Juan Romero de Terreros
El mundo de las comunidades hispanas en Norteamérica es un complejo planeta en el que no solo conviven personas originarias de una veintena de países con marcadas diferencias étnicas, políticas, culturales, económicas y sociales, sino que además se encuentra condicionado por el respectivo momento histórico en que cada una de esas comunidades llegó a EEUU y por las razones que motivaron su inmigración. Hay comunidades que se remontan a la presencia española y mexicana en Norteamérica y hay otras que acaban de llegar, muchas veces de modo clandestino, en los últimos meses. Los hay que vinieron por razones políticas (mexicanos en los años 20 y 30, cubanos después de la revolución castrista y centroamericanos tras el largo conflicto de su región) y otros que vinieron por motivos económicos en busca de trabajo y una mejor educación para sus hijos. Dentro del mismo país de origen, como es el caso de Cuba, conviven razas diversas y distintos niveles económicos y motivaciones políticas. Todos estos factores inciden en este complejo mundo que, además, está fuertemente condicionado por la evolución de su integración económica, social y política.
Los datos más recientes del censo señalan que en julio de 2007 existían 45,5 millones de hispanos registrados en EEUU, lo que significó un aumento de 1,4 millones respecto a 2006. El estado donde la población latina experimentó un mayor crecimiento fue Carolina del Sur, con un aumento del 8,7%, seguido de Tennessee (8,1%), Carolina del Norte (7,8%), Georgia (7,1%), Alabama, Mississippi y Kentucky (7%), Arkansas (6,8%) y Luisiana (6,5%). No se cuentan los 3,5 millones de puertorriqueños de la isla boricua, ni la decena de indocumentados no censados. La cifra real de hispanos en EEUU debe rondar los 60 millones de personas en estos momentos. Aunque con un crecimiento menor, California continúa siendo el estado donde viven más hispanos, unos 13,2 millones de personas, seguido de Tejas con una población de 8,6 millones de latinos. Para mediados de siglo se da por descontado que el 30% de la población norteamericana será de origen latino.
La relevancia electoral de los hispanos
En las últimas décadas, la tendencia de la participación electoral de las comunidades hispanas ha ido creciendo. En 1980 votaron 2,5 millones de latinos; en 1996, 4,9 millones; en el año 2000, 5,9 millones; y en 2004, 7,8 millones de votantes, año en el que más de 10 millones de hispanos se habían registrado como electores. En las elecciones de 2008 van a poder votar teóricamente unos 18 millones de latinos, aunque probablemente lo hagan unos 10 millones.
El crecimiento demográfico latino no se ha traducido en un aumento equivalente de su participación electoral. Esta desconexión se explica por varios factores. Únicamente suelen votar en EEUU las personas de mayor nivel social y económico, los de más alto nivel intelectual y profesional, y las personas de edad media, categorías en las que los hispanos están infrarrepresentados. Además, la proporción de hispanos no ciudadanos norteamericanos es de las más altas entre todas las comunidades de origen externo. Asimismo, la alta concentración de hispanos en estados grandes y poderosos hace que los partidos tradicionales no hagan especiales esfuerzos de captación de su voto, porque la alta proporción de hispanos que no votan en esos estados hizo poco rentable ese esfuerzo hasta ahora.
Hasta las últimas elecciones presidenciales y las pasadas legislativas, estos eran los argumentos que se daban para explicar que el voto hispano no se correspondiera con la importancia demográfica latina en el país. La oficina del censo informó en el año 2005 que en las elecciones presidenciales de 2004 solo votó el 47% de los hispanos electores, comparado con el 60% de los afroamericanos y el 67% de los blancos no hispanos. Está claro que esta situación ha sufrido un cambio radical en los últimos cuatro años y que lo que era una constante histórica en el electorado hispano, su alta abstención electoral, puede cambiar radicalmente en las próximas elecciones, porque las comunidades hispanas han evolucionado rapidísimamente en ese mismo período de tiempo.
Existen factores propios de las comunidades hispanas que contribuirán a acelerar el incremento de la participación de los hispanos en los procesos electorales. Entre ellos pueden destacarse: el aumento de la edad de los hispanos; la mejora de sus niveles de empleo-renta y nivel educativo; la continuidad del crecimiento constante de nacimientos en esas comunidades; y el aumento paulatino de los naturalizados, especialmente en los últimos tres años. Las proyecciones más optimistas prevén unos 14 millones de hispanos inscritos y 10 millones de votantes efectivos en 2009.
Preferencias políticas
En las elecciones presidenciales, el voto latino ha sido tradicional y mayoritariamente en apoyo a los candidatos del Partido Demócrata. En 1988, Dukakis obtuvo el 65% del voto hispano, mientras que George Bush conseguía el 34%. En su primera presidencia, Clinton mantuvo el mismo nivel de voto hispano favorable al Partido Demócrata, mientras que el presidente saliente solo obtenía el 23% y perdía las elecciones. En el segundo mandato de Clinton, un 70% de hispanos apoyó su reelección, mientras que Dole tuvo el apoyo latino más bajo de la historia: el 22%. Algo cambió en las siguientes elecciones presidenciales, en las que Gore obtuvo el 62% del apoyo electoral hispano, mientras que George W. Bush superaba con un 35% de votos latinos el porcentaje que había obtenido su padre en 1988. En las siguientes elecciones, Kerry obtuvo el peor resultado en la historia del apoyo latino a los Demócratas, consiguiendo tan solo el 56% de los votos hispanos, mientras que George W. Bush obtuvo el récord de apoyo hispano a un candidato Republicano, con el 44% de sus sufragios. En las dos últimas elecciones, puede decirse que fue el voto hispano el que marcó la diferencia y permitió el triunfo del candidato a la presidencia del Partido Republicano, especialmente en 2004.
Conviene, sin embargo, señalar ciertos matices. El apoyo hispano a los partidos varía según las generaciones. Los hispanos de primera generación, más desligados de los debates políticos nacionales, generalmente apoyan en un porcentaje muy alto, casi del 32%, a candidatos independientes. La segunda y, sobre todo, la tercera generación de hispanos se identifican más claramente con los partidos y reducen su apoyo a los candidatos independientes hasta solo el 24,4% de sus votos.
En segundo lugar, la radicación geográfica de los electores hispanos también tiene relevancia para explicar sus preferencias electorales. Los latinos de Nueva York, California e Illinois suelen votar claramente a candidatos Demócratas. Los de Florida y Tejas suelen votar en una proporción muy alta a candidatos Republicanos. Un alto número de latinos indecisos en Illinois, Nuevo México, Colorado y Arizona suelen bascular su preferencia electoral entre uno y otro partido, o simplemente no votan.
El origen de cada comunidad hispana también predice en gran medida su voto. Generalmente, los puertorriqueños y mexicanos votan Demócrata, los cubanos votan Republicano y los puertorriqueños encabezan, junto con los mexicanos, la lista de los que respaldan a los candidatos independientes.
El voto hispano está, además, condicionado por lo que se ha denominado “alta ambivalencia ideológica”. Suelen los latinos apoyar a los Republicanos en temas éticos como la oración en las escuelas, el orden público, el régimen jurídico familiar, el rechazo al aborto, los derechos de los homosexuales, etc. Son, en cambio, partidarios del Partido Demócrata en cuestiones como la pena de muerte, la educación, la sanidad, la creación de empleo, la protección a la infancia y la asistencia a los inmigrantes indocumentados.
A pesar de estos matices, hay una serie de cuestiones en las que todos los hispanos están de acuerdo, cualquiera que sea su origen y ubicación geográfica, como, en muy destacado lugar, el derecho a la educación, y, más alejados, el empleo, la situación económica, las relaciones interraciales y la lucha contra la discriminación.
Otro rasgo característico del voto hispano tal como se ha manifestado hasta la fecha es su alta volatilidad, como prueba el caso de las elecciones de 2000 y 2004, en las que el incremento del apoyo al candidato Republicano entre el electorado latino, atraído seguramente por su promesa de ocuparse del tema migratorio y su vinculación familiar con estados de alta presencia hispana como Tejas y Florida, marcó la diferencia y permitió el triunfo de George W. Bush.
La actitud electoral hispana en la presente precampaña presidencial
A partir del año 2005, se ha producido una recuperación del interés de este electorado por el Partido Demócrata, siguiendo en esto la tendencia general del país. Se registra en estos años, por causa de las víctimas hispanas de la guerra de Irak, un mayor interés por la política exterior. Hay que señalar, además, que la crisis económica ha incidido sobre todo en los trabajadores latinos, que son el sector social donde el paro ha aumentado en mayor grado, con el inevitable empeoramiento financiero de estas comunidades para asumir sus deudas, en particular sus hipotecas. A ello se añade la paralización de la reforma migratoria federal por el poder legislativo, lo que ha dado como resultado una política migratoria casi inexistente si no es para reforzar su lado represivo. En el nivel estatal, ha aumentado el grado de acoso policial contra quienes cruzan la frontera sin permiso de las autoridades, y han proliferado en los estados fronterizos del suroeste bandas armadas como los Minutemen, los American Freedom Riders y los You Don’t Speak for Me, que han hecho de los inmigrantes hispanos el principal objetivo de sus acciones.
Según un estudio-encuesta de Paul Taylor y Richard Fry para el Pew Hispanic Center (PHC) publicado a finales de 2007, el 57% de los posibles votantes registrados hispanos se identifica como Demócrata, mientras que el 23% se declara partidario del Partido Republicano. Existe, por lo tanto, ahora mismo una diferencia de 34 puntos favorable al Partido Demócrata. En julio de 2006, la diferencia era del 21% mientras que habría que remontarse a 1999 para encontrar una diferencia similar a la actual.
Por lo que se refiere a las próximas elecciones presidenciales, se parte por lo tanto de una clara preferencia de los hispanos por el candidato del Partido Demócrata. Los votos hispanos, con todas las peculiaridades ya señaladas, son extraordinariamente importantes en una serie de estados donde su sufragio, de hecho cambiante y menos compacto que el de los afroamericanos, puede o no apoyar al candidato presidencial del Partido Demócrata.
En las elecciones de 2004, por ejemplo, el presidente Bush obtuvo el apoyo latino en cuatro estados clave: Nuevo México, con un electorado en el que los hispanos representaban el 37%; Florida, con el 14% de hispanos entre sus electores; y Nevada y Colorado, con el 12% cada uno. Estos cuatro estados van a seguir siendo claves en las elecciones de noviembre de 2008, donde el anterior apoyo al candidato Republicano puede oscilar y convertirse en apoyo al candidato Demócrata. Según el estudio del PHC, los hispanos favorecen la candidatura Demócrata por las siguientes consideraciones:
El 44% de votantes latinos considera que el Partido Demócrata es el que más se preocupa por las comunidades hispanas; el 8%, en cambio, considera que quien más se ocupa de los latinos es el Partido Republicano; pero un 45% considera que ni a uno ni a otro Partido le importan esas comunidades.
El 41% de los votantes hispanos consideran que son los Demócratas los que mejor pueden afrontar el problema de la inmigración de los indocumentados. Para el 14%, sin embargo, son los Republicanos los que mejor pueden hacerlo, mientras que un 26% considera que ni uno ni otro partido va a resolverlo. El 12% confiesa no saber cuál de ambas formaciones podría hacerlo.
Los temas que realmente importan a los latinos siguen siendo los ya mencionados, y por este orden: educación, salud, situación económica y criminalidad, e inmigración. Este último solía ser un problema en mayor grado para los millones de inmigrantes indocumentados que para aquellos que ya habían obtenido la naturalización, pero ahora se ha convertido en una de las prioridades para todas las comunidades hispanas, especialmente sus miembros más jóvenes. El 79% de los hispanos le otorgan gran importancia.
El 41% de los latinos considera que las políticas de la Administración Bush han sido perjudiciales para ellos, mientras que el 16% considera que han sido positivas y un 33% dice que la política de Bush no ha tenido especial incidencia sobre los hispanos.
El estudio también recoge la gran preferencia de los electores hispanos por la candidatura de Hillary Clinton, que contó con el 59% del electorado latino a su favor, frente al 15% de hispanos que apoyaban a Barack Obama a finales de 2007. Por lo que se refiere al candidato Republicano, aún no decidido en la fecha del estudio del PHC, McCain contaba tan solo con el 10% del apoyo hispano, mientras que el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, obtenía el 35% de las preferencias latinas y el antiguo senador por Tennessee, Fred Thompson, conseguía el 13%.
Las próximas elecciones estarán fuertemente condicionadas por el número de hispanos que efectivamente se registren para votar –en principio podrían hacerlo 18,2 millones de hispanos– y por el modo en que los dos candidatos ya designados por ambos partidos superen los escasos porcentajes iniciales de apoyo latino que tenían al comienzo de la precampaña. Los estados clave, bien por la alta densidad de población hispana, bien porque en ellos puede cambiar fácilmente el voto latino de un partido a otro, son los siguientes: Nuevo México, Tejas, Arizona, Florida, Colorado, Nevada, California, Nueva York, Nueva Jersey, Connecticut e Illinois. En todos ellos el porcentaje de votantes hispanos superó el 6% en las elecciones de 2004 y George W. Bush ganó en los siete primeros.
Las primarias del Partido Demócrata
La precampaña arrancó, como se ha visto, con clara ventaja para el Partido Demócrata que se reflejó, además, en una participación de sus partidarios que superaba a la de los Republicanos. Este mayor interés por la alternativa política se tradujo también en los fondos obtenidos por los candidatos del Partido Demócrata, que por primera vez recaudaban más del doble que los del Partido Republicano.
En las primarias del Partido Demócrata, Hillary Clinton iniciaba su andadura con 15 puntos de ventaja sobre Barack Obama que se traducía, no obstante, en un reparto casi idéntico de los delegados Demócratas para ambos candidatos. La ventaja inicial de Clinton se explicaba por ser más conocida por el público y porque contaba con un equipo de campaña más profesional y una experiencia de tres décadas en el complejo mundo político norteamericano. El senador Obama, por su parte, se ha presentado como un candidato más joven que su contrincante y desvinculado de las lacras políticas de los dos últimos presidentes. Abanderaba el cambio político real y la superación de décadas marcadas por “la vieja política” que ha llevado a EEUU a la situación en la que se encuentra.
Respecto del electorado hispano, era muy clara la ventaja de partida de la senadora por Nueva York, hasta el punto de triplicar el apoyo de los hispanos frente a su rival. La larga precampaña que terminó a finales de mayo fue reduciendo esta ventaja a favor de Barack Obama, que ya en una encuesta del Gallup Poll Daily mostraba, a partir del 1 de mayo, cómo la ventaja de Obama sobre Clinton iba creciendo desde un 4% en la primera semana del citado mes al 16% en la tercera semana. Por lo que se refiere a los electores hispanos, la caída de la senadora por Nueva York también era evidente, ya que Obama contaba en la tercera semana de mayo con el 55% de la intención del voto latino frente al 44% de la intención de votos obtenida por la senadora Clinton. El crecimiento del apoyo a Obama fue especialmente importante entre los jóvenes quienes, tras 20 semanas de precampaña, inclinaron las preferencias Demócratas hacia el senador por Illinois.
Sin embargo, tanto la senadora Clinton como el senador Obama han mantenido puntos débiles en su programa por lo que al electorado hispano se refiere. La senadora por Nueva York, aparte de apoyar expresamente la guerra de Irak –algo que no favorecen precisamente los hispanos–, también votó por la construcción del muro fronterizo entre EEUU y México, cuestión que irrita especialmente a los latinos votantes en los estados del suroeste. Por su parte, el senador Obama, prácticamente desconocido para el electorado latino, carecía de un mínimo conocimiento de lo que las comunidades hispanas significan en este país, nunca ha viajado a América Latina ni apoya el Tratado de Libre Comercio que están negociando EEUU y Colombia. Llegó a decir que suspendería o renegociaría el Tratado Comercial firmado en 1994 entre EEUU y México. Sus preferencias por flexibilizar el trato político con el régimen cubano tampoco van a ayudarle para obtener el voto cubano en EEUU.
Ambos candidatos Demócratas tienen, por lo tanto, mucho que hacer para atraerse el voto del importante grupo electoral hispano. Las largas disputas de la precampaña no han ayudado precisamente a aclarar las dudas de un electorado, como es el hispano, indeciso y cambiante en alto grado respecto de sus decisiones políticas. La incidencia del factor racial en la precampaña, algo que no se había producido hasta la fecha, también ha hecho incrementar las dudas de los hispanos respecto del apoyo a la candidatura de Obama. No debe olvidarse que afroamericanos e hispanos son comunidades minoritarias que en este país compiten muy seriamente y no se complementan en absoluto.
Los resultados de la precampaña presidencial, por lo que al electorado hispano se refiere, reflejan con toda evidencia la clara victoria de la senadora Clinton sobre el senador Obama. La senadora por Nueva York consiguió en su estado el 73% de los votos hispanos, mientras que su oponente solo consiguió el 27% de los mismos. En el estado de Nueva Jersey, Clinton se hacía con el 70% del apoyo electoral hispano, mientras que Obama no pasaba del 30%. En California, otro de los estados de claro dominio electoral Demócrata en elecciones presidenciales, hasta la fecha, el 69% de los latinos apoyaba a Clinton, mientras que únicamente el 30% de ellos respaldó a Obama. En Florida, donde se votó aunque no se contabilizaron nada más que la mitad de los delegados por incumplir el estado las normas electorales de la precampaña, Hillary Clinton obtuvo el 61% de los votos hispanos, mientras que Barack Obama pudo llegar al 35% del respaldo electoral latino. Obama sí derrotó con claridad a Clinton en Illinois, su propio estado.
El electorado latino ante las próximas elecciones presidenciales
El triunfo del senador Obama en las primarias del Partido Demócrata va a plantear serias dudas al electorado latino, que hubiera preferido a la senadora Clinton como candidata. Además, el Partido Demócrata carece de una estrategia claramente definida para atraerse al electorado hispano, hasta el punto de que el presidente del Caucus Hispano del Congreso, Joe Vaca, hizo unas declaraciones el pasado 25 de mayo llamando muy seriamente la atención del Partido y sus representantes en el Congreso. La razón última de esas declaraciones radica en la actitud de los parlamentarios Demócratas respecto de la inmigración. Representantes del ala más conservadora de los Demócratas, como Heath Shuler de Carolina del Norte, han llegado a proponer que se intensifique la represión policial en la frontera del suroeste y se establezcan sanciones todavía más duras para los hispanos que trabajen sin documentación, así como que se castigue a sus empleadores. La propuesta de Shuler ha contado con el apoyo de Demócratas moderados que tampoco favorecen la adopción de una legislación integral sobre el tema migratorio que el presidente Bush prometió hace más de seis años y que los congresistas hasta ahora han eludido.
El senador Obama dijo en su precampaña que antes de un año desde su toma de posesión efectuaría una propuesta de legislación en ese sentido que, si persisten las dudas de los propios representantes Demócratas junto a las ya proclamadas de los Republicanos, difícilmente saldría adelante. Y esto es bien conocido de los votantes hispanos, que ante la situación crítica de la economía norteamericana han colocado el tema migratorio entre sus principales preocupaciones. Algunos representantes Demócratas del Congreso han señalado que para neutralizar el buen efecto que McCain tiene entre el electorado latino por su actitud en la cuestión migratoria y por su aureola de héroe militar, el Partido Demócrata necesita urgentemente aprobar algún tipo de medida sobre la inmigración que no sea solo la de la dura aplicación de las leyes represivas que ahora existen. En caso contrario, es más que probable que los electores hispanos no se movilicen para respaldar al candidato Obama, que tiene su más seguro apoyo entre los votantes hispanos jóvenes, precisamente quienes están más afectados por la ausencia de una legislación inmigratoria integral. Si los latinos comprueban que el Partido Demócrata no se diferencia en esta cuestión del Partido Republicano, votarán al senador McCain, que ha obtenido buenos resultados en estados clave en la precampaña electoral y ante el que no tienen reticencias raciales, o se quedarán en sus casas sin votar. Esta actitud tendría repercusiones indudables en Tejas, Arizona, Nuevo México, Nevada y Colorado, donde la diferencia de intención de voto entre los candidatos Demócrata y Republicano es reducida.
Conclusiones
En resumen, todo depende de una alta participación de electores hispanos, especialmente jóvenes, para que el candidato Demócrata atraiga la clara ventaja del voto latino que Hillary Clinton consiguió en la precampaña presidencial.
El electorado joven, entre los 18 y 30 años, supone el 30% del voto hispano total, un tercio más que el de los votantes blancos no hispanos en todos EEUU. Los esfuerzos de Obama deben dirigirse precisamente a ese segmento del electorado para superar con clara ventaja a su rival McCain en una serie de estados nuevamente clave como Florida, Nuevo México, Colorado y Nevada, donde el voto latino es imprescindible para determinar quién es el ganador en cada uno de ellos. Según el experto en opinión hispana Sergio Bendixen, el candidato Demócrata necesitaría que el 55% de los latinos de Florida le apoyaran y que el 65% del voto hispano en Colorado, Nevada y Nuevo México le respaldara para conseguir el triunfo definitivo.
McCain tendría muchas posibilidades de conseguir el triunfo en los estados de Nueva Jersey, California y Pennsylvania, donde el margen de victoria del senador por Illinois debería superar aún más los porcentajes anteriormente citados. Por ahora, las últimas encuestas de Gallup Poll Daily y un reciente estudio del New Democrat Network aseguran que Obama en estos momentos cuenta con un 62% de apoyo entre los hispanos a nivel nacional, frente al 29% que obtiene McCain en el mismo electorado. De mantenerse estos porcentajes, es indudable que Obama se alzaría con el triunfo el próximo mes de noviembre pero, como dice todo el mundo, quedan cinco meses de una campaña electoral que se anuncia de la mayor dureza y en la que el Partido Republicano apoyará hasta el final a su candidato.
El mundo de las comunidades hispanas en Norteamérica es un complejo planeta en el que no solo conviven personas originarias de una veintena de países con marcadas diferencias étnicas, políticas, culturales, económicas y sociales, sino que además se encuentra condicionado por el respectivo momento histórico en que cada una de esas comunidades llegó a EEUU y por las razones que motivaron su inmigración. Hay comunidades que se remontan a la presencia española y mexicana en Norteamérica y hay otras que acaban de llegar, muchas veces de modo clandestino, en los últimos meses. Los hay que vinieron por razones políticas (mexicanos en los años 20 y 30, cubanos después de la revolución castrista y centroamericanos tras el largo conflicto de su región) y otros que vinieron por motivos económicos en busca de trabajo y una mejor educación para sus hijos. Dentro del mismo país de origen, como es el caso de Cuba, conviven razas diversas y distintos niveles económicos y motivaciones políticas. Todos estos factores inciden en este complejo mundo que, además, está fuertemente condicionado por la evolución de su integración económica, social y política.
Los datos más recientes del censo señalan que en julio de 2007 existían 45,5 millones de hispanos registrados en EEUU, lo que significó un aumento de 1,4 millones respecto a 2006. El estado donde la población latina experimentó un mayor crecimiento fue Carolina del Sur, con un aumento del 8,7%, seguido de Tennessee (8,1%), Carolina del Norte (7,8%), Georgia (7,1%), Alabama, Mississippi y Kentucky (7%), Arkansas (6,8%) y Luisiana (6,5%). No se cuentan los 3,5 millones de puertorriqueños de la isla boricua, ni la decena de indocumentados no censados. La cifra real de hispanos en EEUU debe rondar los 60 millones de personas en estos momentos. Aunque con un crecimiento menor, California continúa siendo el estado donde viven más hispanos, unos 13,2 millones de personas, seguido de Tejas con una población de 8,6 millones de latinos. Para mediados de siglo se da por descontado que el 30% de la población norteamericana será de origen latino.
La relevancia electoral de los hispanos
En las últimas décadas, la tendencia de la participación electoral de las comunidades hispanas ha ido creciendo. En 1980 votaron 2,5 millones de latinos; en 1996, 4,9 millones; en el año 2000, 5,9 millones; y en 2004, 7,8 millones de votantes, año en el que más de 10 millones de hispanos se habían registrado como electores. En las elecciones de 2008 van a poder votar teóricamente unos 18 millones de latinos, aunque probablemente lo hagan unos 10 millones.
El crecimiento demográfico latino no se ha traducido en un aumento equivalente de su participación electoral. Esta desconexión se explica por varios factores. Únicamente suelen votar en EEUU las personas de mayor nivel social y económico, los de más alto nivel intelectual y profesional, y las personas de edad media, categorías en las que los hispanos están infrarrepresentados. Además, la proporción de hispanos no ciudadanos norteamericanos es de las más altas entre todas las comunidades de origen externo. Asimismo, la alta concentración de hispanos en estados grandes y poderosos hace que los partidos tradicionales no hagan especiales esfuerzos de captación de su voto, porque la alta proporción de hispanos que no votan en esos estados hizo poco rentable ese esfuerzo hasta ahora.
Hasta las últimas elecciones presidenciales y las pasadas legislativas, estos eran los argumentos que se daban para explicar que el voto hispano no se correspondiera con la importancia demográfica latina en el país. La oficina del censo informó en el año 2005 que en las elecciones presidenciales de 2004 solo votó el 47% de los hispanos electores, comparado con el 60% de los afroamericanos y el 67% de los blancos no hispanos. Está claro que esta situación ha sufrido un cambio radical en los últimos cuatro años y que lo que era una constante histórica en el electorado hispano, su alta abstención electoral, puede cambiar radicalmente en las próximas elecciones, porque las comunidades hispanas han evolucionado rapidísimamente en ese mismo período de tiempo.
Existen factores propios de las comunidades hispanas que contribuirán a acelerar el incremento de la participación de los hispanos en los procesos electorales. Entre ellos pueden destacarse: el aumento de la edad de los hispanos; la mejora de sus niveles de empleo-renta y nivel educativo; la continuidad del crecimiento constante de nacimientos en esas comunidades; y el aumento paulatino de los naturalizados, especialmente en los últimos tres años. Las proyecciones más optimistas prevén unos 14 millones de hispanos inscritos y 10 millones de votantes efectivos en 2009.
Preferencias políticas
En las elecciones presidenciales, el voto latino ha sido tradicional y mayoritariamente en apoyo a los candidatos del Partido Demócrata. En 1988, Dukakis obtuvo el 65% del voto hispano, mientras que George Bush conseguía el 34%. En su primera presidencia, Clinton mantuvo el mismo nivel de voto hispano favorable al Partido Demócrata, mientras que el presidente saliente solo obtenía el 23% y perdía las elecciones. En el segundo mandato de Clinton, un 70% de hispanos apoyó su reelección, mientras que Dole tuvo el apoyo latino más bajo de la historia: el 22%. Algo cambió en las siguientes elecciones presidenciales, en las que Gore obtuvo el 62% del apoyo electoral hispano, mientras que George W. Bush superaba con un 35% de votos latinos el porcentaje que había obtenido su padre en 1988. En las siguientes elecciones, Kerry obtuvo el peor resultado en la historia del apoyo latino a los Demócratas, consiguiendo tan solo el 56% de los votos hispanos, mientras que George W. Bush obtuvo el récord de apoyo hispano a un candidato Republicano, con el 44% de sus sufragios. En las dos últimas elecciones, puede decirse que fue el voto hispano el que marcó la diferencia y permitió el triunfo del candidato a la presidencia del Partido Republicano, especialmente en 2004.
Conviene, sin embargo, señalar ciertos matices. El apoyo hispano a los partidos varía según las generaciones. Los hispanos de primera generación, más desligados de los debates políticos nacionales, generalmente apoyan en un porcentaje muy alto, casi del 32%, a candidatos independientes. La segunda y, sobre todo, la tercera generación de hispanos se identifican más claramente con los partidos y reducen su apoyo a los candidatos independientes hasta solo el 24,4% de sus votos.
En segundo lugar, la radicación geográfica de los electores hispanos también tiene relevancia para explicar sus preferencias electorales. Los latinos de Nueva York, California e Illinois suelen votar claramente a candidatos Demócratas. Los de Florida y Tejas suelen votar en una proporción muy alta a candidatos Republicanos. Un alto número de latinos indecisos en Illinois, Nuevo México, Colorado y Arizona suelen bascular su preferencia electoral entre uno y otro partido, o simplemente no votan.
El origen de cada comunidad hispana también predice en gran medida su voto. Generalmente, los puertorriqueños y mexicanos votan Demócrata, los cubanos votan Republicano y los puertorriqueños encabezan, junto con los mexicanos, la lista de los que respaldan a los candidatos independientes.
El voto hispano está, además, condicionado por lo que se ha denominado “alta ambivalencia ideológica”. Suelen los latinos apoyar a los Republicanos en temas éticos como la oración en las escuelas, el orden público, el régimen jurídico familiar, el rechazo al aborto, los derechos de los homosexuales, etc. Son, en cambio, partidarios del Partido Demócrata en cuestiones como la pena de muerte, la educación, la sanidad, la creación de empleo, la protección a la infancia y la asistencia a los inmigrantes indocumentados.
A pesar de estos matices, hay una serie de cuestiones en las que todos los hispanos están de acuerdo, cualquiera que sea su origen y ubicación geográfica, como, en muy destacado lugar, el derecho a la educación, y, más alejados, el empleo, la situación económica, las relaciones interraciales y la lucha contra la discriminación.
Otro rasgo característico del voto hispano tal como se ha manifestado hasta la fecha es su alta volatilidad, como prueba el caso de las elecciones de 2000 y 2004, en las que el incremento del apoyo al candidato Republicano entre el electorado latino, atraído seguramente por su promesa de ocuparse del tema migratorio y su vinculación familiar con estados de alta presencia hispana como Tejas y Florida, marcó la diferencia y permitió el triunfo de George W. Bush.
La actitud electoral hispana en la presente precampaña presidencial
A partir del año 2005, se ha producido una recuperación del interés de este electorado por el Partido Demócrata, siguiendo en esto la tendencia general del país. Se registra en estos años, por causa de las víctimas hispanas de la guerra de Irak, un mayor interés por la política exterior. Hay que señalar, además, que la crisis económica ha incidido sobre todo en los trabajadores latinos, que son el sector social donde el paro ha aumentado en mayor grado, con el inevitable empeoramiento financiero de estas comunidades para asumir sus deudas, en particular sus hipotecas. A ello se añade la paralización de la reforma migratoria federal por el poder legislativo, lo que ha dado como resultado una política migratoria casi inexistente si no es para reforzar su lado represivo. En el nivel estatal, ha aumentado el grado de acoso policial contra quienes cruzan la frontera sin permiso de las autoridades, y han proliferado en los estados fronterizos del suroeste bandas armadas como los Minutemen, los American Freedom Riders y los You Don’t Speak for Me, que han hecho de los inmigrantes hispanos el principal objetivo de sus acciones.
Según un estudio-encuesta de Paul Taylor y Richard Fry para el Pew Hispanic Center (PHC) publicado a finales de 2007, el 57% de los posibles votantes registrados hispanos se identifica como Demócrata, mientras que el 23% se declara partidario del Partido Republicano. Existe, por lo tanto, ahora mismo una diferencia de 34 puntos favorable al Partido Demócrata. En julio de 2006, la diferencia era del 21% mientras que habría que remontarse a 1999 para encontrar una diferencia similar a la actual.
Por lo que se refiere a las próximas elecciones presidenciales, se parte por lo tanto de una clara preferencia de los hispanos por el candidato del Partido Demócrata. Los votos hispanos, con todas las peculiaridades ya señaladas, son extraordinariamente importantes en una serie de estados donde su sufragio, de hecho cambiante y menos compacto que el de los afroamericanos, puede o no apoyar al candidato presidencial del Partido Demócrata.
En las elecciones de 2004, por ejemplo, el presidente Bush obtuvo el apoyo latino en cuatro estados clave: Nuevo México, con un electorado en el que los hispanos representaban el 37%; Florida, con el 14% de hispanos entre sus electores; y Nevada y Colorado, con el 12% cada uno. Estos cuatro estados van a seguir siendo claves en las elecciones de noviembre de 2008, donde el anterior apoyo al candidato Republicano puede oscilar y convertirse en apoyo al candidato Demócrata. Según el estudio del PHC, los hispanos favorecen la candidatura Demócrata por las siguientes consideraciones:
El 44% de votantes latinos considera que el Partido Demócrata es el que más se preocupa por las comunidades hispanas; el 8%, en cambio, considera que quien más se ocupa de los latinos es el Partido Republicano; pero un 45% considera que ni a uno ni a otro Partido le importan esas comunidades.
El 41% de los votantes hispanos consideran que son los Demócratas los que mejor pueden afrontar el problema de la inmigración de los indocumentados. Para el 14%, sin embargo, son los Republicanos los que mejor pueden hacerlo, mientras que un 26% considera que ni uno ni otro partido va a resolverlo. El 12% confiesa no saber cuál de ambas formaciones podría hacerlo.
Los temas que realmente importan a los latinos siguen siendo los ya mencionados, y por este orden: educación, salud, situación económica y criminalidad, e inmigración. Este último solía ser un problema en mayor grado para los millones de inmigrantes indocumentados que para aquellos que ya habían obtenido la naturalización, pero ahora se ha convertido en una de las prioridades para todas las comunidades hispanas, especialmente sus miembros más jóvenes. El 79% de los hispanos le otorgan gran importancia.
El 41% de los latinos considera que las políticas de la Administración Bush han sido perjudiciales para ellos, mientras que el 16% considera que han sido positivas y un 33% dice que la política de Bush no ha tenido especial incidencia sobre los hispanos.
El estudio también recoge la gran preferencia de los electores hispanos por la candidatura de Hillary Clinton, que contó con el 59% del electorado latino a su favor, frente al 15% de hispanos que apoyaban a Barack Obama a finales de 2007. Por lo que se refiere al candidato Republicano, aún no decidido en la fecha del estudio del PHC, McCain contaba tan solo con el 10% del apoyo hispano, mientras que el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, obtenía el 35% de las preferencias latinas y el antiguo senador por Tennessee, Fred Thompson, conseguía el 13%.
Las próximas elecciones estarán fuertemente condicionadas por el número de hispanos que efectivamente se registren para votar –en principio podrían hacerlo 18,2 millones de hispanos– y por el modo en que los dos candidatos ya designados por ambos partidos superen los escasos porcentajes iniciales de apoyo latino que tenían al comienzo de la precampaña. Los estados clave, bien por la alta densidad de población hispana, bien porque en ellos puede cambiar fácilmente el voto latino de un partido a otro, son los siguientes: Nuevo México, Tejas, Arizona, Florida, Colorado, Nevada, California, Nueva York, Nueva Jersey, Connecticut e Illinois. En todos ellos el porcentaje de votantes hispanos superó el 6% en las elecciones de 2004 y George W. Bush ganó en los siete primeros.
Las primarias del Partido Demócrata
La precampaña arrancó, como se ha visto, con clara ventaja para el Partido Demócrata que se reflejó, además, en una participación de sus partidarios que superaba a la de los Republicanos. Este mayor interés por la alternativa política se tradujo también en los fondos obtenidos por los candidatos del Partido Demócrata, que por primera vez recaudaban más del doble que los del Partido Republicano.
En las primarias del Partido Demócrata, Hillary Clinton iniciaba su andadura con 15 puntos de ventaja sobre Barack Obama que se traducía, no obstante, en un reparto casi idéntico de los delegados Demócratas para ambos candidatos. La ventaja inicial de Clinton se explicaba por ser más conocida por el público y porque contaba con un equipo de campaña más profesional y una experiencia de tres décadas en el complejo mundo político norteamericano. El senador Obama, por su parte, se ha presentado como un candidato más joven que su contrincante y desvinculado de las lacras políticas de los dos últimos presidentes. Abanderaba el cambio político real y la superación de décadas marcadas por “la vieja política” que ha llevado a EEUU a la situación en la que se encuentra.
Respecto del electorado hispano, era muy clara la ventaja de partida de la senadora por Nueva York, hasta el punto de triplicar el apoyo de los hispanos frente a su rival. La larga precampaña que terminó a finales de mayo fue reduciendo esta ventaja a favor de Barack Obama, que ya en una encuesta del Gallup Poll Daily mostraba, a partir del 1 de mayo, cómo la ventaja de Obama sobre Clinton iba creciendo desde un 4% en la primera semana del citado mes al 16% en la tercera semana. Por lo que se refiere a los electores hispanos, la caída de la senadora por Nueva York también era evidente, ya que Obama contaba en la tercera semana de mayo con el 55% de la intención del voto latino frente al 44% de la intención de votos obtenida por la senadora Clinton. El crecimiento del apoyo a Obama fue especialmente importante entre los jóvenes quienes, tras 20 semanas de precampaña, inclinaron las preferencias Demócratas hacia el senador por Illinois.
Sin embargo, tanto la senadora Clinton como el senador Obama han mantenido puntos débiles en su programa por lo que al electorado hispano se refiere. La senadora por Nueva York, aparte de apoyar expresamente la guerra de Irak –algo que no favorecen precisamente los hispanos–, también votó por la construcción del muro fronterizo entre EEUU y México, cuestión que irrita especialmente a los latinos votantes en los estados del suroeste. Por su parte, el senador Obama, prácticamente desconocido para el electorado latino, carecía de un mínimo conocimiento de lo que las comunidades hispanas significan en este país, nunca ha viajado a América Latina ni apoya el Tratado de Libre Comercio que están negociando EEUU y Colombia. Llegó a decir que suspendería o renegociaría el Tratado Comercial firmado en 1994 entre EEUU y México. Sus preferencias por flexibilizar el trato político con el régimen cubano tampoco van a ayudarle para obtener el voto cubano en EEUU.
Ambos candidatos Demócratas tienen, por lo tanto, mucho que hacer para atraerse el voto del importante grupo electoral hispano. Las largas disputas de la precampaña no han ayudado precisamente a aclarar las dudas de un electorado, como es el hispano, indeciso y cambiante en alto grado respecto de sus decisiones políticas. La incidencia del factor racial en la precampaña, algo que no se había producido hasta la fecha, también ha hecho incrementar las dudas de los hispanos respecto del apoyo a la candidatura de Obama. No debe olvidarse que afroamericanos e hispanos son comunidades minoritarias que en este país compiten muy seriamente y no se complementan en absoluto.
Los resultados de la precampaña presidencial, por lo que al electorado hispano se refiere, reflejan con toda evidencia la clara victoria de la senadora Clinton sobre el senador Obama. La senadora por Nueva York consiguió en su estado el 73% de los votos hispanos, mientras que su oponente solo consiguió el 27% de los mismos. En el estado de Nueva Jersey, Clinton se hacía con el 70% del apoyo electoral hispano, mientras que Obama no pasaba del 30%. En California, otro de los estados de claro dominio electoral Demócrata en elecciones presidenciales, hasta la fecha, el 69% de los latinos apoyaba a Clinton, mientras que únicamente el 30% de ellos respaldó a Obama. En Florida, donde se votó aunque no se contabilizaron nada más que la mitad de los delegados por incumplir el estado las normas electorales de la precampaña, Hillary Clinton obtuvo el 61% de los votos hispanos, mientras que Barack Obama pudo llegar al 35% del respaldo electoral latino. Obama sí derrotó con claridad a Clinton en Illinois, su propio estado.
El electorado latino ante las próximas elecciones presidenciales
El triunfo del senador Obama en las primarias del Partido Demócrata va a plantear serias dudas al electorado latino, que hubiera preferido a la senadora Clinton como candidata. Además, el Partido Demócrata carece de una estrategia claramente definida para atraerse al electorado hispano, hasta el punto de que el presidente del Caucus Hispano del Congreso, Joe Vaca, hizo unas declaraciones el pasado 25 de mayo llamando muy seriamente la atención del Partido y sus representantes en el Congreso. La razón última de esas declaraciones radica en la actitud de los parlamentarios Demócratas respecto de la inmigración. Representantes del ala más conservadora de los Demócratas, como Heath Shuler de Carolina del Norte, han llegado a proponer que se intensifique la represión policial en la frontera del suroeste y se establezcan sanciones todavía más duras para los hispanos que trabajen sin documentación, así como que se castigue a sus empleadores. La propuesta de Shuler ha contado con el apoyo de Demócratas moderados que tampoco favorecen la adopción de una legislación integral sobre el tema migratorio que el presidente Bush prometió hace más de seis años y que los congresistas hasta ahora han eludido.
El senador Obama dijo en su precampaña que antes de un año desde su toma de posesión efectuaría una propuesta de legislación en ese sentido que, si persisten las dudas de los propios representantes Demócratas junto a las ya proclamadas de los Republicanos, difícilmente saldría adelante. Y esto es bien conocido de los votantes hispanos, que ante la situación crítica de la economía norteamericana han colocado el tema migratorio entre sus principales preocupaciones. Algunos representantes Demócratas del Congreso han señalado que para neutralizar el buen efecto que McCain tiene entre el electorado latino por su actitud en la cuestión migratoria y por su aureola de héroe militar, el Partido Demócrata necesita urgentemente aprobar algún tipo de medida sobre la inmigración que no sea solo la de la dura aplicación de las leyes represivas que ahora existen. En caso contrario, es más que probable que los electores hispanos no se movilicen para respaldar al candidato Obama, que tiene su más seguro apoyo entre los votantes hispanos jóvenes, precisamente quienes están más afectados por la ausencia de una legislación inmigratoria integral. Si los latinos comprueban que el Partido Demócrata no se diferencia en esta cuestión del Partido Republicano, votarán al senador McCain, que ha obtenido buenos resultados en estados clave en la precampaña electoral y ante el que no tienen reticencias raciales, o se quedarán en sus casas sin votar. Esta actitud tendría repercusiones indudables en Tejas, Arizona, Nuevo México, Nevada y Colorado, donde la diferencia de intención de voto entre los candidatos Demócrata y Republicano es reducida.
Conclusiones
En resumen, todo depende de una alta participación de electores hispanos, especialmente jóvenes, para que el candidato Demócrata atraiga la clara ventaja del voto latino que Hillary Clinton consiguió en la precampaña presidencial.
El electorado joven, entre los 18 y 30 años, supone el 30% del voto hispano total, un tercio más que el de los votantes blancos no hispanos en todos EEUU. Los esfuerzos de Obama deben dirigirse precisamente a ese segmento del electorado para superar con clara ventaja a su rival McCain en una serie de estados nuevamente clave como Florida, Nuevo México, Colorado y Nevada, donde el voto latino es imprescindible para determinar quién es el ganador en cada uno de ellos. Según el experto en opinión hispana Sergio Bendixen, el candidato Demócrata necesitaría que el 55% de los latinos de Florida le apoyaran y que el 65% del voto hispano en Colorado, Nevada y Nuevo México le respaldara para conseguir el triunfo definitivo.
McCain tendría muchas posibilidades de conseguir el triunfo en los estados de Nueva Jersey, California y Pennsylvania, donde el margen de victoria del senador por Illinois debería superar aún más los porcentajes anteriormente citados. Por ahora, las últimas encuestas de Gallup Poll Daily y un reciente estudio del New Democrat Network aseguran que Obama en estos momentos cuenta con un 62% de apoyo entre los hispanos a nivel nacional, frente al 29% que obtiene McCain en el mismo electorado. De mantenerse estos porcentajes, es indudable que Obama se alzaría con el triunfo el próximo mes de noviembre pero, como dice todo el mundo, quedan cinco meses de una campaña electoral que se anuncia de la mayor dureza y en la que el Partido Republicano apoyará hasta el final a su candidato.