una sociedad aún paternalista, una economía en ruinas, desindustrializada y sin reformas; una federación descentralizada pero insostenible y una política pluralista pero liberal. Hacia fines de 1996, el fracaso de la campaña contra Chechenia debilitó los impulsos “agresivos” de Rusia. Esto se reflejó en marzo de 1997, donde luego de la recuperación de Yeltsin tras una cirugía cardiaca, comenzó a ascender una postura más moderada, para la cual la desmilitarización de los conflictos en el extranjero próximo era crucial. Rusia comenzó a poner fin a todos los enfrentamientos y disputas armadas en Moldavia, Tayikistán, Georgia y Nagorno Karabakh.

Rusia y su “Extranjero Próximo” en el Cáucaso

El rol de Rusia hacia el sur es producto de dos características, según el autor Rajan Menon: proximidad y asimetría. Dada su cercanía, Rusia no puede ignorar el Cáucaso. Como los países ubicados en esta región son débiles, Rusia aprovecha para ejercer una gran influencia en ellos y permanece en esta región casi por un “reflejo” imperialista, además la oportunidad de aprovechar la explotación de los recursos energéticos locales. La Rusia post- soviética se ha comportado de una forma inflexible insistiendo con las bases militares en Georgia a cambio de ayudarla a recuperar el control de su propio territorio, o contribuyendo en Azerbaiján a destituir a dirigentes que no gozaban de la aprobación de Moscú. Sin embargo, aunque discutiblemente, podemos decir que Rusia también ha tenido un rol pacificador en el Cáucaso, a la hora de detener enfrentamientos que, de otro modo, hubieran continuado. Sin embargo, Rusia ya no busca gobernar directamente los países de la región, como lo hizo en el período zarista. El analista Peter Toft, sostiene que las estrategias de Rusia en la región del Cáucaso han sido desde siempre el soborno, el dividir y reinar y la cooperación económica.

La política de Putin para Rusia

El rápido ascenso de Vladimir Putin al poder ha sido motivo de numerosos análisis por parte de diferentes autores. Esta cuestión no será objeto de estudio en este trabajo, aunque sí resulta de interés mencionar que pasó de ser casi un total desconocido para la sociedad rusa en el momento que asumió como Primer Ministro (el 9 de agosto de 1999) y que gradualmente fue adquiriendo mayor popularidad, disparado este factor con la segunda intervención en Chechenia a fines del mismo año. En el espacio de tres meses la popularidad de Putin subió de menos de 2 por ciento a 29 por ciento .

Es preciso reconocer que la tenacidad política y la popularidad de Putin se manifestó fundamentalmente en un incentivo que puede movilizar a los rusos: el nacionalismo. Putin ha hecho lo imposible por revivir el nacionalismo ruso, unir una nación fragmentada y forjar una representación de su persona como la “encarnación” y el portavoz del interés nacional ruso.

La campaña chechena fue decisiva y hasta podría mencionarse como uno de los mayores intentos por detener la disgregación de la Federación Rusa. Es un episodio recurrente de la historia que los líderes políticos recurran a la exaltación orgullo nacional para evitar que el pueblo focalice su atención en los problemas reales. Sin embargo el presidente Putin, a partir de la experiencia en Chechenia, debió hacer frente a un segundo problema, que está mucho más cerca del interés nacional ruso: “colocar a Rusia en igual condición que Occidente y que el país retome su grandeza internacional. Putin está preparado para actuar como un nacionalista ruso, pero no está totalmente preparado a romper relaciones con Occidente” .

En el transcurso de los años 90’, Rusia descubrió que debía pasar de “diseñar el mundo” a “adaptarse al medio exterior”. Putin asumió la misión de adaptar las prácticas globales a las condiciones rusas. Putin ve a Rusia como una potencia mundial y su política no es pro – occidental, sino pro – rusa. Como en el judo , no enfrenta a un enemigo abrumador, sino que usa su fuerza para ventaja propia.

Prioridades a nivel doméstico

- Prioridades económicas: Se han agregado algunas prioridades a nivel económico para potencial el rol de Rusia como potencia: duplicación del PBI en 10 años, entrada a la OMC (como medio para acceder a los mercados globales), modernización estructural, control de la producción y transporte de hidrocarburos en la zona de la CEI. Según el autor Dmitri Trenin, Rusia tiende a depender más del capital doméstico que del exterior . Putin plantea que el modelo económico no tiene alternativa a la economía de mercado y que existe la necesidad de corregir el curso político y económico, no por medio de reformas radicales o cataclismos que el país ya no podrá soportar, sino por medio de métodos evolutivos graduales y prudentes. Para ello, propicia una cierta intervención estatal en la economía a la hora de “dirigir el capital”. Por último, es preciso mencionar que el actual crecimiento económico de Rusia está sostenido en los altos precios del petróleo, más que en las reformas económicas. Podríamos decir que Rusia padece la “enfermedad holandesa”, de adicción a las exportaciones de petróleo, dado que la suba experimentada por los precios internacionales del crudo permitió que el país (exportador neto de esta materia prima energética) recibiese un caudal inesperado de divisas fuertes y pudiese reducir su dependencia con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Hoy Rusia ha conseguido sobrepasar a Arabia Saudita como el mayor exportador de petróleo.

- Preservar la integridad territorial y la seguridad interna: Dos aspectos críticos que son parte de una política de Estado, más que una innovación de Putin. El mantenimiento de la mayor seguridad del país, la preservación y el fortalecimiento de su soberanía e integridad territorial están mencionados textualmente en el “Concepto de la política exterior de la Federación Rusa”, aprobado por Putin en el año 2000.

Prioridades a nivel externo

- Participación en instituciones internacionales: Rusia intenta moldear su política exterior en términos de las instituciones internacionales como Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio (aún no ha conseguido una accesión plena). Con respecto a Europa, Rusia busca constantemente la cooperación en el marco de la OTAN, la Unión Europea, el Consejo de Europa y la OSCE. En el contexto asiático, la inserción que busca Rusia se ve reflejada en su participación en la Organización de la Cooperación de Shanghai (OCS) y su Tratado de Seguridad Colectiva, además de la Cumbre Rusia – ASEAN y las reuniones del Foro de Cooperación Asia - Pacífico (APEC). Durante el año 2006 Rusia presidirá el Grupo de los Ocho países más industrializados (G8), el Comité de Ministros del Consejo de Europa, la Organización para la Cooperación Económica del Mar Negro y el Consejo Ártico. Es importante mencionar que durante el año 2005 Rusia adquirió el status de observador el la Organización para la Conferencia Islámica (OCI).

- Resolución de conflictos internacionales: Recurso utilizado como un medio para adquirir protagonismo internacional como potencia. La diplomacia pública es crítica para la política exterior de Putin, además de la proyección de una imagen de ”normalidad” y estabilidad. A pesar de las críticas hacia el giro autoritario que ha tenido la segunda administración de Putin, ha logrado mantener una alta popularidad entre la población rusa y un alto perfil en las negociaciones internacionales sobre distintos temas (negociaciones con Hamas, con Irán, etc.).

- Concepción de sociedades “estratégicas”: Rusia ha conducido su política exterior sobre la base de algunas alianzas clave y estratégicas con las mayores potencias. Es una tradición de la política exterior rusa la preferencia por mantener las negociaciones a nivel bilateral (a pesar de la retórica multilateral). Putin lo menciona en su “Concepto de Política Exterior” en referencia a la “Responsabilidad de Rusia por el mantenimiento de la seguridad en el mundo, tanto a nivel global como regional, supone el desarrollo y complementariedad de la actividad de política exterior en base bilateral y multilateral ”.

- Relación con EEUU: Putin utilizó la Guerra Global contra el terrorismo como una oportunidad para realinear su país con Occidente. Hoy Putin intenta sustentar un equilibrio entre la cooperación en asuntos de seguridad y la competencia por mantener la influencia en Asia Central y el Cáucaso.

- Cooperación económica con Europa: Tendencia a profundizar los lazos económicos, sobre todo en la cuestión energética y la expansión de Gazprom hacia el Oeste. Aquí se repite la tendencia bilateral, ya que Putin prefiere negociar con cada uno de los países de la UE en lugar de negociar como bloque.

- Prudencia con respecto al mundo musulmán: Rusia buscará el delicado equilibrio entre la mediación y el apoyo. Esto se ha visto reflejado a través del diálogo con Hamas y su aceptación en carácter de observador en el marco de la OCI.

Prioridades a nivel de seguridad

- Combatir el terrorismo: Esta cuestión le permite a Putin asumir un rol de líder a nivel internacional a través de una cooperación multilateral y a su vez sirve como argumento para el intervencionismo de Moscú en la ex URSS y Chechenia. Existe cierta primacía de las cuestiones de seguridad; además de la lucha contra el terrorismo, aparecen la resolución de conflictos internacionales, la no proliferación de armas nucleares y el control estratégico de armamentos.

- Priorizar la importancia geopolítica de la CEI: Putin mantiene una mentalidad casi “patrimonial” con respecto a la ex URSS. Existe inquietud a raíz de la presencia de EEUU en Asia Central y Georgia. Rusia intenta cooptar a estos Estados través de acuerdos de seguridad en el seno de la CEI o a nivel bilateral, donde la relación de fuerzas es completamente desigual. En el “Concepto de la política exterior de la Federación Rusa”, se menciona la “formación de un cinturón de buena vecindad a lo largo de las fronteras rusas, la contribución a la eliminación de existentes focos de tensión y prevención de nuevos focos potenciales en las regiones adyacentes a la Federación Rusa”.

En otro párrafo del mismo documento se alude al hecho de “hacer corresponder la colaboración multilateral y bilateral con los estados-partícipes de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) a las tareas de la seguridad nacional del país es dirección prioritaria de la política exterior de Rusia”. Por último, en el “Concepto de Seguridad Nacional” también elaborado por el Presidente Vladimir Putin, llama la atención la siguiente frase: “Tendrán importancia prioritaria los esfuerzos conjuntos para resolver los conflictos en los Estados miembros de la CEI, el desarrollo de la colaboración en el área político-militar y de la seguridad, especialmente en la lucha contra el terrorismo internacional y el extremismo. En el Cáucaso y la región del Caspio, Rusia se dispone a llevar un curso concretamente dirigido hacia su transformación en una zona de paz, estabilidad y buena vecindad, lo que deberá contribuir al avance de los intereses económicos rusos, incluyendo en la cuestión de la selección de rutas para importantes flujos de productos fuentes de energía”.

- Defender a los ciudadanos rusos: “La defensa por todos los medios de los derechos e intereses de los ciudadanos rusos y de los compatriotas en el extranjero”, es otra de las consignas mencionadas en el “Concepto de la Política Exterior”.

Vladimir Putin y los países del Cáucaso

Una de las mayores prioridades de la política exterior rusa son las antiguas repúblicas ex soviéticas del Cáucaso y la zona del Mar Caspio. En este aspecto es posible observar una primera diferencia de la política exterior de Putin con la de Boris Yeltsin hacia el llamado “extranjero próximo”. La innovación consiste en que la política de Putin hacia los países de la región se ha vuelto más activa, con el objeto de determinar cuáles son los países con los que cuenta Rusia y con cuáles no.

En abril de 1999, un grupo de países formado por Georgia, Ucrania, Uzbekistán y Azerbaiján (el llamado Grupo GUUAM) comenzó a encabezar una acción conjunta dentro de la CEI, para contrarrestar el papel hegemónico de Rusia en la organización. Por primera vez esto se manifestó en el marco de una cumbre presidida por el presidente Yeltsin que terminó en fracaso, cuando los presidentes de los países de la CEI no pudieron ponerse de acuerdo acerca de una declaración conjunta dirigida al conflicto de Yugoslavia, en franca confrontación con Rusia.

A diferencia de Yeltsin, Putin no tolera la provocación y falta de cooperación de las ex repúblicas soviéticas. El actual presidente está dispuesto a evitar que los Estados Miembros continúen socavando a la CEI y al predominio de Rusia. Por ello, sus designios con respecto a la cumbre del 24 de enero de 2000 de la CEI, fueron los de consolidar y darle coherencia a la organización. Luego esta cumbre, el 10 de marzo de 2000, Putin dio un anticipo de lo que sería la estrategia de Rusia hacia la CEI.

Bajo la consigna de tomar medidas para combatir el terrorismo en la región, los Ministros del Interior de los Estados Miembros de la CEI mantuvieron una reunión de emergencia en Moscú. Aunque el encuentro produjo pocos resultados concretos, Rusia dejó en claro su nueva estrategia y sus ambiciones de poder en la CEI. Allí, Putin recalcó en la persistencia del terrorismo especialmente en Asia Central y el Cáucaso. Como muestra de lo que comenzaría a manifestarse en los hechos, aparecían los discursos de septiembre de 1999, en los que Putin por primera vez empleó términos como “antiterrorismo” para legitimar el accionar en Daguestán.

A su vez, en el marco de las instituciones de la CEI, los Ministros de Defensa junto con Putin, comenzaron a discutir los posibles esfuerzos conjuntos, resultando en la formación de un Centro Antiterrorista, encabezado y financiado por Rusia, que tendría un programa que permitiría a las unidades del FSB ruso vigilar en los países de la CEI “cuando sea necesario”.

El temor hacia una eventual acción fundamentalista islámica ha logrado cohesionar a la CEI. En esas circunstancias se ha enunciado la llamada “Doctrina Ivanov” (en honor a su autor, el Ministro de Asuntos Exteriores Igor Ivanov) que sostiene el uso preventivo de la fuerza militar ante amenazas terroristas.

Asimismo, la política de Putin hacia los Estados de la CEI no se limita solamente al “hard power”. Al nivel de “soft power”, Rusia funciona como una suerte de imán económico para los países de la CEI y a cambio les demanda una cierta “lealtad política”. Esta lealtad se expresaría en términos de la participación en las estructuras de seguridad creadas por Moscú y la eliminación de la influencia de cualquier Estado ajeno a esta Comunidad (EEUU, UE, Turquía o Irán). Para los países de la CEI, soberanía e independencia significan más que nada independencia de Rusia y muchos consideran a la CEI como un “mal necesario”, dada su alta dependencia para con Rusia en el ámbito económico.

Particularizando en los tres Estados independientes ubicados en el Cáucaso, verificamos la existencia de un tradicional aliado de Rusia, Armenia; y de dos Estados “rebeldes”, pero que, a su vez, moderan esta rebeldía porque también dependen de Rusia. Ellos son Georgia y Azerbaiján.

Armenia se ha valido de la CEI como una forma de obtener asistencia militar rusa. A pesar de su ferviente deseo de consolidar su independencia, aún depende intensamente del apoyo militar ruso contra Azerbaiján en el conflicto de Nagorno-Karabakh. Sólo en Armenia se mantiene una estructura política e institucional relativamente estable. A pesar de los estrechos vínculos con Rusia, este país tiene fuertes lazos con EEUU, como se detallará más adelante, ya que es uno de los pocos países beneficiarios de la Millenium Challenge Account.

Los dos Estados más “obstinados” del Cáucaso, Azerbaiján y Georgia no sólo son jugadores geoestratégicos importantes sino también, en palabras de Brzezinski, “pivotes geopolíticos” y sus propias situaciones internas tienen una importancia crucial para el destino de la región . Su importancia radica en la posesión de hidrocarburos en el caso de Azerbaiján y de una posición estratégica (como puente entre Rusia y el mundo islámico y como ruta de oleoductos y gasoductos hacia Occidente) en el caso de Georgia. Como mencionamos anteriormente, ambos pertenecen al Grupo GUUAM, que intenta contrapesar la influencia rusa en la CEI. En este ámbito, los dos decidieron salir del Pacto de Seguridad Colectiva de la CEI. Además han intentado por varios medios aliarse a Occidente y a Turquía (como otra vía de acceso a Occidente en caso de que se convierta en miembro de la UE). Han sostenido numerosas reuniones desde el año 2000 con Turquía, donde los temas van desde los conductos petroleros (como el Bakú- Ceyhan o BTC, cuya ruta evade el territorio ruso y llega al puerto turco de Ceyhan sirviendo como símbolo de “independencia” de estas naciones) hasta el propuesto Pacto para la Estabilidad del Cáucaso.

Sin embargo, no todo es indocilidad, ya que Azerbaiján y Georgia (cuyas fronteras colindan con Daguestán y Chechenia, respectivamente) han admitido estar alarmados con la posibilidad de que el Islam radical se disemine en su propio territorio y han accedido a incrementar la cooperación militar, tecnológica y política con Rusia . Además, ambos Estados han sufrido diversos golpes de estado y los nuevos grupos dominantes mantienen regímenes políticos con una estabilidad altamente cuestionable.

Azerbaiján en particular, es para Rusia una meta de alta prioridad. Su sumisión sería altamente útil para aislar a Asia Central de Occidente y en especial de Turquía. Sin embargo, la estrategia rusa contradice las pretensiones de las élites políticas locales, que no estarán dispuestas a ceder fácilmente los poderes y prerrogativas que han obtenido junto con la independencia. Es muy evidente que Rusia se empeña en combinar una variedad de palos y zanahorias que van desde ofertas de ayuda militar a interrupciones en el suministro de gas. Moscú ha intentado alejar a este país de EEUU y de Turquía. Azerbaiján ha rechazado las peticiones rusas para establecer bases militares en su territorio y también ha rechazado las demandas rusas para que construir un único oleoducto dirigido al puerto ruso del Mar Negro (Novorosiisk), optando en lugar de ello por construir el BTC.

Georgia, representa un desafío en el Cáucaso. Rusia ha adoptado una campaña diseñada para sabotear su rol emergente, fomentando las tendencias separatistas dentro de las regiones autónomas de Georgia, como Ossetia del Sur y Abkhazia, y “intentando sabotear el oleoducto BTC”. En contra de los anhelos georgianos, Putin dejó en claro, que los miembros de la CEI no podrían ingresar a la OTAN, apoyar a los rebeldes chechenos o formar alianzas alternativas entre sí, como la alianza GUUAM. Georgia insiste en ser tratada como una nación independiente, separada de la CEI, por lo cual proclamó ser prooccidental y ya ha empezado a buscar la membresía de la OTAN. Mikhail Saakashvili, quien fuere electo presidente de Georgia durante la “Revolución de las Rosas” en noviembre de 2003, ha comenzado una campaña radical que apunta a integrar a su país en Occidente lo más rápido posible. Con respecto a Georgia predomina mayoritariamente una estrategia de boicot (el caso de la provisión energética rusa) y de “divide y reinarás” (fomento al secesionismo abkhazio y ossetio).